Intentó escapar de la República Democrática de Alemania (RDA), pero la Policía comunista de Volkspolizei lo atrapó en el intento y terminó preso. Esa es la historia de Klauss Holk. Él trabajaba en el lado este, bajo el mando de la Unión Soviética, y su familia vivía en la República Federal de Alemania, el bando administrado por los aliados de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
Mientras habla con EL COLOMBIANO, Franz, sobrino de Holk, intenta hacer las cuentas del tiempo que su tío estuvo preso, pero los recuerdos de las dos Alemanias se difuminan. Una fianza regresó a Klauss a la libertad y así pasó al lado oeste antes del 9 de noviembre de 1989, la noche que se derrumbó el Muro de Berlín.
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Los alemanes que vivían en el lado occidental podían cruzar con casi plena libertad entre los dos costados, mientras los que estaban del lado comunista no podían salir sin permiso. Franz era uno de los afortunados que estaba bajo el brazo de los aliados y ese día pensaba hacer un viaje entre las dos Alemanias.
Antes de salir vio imágenes en televisión que mostraban cómo el Muro de Berlín caía a manos de los ciudadanos que bailaban sobre la cerca y clamaban su libertad. “Manejé hasta allá. Había muchas luces y personas del este celebrando. Todo era alegría”. Esa noche Franz fue testigo de la caída de la cortina que dividió Alemania y Berlín, como su corazón, durante 29 años.
Así terminó el país en dos
Con el estallido de las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos, en Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, la Segunda Guerra Mundial llegó a su crepúsculo. Meses antes, el 30 abril, las tropas soviéticas se tomaron Berlín y posaron su bandera sobre el Edificio Reichstage, emblema de la administración de Adolf Hitler.
Con el nazismo derrotado, Alemania era un trofeo para los vencedores, que la dividieron en dos bandos: el capitalista de los aliados y el comunista de la Unión Soviética.
“Esos dos actores se unieron para derrotar a Hitler. Sin él, la amistad se rompe. Moscú se convierte en un problema para occidente. Lo que hace Estados Unidos con las bombas es demostrarles a los soviéticos que pueden acabar con una ciudad”, relata el historiador y profesor de la UPB, Diego Bernal. Alemania fue dividida desde que terminó la Segunda Guerra, en 1945, pero las fronteras se hicieron tangibles por el transcurso de la Guerra Fría, de 1947 a 1991.
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Raquel Karl narra que conoció esa época en los documentales que veía su hermano, un adolescente interesado por la historia. Ella nació en 1998, en una Alemania unida. Entonces, su visión de esos años viene de las anécdotas de su familia: “Un bando era una dictadura; el otro, un lugar libre y próspero”. La Alemania de sus ancestros se dividió por los embates de las guerras. La RDA soviética (socialista) erigió esa cortina la noche del 13 de agosto de 1961 ante la inminente migración de ciudadanos del este al oeste.
Comenzó como un alambre de púas y con los años se transfiguró a un paredón en el que cruzar era la meta, pero la ruta estaba mediada por disparos de soldados, minas, perros de persecución, la cárcel y hasta la muerte. La Alemania comunista fortalecía su bloqueo al capitalismo, pero entrada la década del 80, los signos de su debilitamiento aparecieron.
El último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, comenzó las reformas perestroika y glásnost, que consistían en transformaciones económicas y sociales. Al tiempo, territorios bajo la influencia comunista como Polonia llevaban una transición pacífica, se abría la frontera con Hungría –también de ese bloque– y la economía de la Unión Soviética se debilitaba. Y el 9 de noviembre de 1998 una rueda de prensa del primer secretario del Partido Comunista de la RDA, Günter Schabowski, revolucionó Alemania cuando dijo que los ciudadanos podrían pasar el muro sin restricciones. Sus palabras dinamitaron la barrera que separó el país y marcaron un hito para el fin de la Guerra Fría, la caída de la Unión Soviética y el derrumbamiento de la Cortina de Hierro en Europa.
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