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La cueva de los colores, el destino turístico colombiano que une conservación y bienestar

Este espectáculo de la naturaleza está ubicado en la vereda San Cristóbal Alto, a solo 18 kilómetros de Florencia, la capital de Caquetá. Conozca la historia del lugar y de sus guías, la familia Botache Galindo.

  • La cueva de los colores está ubicada a 18 kilómetros de Florencia, Caquetá. FOTO Camilo Suárez
    La cueva de los colores está ubicada a 18 kilómetros de Florencia, Caquetá. FOTO Camilo Suárez
  • Así luce actualmente Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
    Así luce actualmente Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
  • Este es el Charco y la Cascada del Amor de Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
    Este es el Charco y la Cascada del Amor de Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
hace 15 horas
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Mientras camina, don Mario Botache recuerda que donde ahora crecen achapos, palmas y yarumos, hace unos años solo quedaba el rastro que dejaron las sierras después de haber echado al suelo 40 hectáreas de selva. Estos senderos estrechos, pero bien definidos, son asunto reciente: por la Reserva Ecoturística Las Palmas, que en ese entonces ni siquiera existía como reserva, no pasaban turistas, sino ganado. Tampoco él recorría su tierra haciendo de guía como lo hace hoy en día, sino como ganadero.

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Fue hace 17 años que la familia Botache Galindo llegó a la vereda San Cristóbal Alto, en Florencia, Caquetá, justo en el piedemonte andino-amazónico. Quizás por eso, uno de los primeros pensamientos de Gilmar Botache, el hijo mayor de don Mario y actual guía de la reserva, fue que estar allí se sentía como entrar en las profundidades de la selva. “Todo esto, de aquí para abajo, era puro bosque. A la casa, al pie de la casa había como unos veinte árboles de guayaba, y eso eran guacamayas volando, loros... mejor dicho, había muchos animales. Y yo dije: ‘No, pues mi papá se metió en la selva profunda’”, cuenta.

Pero en cuestión de meses los árboles fueron a dar al suelo, y lo que antes era monte quedó pelado, como recuerda Gilmar, para meter las más de 100 cabezas de ganado que don Mario alcanzó a criar allí. Este caso no es aislado. Caquetá es uno de los departamentos más deforestados de Colombia: según el Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono, en 2023 ocupó el primer lugar a nivel nacional y el año pasado el segundo. La ganadería es una de sus principales actividades económicas y, al mismo tiempo, una de las mayores causas del impacto ambiental. Se calcula que hoy en Caquetá hay entre 1,5 y 2 millones de hectáreas destinadas a la cría de ganado, lo que degrada el suelo, incrementa la emisión de gases de efecto invernadero y, como en este caso, arrasa con el bosque aumentando la deforestación.

Así luce actualmente Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
Así luce actualmente Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache

Con el paso de los años, los Botache padecieron esas consecuencias en carne propia. Los diez metros que antes caminaban para recoger leña para la cocina se convirtieron en 100 y luego en 300; el paisaje ya no era el mismo y las preocupaciones tampoco: ahora la urgencia era que el pasto le ganara a la maleza para que creciera más rápido. Justamente en 2013 don Mario se quedó sin alimento para sus vacas y tuvo que pedir prestada a un vecino, varios kilómetros más abajo, una parte de su finca. Unos meses después, el terreno de 200 hectáreas —uno de los más grandes de la vereda— fue vendido a Diana Bermeo, profesora de la Universidad de la Amazonía, quien fue la que trajo la “locura” a San Cristóbal Alto. Y es que así lo pensó don Mario cuando ella le pidió que sacara su ganado de allí, porque lo que buscaba no era la ganadería, sino la conservación.

Mientras que para el padre de los Botache eso no tenía sentido, el turismo sostenible, la restauración de los ecosistemas y la protección ambiental de la que hablaba la nueva vecina llegaron directo al corazón de Gilmar. Así fue como, poco a poco, comenzó a explorar y caracterizar ese territorio que, a pesar de los años, aún guardaba rincones desconocidos para sus propios dueños. Cuevas, cañones y cascadas fueron lo que halló y lo que en los últimos 6 años 1.000 visitantes de distintas ciudades y países han podido conocer.

