El escenario, que se repite en municipios del altiplano Norte del departamento, no es nada alentador. Así lo sostiene el especialista en pastos y forrajes Álvaro Rodas, que en estos días de verano, le ha "tocado ver unas quince vacas peleando por la sombra de un árbol".
El calor y la sequía que afecta al sector, y que hoy se le atribuye al fenómeno de El Niño no es más, según Rodas, que la consecuencia de acciones de años atrás.
Y es que en los 17 municipios del Altiplano, el bosque primario está reducido, con fincas que incluso "ni siquiera tienen un árbol".
Por los pastos afectados por la sequía el alimento es escaso y en su búsqueda los animales comienzan a repelar los potreros. "Se esta descubriendo el suelo y mientras las vacas sigan repelando potreros el sector ganadero seguirá aportando un grano de arena al calentamiento global" aseguró.
En la hacienda la Chapolera, del suroeste Antioqueño, cuenta Andrés Henao, no ha faltado la comida "pero indiscutiblemente el fuerte verano ha afectado los animales".
De la pastura, explica Rodas, lo indicado sería que los vacunos dejaran entre un 15 o 25 por ciento para que ésta se pueda recuperar, sin embargo, "no las dejan descansar el tiempo suficiente".
De cada diez potreros en quicuyo, aseguró, hay entre cinco y ocho degradados.
La escasez de pastos está causando problemas de intoxicación e, incluso, muertes en el ganado, ya que lleva a los vacunos a explorar plantas que no están acostumbrados a consumir, señaló Édgar Cárdenas, zootecnista y profesor de la Universidad Nacional.
Frente a la situación, el investigador en fertilidad de suelos y nutrición de pasturas, sostiene que "el ganadero, además de eso debe ser agricultor".
Un 98 por ciento de las fincas de tierra fría, dijo, no están medidas, no tienen análisis de suelos y aplican fertilizantes a ojo.
El pasto de quicuyo que proporciona entre 17 y 22 de proteína para la producción de leche del ganado, se ha visto afectado, además del repele, por la aplicación de fertilizantes químicos.
La úrea, fertilizante usado en la ganadería, solamente aporta nitrógeno, mientras el quicuyo requiere fósforo, potasio y elementos menores, desencadenando un desbalance mineral en el suelo.
Ese desbalance genera la necesidad de comenzar a suplementar las vacas.
Hoy el altiplano norte, que cuenta con más de 250 mil hectáreas en quicuyo, produce dos millones y medio de litros de leche diarios, sin embargo, "la leche no se puede producir a punta de suplementación, de darle por la boca o vía intravenosa lo que no encuentra en el suelo".
Aplicar la cantidad de fertilizantes completos para suplir los requerimientos nutricionales de una pastura que no ha podido crecer, hace parte de lo que Rodas llama manejar el potrero "como una verdadera empresa".
La recomendación: hacer un balance de cuánto fertilizante se aplicó al potrero, cuánto pasto produjo y cuánta leche se produjo por área.
Para lograrlo, inicialmente se debe aprender a conocer la pastura de la finca, cuál área está degradada para montar un programa de renovación de quicuyo, cuál afectada para emprender uno de recuperación y en la de buen estado, uno de sostenimiento.
Así mismo, elaborar una carta de suelos de la finca y con base en ese análisis corregir las deficiencias nutricionales con el incremento de fertilizante y descanso en tiempo de la pastura repelada.
Busque asesoría si desea mejorar sus pastos. Al ganado hay que mejorarle la comida en calidad y cantidad. Demasiadas vacas y poca comida genera abortos y absorción de embriones.
"Si no hay crías no hay leche, porque la leche se produce en los picos de producción, los primeros 100 días después del parto" concluyó.
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