En el recuerdo de Fanny Atehortúa permanecen las tardes en las que se volaba de su casa y se iba a ver jugar fútbol a su novio Fermín Betancur, un defensa central de Sulfácidos Nacional.
A Fermín le decían Machete. Era uno de esos centrales recios, duros, que no escatimaban en fuerza a la hora de chocar. “Al mejor estilo Gerardo Bedoya”, relata.
Fue en esos espacios que logró enamorar a su compañera de toda la vida -van a cumplir 50 años de casados-, gracias a la pelota de fútbol.
Incluso, entre sus hijos está Oswaldo Betancur, quien estuvo en el primer Ponyfútbol, en 1985.
Después de 32 años, hoy viven con emoción este certamen, porque la vida les trajo a un nieto, Ismael Zapata, que es guardavallas de Juan Pablo II, que ayer avanzó a cuartos de final del torneo.
“Yo no sé ese muchacho de dónde salió arquero, a mí me da mucho susto porque tiene una responsabilidad muy grande”, dice la abuela.
Es que Fanny no escatima energías a la hora de alentar a su nieto y, en este caso, al equipo con el juega esta edición del Festival. Grita, se mueve de un lado a otro, toma un respiro y vuelve a animar.
Fermín, en silla de ruedas, por culpa de un derrame cerebral desde hace 16 años, se limita a aplaudir y a mirar con pasión el juego. “Vea, este deporte es algo que les ayuda a crecer bastante, por eso yo trato de estar con él siempre”.
Los dos, inseparables y con un lugar privilegiado en la parte baja de la cancha Marte, cautivan a todos los espectadores y jugadores. Pero, el que más se motiva con esa presencia es el propio Ismael. “Ellos son mi inspiración, mi fuente de lucha, gracias a que ellos siempre quieren lo mejor para mí es que estoy acá”.