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Las Palmas queda a 18 kilómetros de Florencia, la capital de Caquetá, y actualmente, uno de sus dos principales atractivos es la cascada y el Charco del Amor de aproximadamente 4 metros de profundidad, de aguas cristalinas, donde se pueden ver peces nadando y que el exganadero convertido en guía llama una hidroterapia natural. El otro es la Cueva de los Colores, única en su tipo en Colombia por la presencia de tonos rojizos y amarillentos en las paredes, uno de los últimos hallazgos de los Botache. A esa cueva, que tiene más de 6.000 millones de años, llegaron apenas hace seis, cuando buscando leña Mario también tuvo que buscar a su compañero, su perro Gringo, que se ganó ese nombre por su pelaje rubio y sus ojos zarcos. Así fue como dieron con la cueva, donde habitan murciélagos frugívoros, nectativoros e insectívoros, Grillos Y también pueden entrar roedores como borugas, guaras, armadillos.

Este es el Charco y la Cascada del Amor de Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache
Este es el Charco y la Cascada del Amor de Las Palmas. FOTO Cortesía Gilmar Botache

Las Palmas ya venía siendo promocionada entre amigos y vecinos desde hacía algunos años. La transición de la ganadería al turismo sostenible no fue sencilla: el trayecto hasta La Palma podía tomar cuatro horas, en vez de la hora y media que demora hoy gracias al mejoramiento de las vías, y a eso se sumaba la desconfianza de las personas cuando se les hablaba de ir a la zona rural caqueteña, una región marcada por el conflicto armado.

En 2019, Las Palmas perdió a su guía, que entonces era Gilmar, y el padre quedó al frente, aunque aún no lo entusiasmaba del todo el mismo “bicho” que a su hijo. “La naturaleza empezó a hablarle a mi papá. Entonces, en ese 2019, cuando hizo algunas actividades, empezó a observar fauna: un oso perezoso, también vio armadillos... cosa que, mejor dicho, nunca se había visto allá en la reserva. Y eso fue tan llamativo para él. También empezó a notar que las fuentes hídricas se recuperaban, que la naturaleza se restauraba”, recuerda Gilmar. Así fue como Mario se fue encantando y convenciendo de la transformación del territorio.

El sí definitivo lo dio ese mismo año durante la ceremonia del Ritual de la Esperanza al interior de la Cueva de los Colores. Allí, don Mario se comprometió a que, así como deforestó 40 hectáreas, también borraría por completo los rastros que dejó la ganadería para dedicarse de lleno al turismo. Y así ha sido en estos seis años. Ahora, más que mostrar las riquezas naturales de la reserva, lo que hacen padre e hijo es ofrecer una experiencia que une sostenibilidad, restauración y bienestar. En los tres kilómetros de recorrido, ambos comparten la historia del lugar y, por ende, la de su familia y de cómo es posible transformar un territorio y trabajar por la comunidad. “Si uno como campesino tala o quema es por desconocimiento. Si alguien llega y le explica que hay otras formas de mantener la tierra, que las tradiciones pueden cambiar para ser mejores, uno lo va a hacer para proteger su lugar”, dice Mario Botache.

Ese mismo ritual que hizo él hace años es el que hoy conduce Gilmar dentro de la Cueva de los Colores, donde los visitantes se adentran 90 metros bajo tierra para conectar consigo mismos y, como quien dice, volver a su centro.

Porque los Botache buscan que el viajero encuentre su misión al recorrer los caminos de la reserva, al igual que ellos hallaron la suya en esos mismos senderos. “Lo que nosotros buscamos con los viajeros es que sientan ese amor por la naturaleza. O sea, que más allá de unos árboles, de unos ríos, de un simple disfrute, entiendan que en esos lugares se puede volver a esas raíces, recordar quiénes somos y cuál es ese propósito de vida, ¿cierto? Que a través de un viaje a una reserva natural uno recuerde que vino a este mundo con una misión, que tenga presente que hay personas importantes y valiosas en la vida, ¿sí? Y que no hay espacio para la culpabilidad, sino para el agradecimiento”, explica Gilmar.

Colombia le apuesta al turismo sostenible

Cada año y en un destino diferente, Acotur realiza su Encuentro de Turismo Sostenible, en el que diferentes actores del sector se reúnen para compartir experiencias y hacer negocios sobre este enfoque que tiene como protagonista a la naturaleza y los procesos comunitarios. En 2025, el evento se llevó a cabo del 29 de septiembre al 2 de octubre en Florencia, Caquetá, donde el fin también fue fortalecer la imagen del departamento y romper los estigmas que durante años marcaron esta zona del país que ahora se caracteriza por sus procesos de reconciliación y desarrollo a través del turismo sostenible.

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