El mito nació tal vez a mediados del siglo XIX, con Rufino José Cuervo, los lingüistas y una clase política bogotana especialmente preocupada por refinarse, cultivarse y convertir la capital en la llamada Atenas de América, porque sabía que la cultura era el poder.
Pero nada distaba más de la realidad. Esa Atenas de América, que se jactaba de hablar un español más puro que el de España, desconocía que nuestro español estaba –no contaminado– sino enriquecido con vocablos indígenas y africanos, y que había no solo un español bogotano, sino caribe, pacífico, insular, andino, amazónico y llanero. Pero, ¿qué tan diferentes son unos de otros?, ¿se puede hablar de un español colombiano homogéneo?
Aunque es verdad que Colombia es diversa en acentos de acuerdo con la región, según Humberto Gómez Morales, lingüista y miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española, en una investigación de 2006 aplicada a medios de comunicación colombianos, se evidenció que entre las 1700 y 2300 palabras que en promedio usan diariamente la prensa, la televisión y la radio, más de un 90 % eran palabras comunes a todo el país, y solo un 7 % y 9 % eran palabras locales o regionales, lo que parece indicar que somos más homogéneos de lo que pensamos y que los localismos rápidamente se expanden por el país, cerrando posibles brechas lingüísticas.
Esto de acuerdo con la coordinadora del doctorado en Lingüística de la Universidad de Antioquia, María Claudia González Rátiva: “Cada comunidad de habla, con sus particularidades o normas internas, tiene su acento propio, su registro formal, su formas coloquiales, a las que cada hablante puede acceder de acuerdo a sus intereses sobre el habla. Así, un hablante se adecua o puede aprender a adecuarse a la situación comunicativa a la que se enfrente”, de modo que no es que nuestro español se mantenga invariante, sino que esas variaciones se extienden y masifican rápidamente.
Así que tal vez lo que nos distinga a unos y a otros, de acuerdo con las regiones del país, sea especialmente la musicalidad o el acento, porque en formas, palabras, gramática y vocablos, parece que mantenemos una estructura bastante similar que nos permite comunicarnos sin mayores barreras.
Humberto Gómez Morales va un poco más allá e indica que esta homogeneización del español es aplicable incluso a todos, “estudios recientes y muy solventes señalan, inequivocamente, que el vocabulario compartido por todo el mundo hispánico constituye algo más del 90 %”, según publicó en ¿Hacia dónde va la lengua española?
Polémica
Ha hecho carrera en Colombia la creencia que el nuestro es el mejor español, idea que se reforzó en 2007 cuando Medellín fue la sede del XIII Congreso de la Asociación de la Lengua Española. Muchos, de los más de 150 invitados, fueron cuestionados sobre este asunto. Algunos picaron el anzuelo y afirmaron que era posible que Colombia sí hablara el “mejor” español del mundo. ¿Qué significa mejor?
María Claudia González Rátiva, desde la sociolingüística, insiste en la función social del idioma. El lenguaje es funcional, sirve para comunicarse y entenderse mejor, en esa medida cada hablante tendrá su propia percepción, de acuerdo a lo que conoce, vive y para qué lo necesita. De acuerdo con esto, “las opiniones y actitudes lingüísticas determinan qué variedades de habla se perciben como más agradables y más inteligibles”.
Pablo Montoya, por su lado, sostiene que, en términos formales, hablar un correcto español hace alusión al uso de las formas gramaticales, sintaxis, ortografía, fonética, léxico. Y de esto hay gente que lo hace bien y mal en todas las latitudes. Y no solo eso: hablar un correcto español tiene que ver con las condiciones socioculturales y académicas. De modo que la generalización no solo resulta imprecisa sino tal vez ingenua, desconociendo los múltiples contextos que influyen en el uso.
Uno de los sociolingüistas más importantes de España, Manual Álvar, declaró: “Insidiosa cuestión con la que se pretende descalificar a unos hablantes e imponer la propia variedad (...). Las cosas están claras: no hay un español mejor, sino un español de cada sitio para las exigencias de cada sitio”. Dejando claro que en quien habla mejor o no español hay una posición de poder. Las lenguas son construcciones culturales que cambian y se renuevan para responder al uso. La importancia y el valor de la lengua está en su uso y su poder de comunicar.
Un poco de verdad
Pablo Montoya fue durante varios años de profesor de español en Francia. Sus estudiantes provenían de lenguas tan disímiles como el francés, el árabe y el chino. Recuerda entonces cómo ellos le agradecían su español lento, articulado, de pronuciación precisa y completa en cada una de las palabras. Musical y pausado diferente a su referente más inmediato que era el español de España y que les resultaba, no menos correcto o bonito, pero sí más difícil.
Sí, es posible que no haya un “mejor español”, pero lo cierto es que el español que ha cultivado Colombia (gracias en gran medida a Rufino José Cuervo y al esfuerzo de esa generación de lingüistas y de academias) parece ser muy claro: por lo general con pronunciación completa de fonemas y letras, con construcciones sintácticas y gramaticales convencionales y correctas, facilitando su comprensión y dando poco margen a equívocos. Si efectivamente es insidiosa la cuestión de quién lo habla mejor, es verdad que al menos el de Colombia es un español de fácil comprensión para otros, hispanohablantes o no.
Además de los acentos regionales, que ocurre en muchos otros lugares, es particular del español de Colombia la tendencia a los diminutivos, a diferentes fórmulas de trato no solo usted, tú, vos, sino también vusté, sumerced que, aunque en desuso, todavía siguen teniendo alguna influencia en el interior de algunas regiones del país.
Es un español expresivo que encuentra muchos tonos y vocablos para decir lo bueno y lo malo, “tenemos el hijueputa, que puede ser tremendamente afectuoso o agresivo. Tenemos una palabra como gonorrea, que frente a la palabra argentina, boludo, parece un cariño”, señala Pablo Montoya.
Somos creativos, muy expresivos y flexibles .