Antes de hablar de exportaciones, cataciones y premios, Miguel Antonio Cubillos fue un joven administrador que no sabía nada de café y que, sin buscarlo, encontró en el grano el camino para su vida y para visibilizar su municipio. “Yo soy de Giraldo, pero no sabía qué era el café más allá de ver cómo lo llevaban a la cooperativa”, recuerda. Hoy lidera Café Aroma Giraldino, una marca familiar que nació hace diez años como idea y que se consolidó como empresa formal hace uno.
El origen no estuvo en una finca heredada ni en una tradición cafetera. Surgió en una oficina pública mientras hacía sus prácticas en la alcaldía, cuando una mujer le pidió ayuda para formular un proyecto sobre café. Al investigar, descubrió la historia agrícola del municipio y un propósito personal. “Me gustó tanto que decidí que fuera mi proyecto de vida”.
Los primeros pasos fueron difíciles. Sin saber de calidades ni procesos, compró café basándose en recomendaciones y quebró en el primer año. “Deseaba emprender, pero no sabía cómo. Ahí entendí que tenía que estudiar”. Llegaron los cursos del Sena, el acompañamiento de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia y la decisión de formalizar el negocio.
Mientras aprendía, su familia se convirtió en su estructura. Su esposa se formó en catación y tueste, su mamá apoyó el proyecto desde el inicio, su hermana asumió procesos administrativos y su papá —mecánico empírico— transformó la primera tostadora para hacerla competitiva. Con esa máquina modificada, guiado por teléfono desde Medellín, tostaron el café que los llevó a ganar un concurso regional.
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