Tal vez, en escasos diez meses, el mundo se prive de ver en competencia a Caterine Ibargüen... Quizá, pues solo esta estrella del atletismo, y que ha demostrado no tener límites, sabe si su cuerpo aún está preparado para darle más alegrías a Colombia.
Por lo pronto cuenta, con seguridad, que “los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 marcarán el final de mi carrera deportiva”. Así lo confesó, en charla con EL COLOMBIANO, la mujer que ganó todo en el salto triple y que, a sus 35 años de edad, continúa dando destellos de calidad y es fuente de inspiración.
La antioqueña volvió a mostrar temple y categoría en un año difícil pero gratificante pese a la fascitis plantar que debió ser corregida mediante cirugía un mes antes del Mundial en Doha. “Competí contra mí misma, contra mis temores, los dolores. Por eso el bronce me dejó muy contenta, sobre todo al estar presente luego de todo lo que pasó. Lo que viene ahora es trabajar para Tokio”.
¿Cuál es su mayor triunfo?
“Haber nacido en Colombia”.
Usted en una palabra...
“Responsabilidad”.
¿El momento crítico?
“1999, el año que me separé de mi familia”.
El más especial...
“Conseguir el oro olímpico en Río-2016”.
¿Es celosa?
“Bastante (risas)”.
¿Cómo se considera como hija?
“Me falta un poquito, porque pienso que a las mamás se les debe dar todo”.
Y de nieta, ¿cómo se comporta?
“Excelente”.
Ahora no diga que es una gran tía...
“Pues sí, la mejor”.
De las pistas a las pasarelas, ahora hasta se le observa modelando...
“Así es, otro ámbito. Me siento muy contenta porque así se puede mostrar la feminidad que tienen las deportistas. Estoy abierta a las oportunidades que me dé la vida”.
A usted la ven como un espejo a seguir, un ejemplo de superación...
“Siempre he dicho que mi vida está llena de sueños y lucho día a día para hacerlos realidad, porque considero que la mente no te engaña. Si un sueño se mete en tu cabeza es porque puedes alcanzarlo. De verdad que es bueno que muchas personas se identifiquen con lo que ha sido mi proceso”.
Tiene muchas personas a su alrededor, entre ellas, ¿a quién admira?
“Hay un sinnúmero de ellas, pero admiro en especial a mi profesor Ubaldo Duany”.
¿Por qué?
“Soñó e hicimos realidad lo anhelado”.
¿Cómo se fortalece?
“Soñando”.
¿Un libro?
“Cien años de soledad”.
¿Cree que su vida da para escribir un libro?
“Sí, tiene cosas interesantes”.
¿Qué le brinda paz?
“Ver a mi familia tranquila”.
¿Qué no perdona?
“La ingratitud”.
¿Qué la hace sentir feliz?
“Las medallas de oro”.
¿Qué propuesta no desperdiciaría?
“Competir”.
Un dolor de cabeza...
“Una lesión”.
¿Qué piensa de los Juegos Tokio-2020?
“Ahí estamos...”.
¿Y después, continuará compitiendo?
“No, no, mi retiro de las pistas no está lejos, me faltan diez meses, voy hasta la Olimpiada, eso creo”.
¿Y entonces qué viene después de lograrlo todo?... ¿Acaso hijos?
“Sí, pienso que esto hace parte del proceso de la vida”