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Forjadores | PUBLICADO EL 27 noviembre 2022

Incolmotos, el logro de un hombre y su megáfono

Cuando Yamaha llegó a Colombia las motos eran desconocidas y un paisa las popularizó.

  • Incolmotos, el logro de un hombre y su megáfono
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Cuando la marca Yamaha llegó a Colombia en 1975, poco o nada conocían las personas sobre estos aparatos y un antioqueño tendría la misión de impulsar sus ventas y posicionar la marca.

Se trata de don Francisco Sierra, a quien la historía puede reconocer como el artífice del éxito que ha tenido esta escudería en Colombia. Cuando laboraba para Coltejer, Carlos Ardila Lülle (Q.E.P.D.) le encargó la misión de cerrar el trato con la casa matriz en Japón, de manera que el conglomerado empresarial pudiera ensamblar sus motos en Colombia.

Don Francisco ya tenía experiencia tratando con los japoneses, pues años antes de esta encomienda había aprendido de ellos cómo manugacturar las cajas plásticas que Postobón utilizaba para distribuir sus gaseosas. Es decir, ya conocía la manera en que los nipones hacían negocios.

Su labor como emisario fue todo un éxito y, tras el visto bueno de los propietarios de Yamaha y del gobierno colombiano, todo estaba listo para empezar a ensamblar las motos. Sin embargo, todavía faltaba darle forma a la cadena de distribución porque, como se mencionó al principio, estas máquinas eran desconocidas en el país.

“Promocionar algo que la gente no conoce es muy difícil. Yo salía con un megáfono por las ciudades de Colombia para preguntar quién quería ser distribuidor de Yamaha y empezamos a preparar toda esa red”, narró el pionero.

Ese reto también fue superado y la marca empezó a fabricar y comercializar la legendaria DT 175. En esos primeros años también se ensamblaron las RS 100, modelos que, en palabras de don Francisco Sierra, “se vendieron rapidísimo. Estábamos haciendo ensayos y nos dimos cuenta de que el producto sí podía tener popularidad”.

La estrategia para masificar el consumo fue una jugada mestra: en vez de atacar las capas populares de la sociedad, se optó por llevarle el producto a la clase empresarial, pues la hipótesis que se manejó en ese momento no era descabellada: “Los de abajo tratan de imitar a los de arriba, pero los de arriba nunca tratan de imitar a los de abajo”.

Esa avanzada de marketing funcionó y, con los años, Yamaha se convirtió en una marca aspiracional. Los jóvenes de aquellas primeras décadas anhelaban poseer una DT, una XT 500, alguna de las RX (100, 115 o 135) o una Calima.

Cuando la decadencia textilera inició en Colombia, don Francisco Sierra le compró la operación a Coltejer y quedó como propietarios de Incolmotos, la planta encargada de ensamblar las Yamaha en Colombia.

“Era un negocio que yo había creado, lo conocía y fue fácil seguirlo manejando”, contó el precursor de Yamaha en Colombia cuando le preguntamos si no sintió nervios al saber que ya la fábrica estaría por su cuenta.

“Cuando uno se propone una cosa en la vida, la saca adelante. Y yo me propuse hace 46 años que Yamaha tenía que ser la número uno en Colombia”, remarcó don Francisco Sierra, a quien los seguidores que lo conocen le dan gracias por haber hecho posible que las “bellezas de Japón” pudieran arribar al territorio colombiano.

1975

Contexto de la Noticia

Japón enseña que la calidad lo es todo

Durante la bonanza textilera, los dueños de las empresas querían diversificar sus portafolios y por eso pensaron en vender motos. Coltejer escogió a Yamaha porque estaba enfocada exclusivamente en producir motocicletas. Don Francisco Sierra ha reconocido que Yamaha no es barata, pero afirma que no está interesado en bajar costos, puesto que eso implicaría mermar calidad, algo que, según lo aprendido de los japoneses, es inaceptable. La excelencia lo es todo para esta escudería.

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