Carla Guelfenbein
Novelista
¿Cómo es eso de ser una escritora y lectora compulsiva?
“Desde niña me gustaron las palabras, y la lectura es sin duda la fuente más poderosa para entrar en su mundo. Suelo leer mucha poesía, porque en ella descubro no solo nuevas, también diferentes formas de usarlas. La escritura es de alguna forma el resultado de la lectura. Hay un paso natural”.
Trabajó muchos años como diseñadora gráfica. También es bióloga. ¿Eso cómo se relaciona con la literatura?
“La ciencia es por sobre todo una máquina de hacer preguntas, y de eso mismo trata la literatura. Hacer las preguntas correctas, las significativas, las que van al fondo del asunto, las que no se quedan en la superficie. Ciencia y literatura requieren la misma rigurosidad intelectual, el mismo compromiso incondicional. ‘Mostrar y no decir’ es una de las máximas de la literatura. Un concepto que es la esencia misma del diseño”.
Escribía diarios, en un ejercicio muy íntimo. ¿Ahí empezó todo?
“Sin duda el haber plasmado desde muy niña el mundo que me rodeaba, tiene que haber influido en el hecho de que más tarde me volviera escritora. En el centro de mi ficción, como en tantas otras, está el ser humano. Como escritora me interesa todo aquello que ocurre tras las puertas cerradas, lo que no se ve, lo que se oculta, lo que no se dice, y era justamente de ese espacio vedado que escribía en mis diarios de niña”.
En el revés del alma exploró el mundo femenino, pero después quiso explorar otros territorios. ¿Por qué?
“En esa primera novela buscaba retratar a tres mujeres modernas que se ven enfrentadas a conflictos reales. Tuvo un gran éxito, fue publicada en España y en toda Latinoamérica. Era tentador seguir escribiendo sobre un universo que me resultaba familiar, el de las mujeres, que me había ganado lectores y abierto las puertas al mundo editorial, pero lo que yo quería era seguir creciendo como escritora, y para eso tenía que aventurarme en otros espacios narrativos y temáticos. De allí surgió La mujer de mi vida, mi segunda novela, que está escrita en primera persona por un hombre inglés”
A veces parece que el mundo quisiera dejarle el tema de las emociones solo a las mujeres, ¿eso es de todos?
“Por supuesto que es de todos, pero aún así, las narradoras nos hemos pasado la vida defendiéndonos del calificativo ‘literatura femenina’, que se la cataloga de ‘intimista’. Sin embargo, mucha de la literatura escrita por hombres también lo es, pero cuando está escrita por mujeres, se le da una connotación de cursi y liviana, mientras que cuando está escrita por hombres a nadie se le ocurre darle estos calificativos. Nunca he oído decir que Madame Bovary, la historia de una mujer frustrada en su matrimonio que busca salir de él por todos los medios, sea una novela cursi ni liviana. Es probable que si hubiese estado escrita por una mujer de su época, ni siquiera hoy sabríamos de ella. Hubiese quedado en el olvido, como una obra ‘sentimentaloide’, ‘intimista’, propia de la literatura que llaman ‘femenina’”.
Contigo en la distancia está inspirada en la escritora brasileña Clarice Lispector. Hace poco en Colombia hubo un debate sobre las diferencias entre hombres y mujeres en la literatura. Usted, como mujer, ¿qué tan incluida se ha sentido?
“El panorama para las mujeres en el mundo, aunque lentamente, está cambiando en todos los aspectos y dimensiones. Tal vez uno de los ámbitos en que menos ha cambiado, es el de la literatura. Hoy las escritoras tenemos que enfrentarnos a los mismos prejuicios que nuestras antecesoras. Si nuestros personajes principales son mujeres, entonces escribimos solo para mujeres, si hablamos de la intimidad y de los sentimientos de nuestros personajes, hacemos una literatura sentimental”.
UN DIARIO, EL INICIO
Le decían señorita vocabulario cuando era niña. Le gustaban las palabras, aunque no se supiera el significado. También escribía diarios, que guardaba bajo su cama con candado. A ser escritora llegó más tarde: su primer libro lo publicó cuando tenía 40 años. Lo llamó El revés del alma. Después de eso se quedó en la literatura, dejó la biología y el diseño, las carreras que estudió antes de cualquier reconocimiento, como el premio Alfaguara, que recibió en 2015 por Contigo en la distancia.
SUS RAICES
Aunque nació en Chile en 1959, viene de una familia de origen ruso-judío. Sus padres se exiliaron en Inglaterra en 1976, tras el golpe militar al gobierno de Salvador Allende. Allí vivió hasta 1987, cuando volvió a Santiago de Chile, donde fue directora de arte y editora de moda en la revista Elle.
A Carla le interesa el ser humano. Sus pequeñeces y sus grandezas. Su intimidad. Eso, sobre todo.
Así empieza Contigo en la distancia: “En algún lugar del planeta alguien cargaba con tu muerte”.