Zapata Design Studio es una empresa dedicada especialmente al diseño de museos.
Su dueño es el antioqueño César Zapata Herrera.
Que él fuera a fundar empresa a la capital del mundo se debe, sin duda, al ejemplo que le brindó su padre, Héctor, un hombre de origen campesino y oriundo del Suroeste, que al verse con dos hijos -llegaría a tener nueve, todos hombres- propuso a su esposa, María Elvia, el traslado a Medellín, porque su sueño era que ellos estudiaran.
Y lo consiguieron: todos son profesionales.
César, un diseñador industrial de la Universidad Pontificia Bolivariana, viajó a Washington en 1994 a aprender inglés. Pero allí consiguió empleo en la empresa Staples & Charles, que le abrió la mente en cuanto al diseño: allí diseñan museos; antes, él no pasaba de "diseñar objetos".
Los museos, además de ser como los tradicionales que conocemos, dedicados al arte, las ciencias o la arqueología, se entienden más como muestras de experiencias y pueden estar ligados a la empresa que quiera mostrar sus procesos históricos o de producción.
"En un museo usted debe contar una historia y más que enseñar debe entretener", dice Zapata, quien compara un museo con una obra de teatro y, por tanto, cree que las características aristotélicas del drama también lo son del museo, pues ambos buscan contar una historia: trama, personajes (los objetos), dicción (la vestidura de la trama, el texto, la forma...), la canción (los medios interactivos, el video, el sonido...).
"El diseño de museos, más conocido como diseño ambiental o de experiencias, es más un asunto de comunicación que de exhibición".
En Nueva York se vinculó a la compañía Whirlwind & Company, en la que terminó de perfeccionar sus conocimientos, hasta julio de 2005 en que decidió montar su propia empresa utilizando el apellido paterno en la marca.
Y aunque su padre al principio quería que fuera médico y no estaba de acuerdo con que estudiara diseño, le inculcó sobre todo que fuera el mejor en lo que hiciera y que el trabajo nunca es sinónimo de sacrificio.
El modelo emprendedor de su padre, que empezó con una humilde legumbrería en Manrique Oriental surtida con los últimos 20.000 pesos que le quedaban, y ahora es un próspero negociante, le sirvió al diseñador para decidirse a establecer su empresa.
Y ahora don Héctor le reconoce al César lo que es del César: ese hijo suyo es exitoso, aunque no hubiera seguido medicina.
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