Tres años se demoró el escritor barranquillero para terminar Un mundo huérfano. Es la primera novela que publica, aunque no la primera que escribe. Detrás hay historias, de qué escritor quiere ser.
Ha dicho que pasa mucho tiempo pensando cada párrafo, ¿no le quita ritmo?
“No, para nada. Creo que se trata de pensar la escritura. Una cosa es la rigurosidad y otra muy distinta, la rigidez. A veces uno escribe y la música se rompe, entonces uno vuelve a la oración, vuelve a cada palabra, cambia el orden, trabaja la puntuación... Así se va cuidando el ritmo. ¿Que por qué lo hago? Más bien yo preguntaría de vuelta: ¿por qué no? Creo que la forma es el fondo y el fondo, la forma. Si no se cuida la forma, el contenido sufre”.
¿Sabe desde el principio para dónde van los personajes?
“Yo hago un mapa, sí, justamente porque me demoro mucho escribiendo. Hago un bosquejo escena por escena, imagen por imagen, diálogo por diálogo. Dicho esto, me permito descubrir cosas durante la escritura, ‘dejarme llevar’, como dice la canción. No me limito al bosquejo”.
Esta es la segunda novela que escribe, pero la primera que publica. ¿Por qué?
“Como era la primera novela que escribía, no me sentía del todo seguro. Muchas dudas sobre ciertas decisiones estéticas. Entonces la guardé en el cajón y empecé a escribir Un mundo huérfano. No tengo afán de publicar. Uno no vive de esto, entonces creo que si uno va a publicar una novela, que sea una con la que te sientas seguro”.
Si no vive de escribir, ¿a qué horas escribe?
“Escribí esta novela en el marco de una maestría en escritura creativa. Estaba becado. Ahora mi reto es encontrar un nuevo tiempo y espacio para escribir”.
El libro tiene esa relación con el padre, que inicia en una experiencia personal. ¿En qué momento dice, esta historia es una novela?
“No creo que haya habido un momento en el que dije: ‘Esta historia es una novela’. La novela, como la historia, va deviniendo. Creo que uno tiene ciertas obsesiones, intereses, preocupaciones, y desde la escritura todo eso va deviniendo en obra”.
Uno de los temas de la novela es la sexualidad homosexual y la homofobia. Usted se especializó en estudios de género. ¿Especializarse le ayudó a escribir sobre ello?
“Supongo que sí. Creo que esos estudios me ayudaron a tener una mirada sobre ciertas experiencias vividas que están consignadas –y transformadas– en la novela. Una mirada más crítica y más compasiva. La novela es crítica de la violencia hacia la comunidad Lgbti, pero también es crítica de la violencia homofóbica y machista que se reproduce dentro de esa misma comunidad, que es mi comunidad”.
Hay un tema con la ausencia. La madre es un vacío; el mar, que funciona como Dios, también quita... ¿La ausencia era importante?
“Sí. Hay ausencias tan hondas que se vuelven presencias”.