Una máxima que todo extranjero varón debería tener presente al visitar China es que hacer allí el papel de Playboy con el sexo opuesto puede tener serias consecuencias para su estatus migratorio dentro del país e incluso para la continuidad de su visa de turista, transeúnte o residente. Al contrario de lo que pudiera creerse en el mundo occidental, los chinos son harto conservadores en lo que respecta a las relaciones amorosas y de pareja. La salvaguarda del honor de las mujeres, sexualmente hablando, es un tema en el cual las familias chinas se muestran enormemente puntillosas.
No hace mucho que dos ciudadanos americanos fueron arrestados y deportados por considerar que los jóvenes habían cortejado a un número muy abultado de jovencitas chinas. El motivo de la acción administrativa en contra de los dos extranjeros no tenía tanto que ver con el número de contrapartes que sedujeron o enamoraron durante su permanencia en el país sino con el hecho de que las chinitas habían sido objeto de promesas por parte de los díscolos occidentales, lo que atentaba contra su buena fe. La falta de honestidad, visto de este modo, se convirtió en un hecho punible por haber creado expectativas a su contraparte a través del engaño, al igual que en un negocio cualquiera en el que se descubran vicios ocultos.
Una buena cantidad de manuales de comportamiento, escritos y páginas web en Norteamérica ofrecen consejos a los turistas e inmigrantes a China y se refieren a las relaciones interpersonales en ese país cuando el componente amoroso o sexual se encuentra de por medio. Todas estas disquisiciones parten de asegurar que la cultura tradicional del país impone a las jóvenes tener el menor número de parejas posibles antes de casarse. De hecho, la moral ancestral que respetan en esa sociedad impone a toda muchacha, particularmente en el país rural en donde estas costumbres están sumamente arraigadas, la conveniencia de casarse con su primer novio para que su actuación sea socialmente inobjetable. Es por ello también que las manifestaciones públicas de afecto entre parejas no casadas no son vistas con buenos ojos y hasta el hecho de cogerse las manos frente a terceros es una práctica reprobada por los mayores en edad, saber y gobierno.
De allí que embarcarse en una relación sexual casual con una joven china que no sea una representante del modernismo que hoy es la regla en las grandes urbes cercanas a la costa, puede convertirse en un terrible paso en falso si no se consideran las implicaciones y las consecuencias que conlleva. La solución para los visitantes extranjeros hambrientos de una relación de pareja parece ser la de aplicar una transparencia total a la interacción con el sexo opuesto y no generar expectativa de permanencia en el futuro de la relación bilateral si no es esa la intención del hombre que corteja.
Como en muchos otros aspectos de la vida se aplica el refrán "al pueblo a donde fueres, haz lo que vieres" y lo recomendable, cuando un picaflor viaja a China, es dejar en casa la inclinación machista a tener más de una novia en la trastienda.
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