Con los ahorros de años de trabajo en fincas, Pablo Zapata logró comprar la suya. Hace dos décadas llegó a la vereda La Paulina, en la vía a Caucasia. Quería producir en su tierra y pronto descubrió que lo más rentable era la coca. No le gustaba la idea, pero lo hizo y montó un pequeño laboratorio. Su nieto, Elmer, lo ayudaba, pero el negocio duró poco.
Dos años después llegó un operativo. La policía encontró el laboratorio y Pablo insistió: “Yo no le debo nada a nadie, aquí todos hacen esto, yo no soy un delincuente”, recuerda Elmer. Igual se lo llevaron esposado.
Durante la imputación anunciaron la extinción de dominio de la finca. La familia se comprometió a erradicar los cultivos y desmontar el laboratorio. En esos días, un programa de USAID impulsaba la sustitución por cacao. Pablo Emilio se unió junto a otras 130 familias a la Asociación de Cacaoteros de Valdivia, Asocaval, y, con asistencia de Fedecacao, comenzaron a sembrar. Primero recuperaron el suelo agotado por los químicos, luego, esperaron que creciera el cacao.
Al comienzo Elmer era incrédulo, pero al ver el avance de la Asociación se involucró. Se formó como técnico agropecuario y comenzó a brindar asistencia técnica a los productores. Lentamente Asocaval logró estabilizar sus ingresos y consolidarse.
Cualificaron su labor, obtuvieron certificación de Comercio Justo y comenzaron a vender a la Compañía Nacional de Chocolates. Con nuevos recursos adquirieron terrenos para viveros, jardines clonales y un centro de acopio donde procesan el grano.
En 2014, Asocaval impulsó la creación de Chocolate Colombia, una idea surgida del Clúster de Cacao de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia. La empresa reúne a siete asociaciones del Bajo Cauca y el sur de Córdoba. En la actualidad exportan cacao certificado a Europa.
Poco a poco se sumaron personas con historias de transformación, como Juan Fernando Espinosa, quien antes era químico productor de coca. Hoy, como presidente, lidera, junto a Elmer, los rumbos del cacao en el territorio.
La Asociación cuenta con 74 socios y compra cacao a más de 400 productores en Valdivia. En dos años pasaron de 98 a más de 230 toneladas. Su mayor impacto ha sido alejar a los campesinos de la violencia. Tienen siete viveros en veredas, donde han generado confianza y arraigo, y en donde han sembrado más de 300.000 plántulas. También trabajan con niños y jóvenes en la “escuela de cacaoteritos”, en la que enseñan sobre cultura agraria.
La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha sido un aliado clave, les brindó estructura administrativa y formación. Ahora están por iniciar un nuevo convenio para acompañar a 135 personas en este camino.
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