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Tras 204 partidos, más de 18,360 minutos y 560 goles, Arsenal y Chelsea jugarán este 29 de mayo la final de la Europe League. Un imponente estadio con asiento para más de 70 mil personas, en Azerbaiyán, será el escenario del ultimo partido de la segunda competición más importante de Europa.
Millones de espectadores están invitados a ver el encuentro desde un sillón en la comodidad de su casa, tal vez entre amigos o con la pareja. Así también lo tendrá que ver Henrikh Mkhitaryan, el centrocampista ingles, jugador del Arsenal, quien pese a que hizo todo para que su equipo llegara a esta instancia, no jugará el partido definitivo.
Mkhitaryan no está lesionado ni suspendido. Su “error” fue haber nacido en Armenia, un pequeño país ubicado entre Asia y Europa que mantiene una guerra de facto con Azerbaiyán por la soberanía sobre un territorio. A pesar de que la UEFA aseguró que la seguridad del jugador estaba completamente garantizada, Mkhitaryan se negó a ingresar a ese país.
Laurent Koscielny, capitán del Arsenal, criticó a la UEFA en la BBC por conceder la final a Azerbaiyán: “No estoy muy contento porque necesitamos dejar a un jugador atrás y no puede jugar en la final. Cuando un país tiene un problema político con otro, no le deberían dar la final a ese país”.
El debate entre política y fútbol no es nuevo y esta no es la primera vez que los conflictos entre naciones y culturas se enfrentan en una cancha.
El fútbol, una manifestación política
Los goles fueron de dos argentinos. Juan Carlos Díaz y Juan Gilberto Funes marcaron las dos únicas anotaciones del encuentro que Millonarios le ganó a la Unión Magdalena la noche de ese miércoles 6 de noviembre de 1985 en Bogotá. Nadie, sin embargo, los celebró.
No hubo gritos de felicidad, solo de dolor y desesperación. A 10 kilómetros de distancia del estadio El Campín, mientras la televisión transmitía el partido que daba inicio a los octavos de final del fútbol colombiano, el M19 se tomaba a la fuerza el Palacio de Justicia y el Ejército usaba toda su fuerza para recuperarlo.
Aún no hay una certeza de quién ordenó a los medios de comunicación trasmitir fútbol cuando el país afrontaba una de las peores crisis de su historia. Noemí Sanín, quien entonces era Ministra de Comunicación, ha negado desde ese día que su oficina haya emitido cualquier orden de censura, sin embargo, los medios han sostenido que desde el gobierno se tomó la decisión.
Lo cierto es que durante esas horas el fútbol fue utilizado para ocultar información pública y desviar el debate y el interés de los colombianos. “El deporte se han constituido históricamente, desde su creación moderna, como una herramienta política. A principios del siglo XX el fútbol justificó ideologías o movimientos como el nacionalismo y el fascismo”, señala Alejandro Villanueva Bustos, magister en sociología e investigador social y doctor en ciencias del deporte.
Ejemplos no faltan. En 1934 el mundial de ese deporte se jugó en Italia, un país en ese entonces dominado por Benito Mussolini. El presidente fascista se esmeró por utilizar el evento como un pantalla de los supuestos logros de un gobierno autoritario que ya cumplía 12 años en el poder. Sin que la Fifa pudiera evitarlo, las ciudades se llenaron de carteles de jugadores italianos haciendo el saludo fascista, los partidos contaron con alta presencia del gobierno y la selección italiana se vio enormemente presionada para ganar la competición.
Así lo haría, no sin polémica. El Mundial de Fútbol de Italia quedó manchado con serias acusaciones de compra de partidos. Jugadores italianos reconocerían mucho tiempo después que la presión sobre ellos fue tanta que sintieron que si no ganaban podían estar en peligro.
Solucionada la Moción de Censura, vamos con un hilo de un evento político/futbolístico histórico: el Mundial de Italia 1934. Conocido como el Mundial de Mussolini.
— Ángel Iturriaga (@anituarco) May 31, 2018
Tres años después, y en medio de unos juegos olímpicos que paralizaron la Alemania de Hitller, Perú y Austria jugaron un partido por los cuartos de final de ese torneo. Era 8 de agosto de 1936. El encuentro se fue a tiempo extra y finalizó con un marcador de 4-2 a favor de los sudamericanos. Pese al resultado, los austriacos reclamaron una supuesta invasión al campo de hinchas peruanos y la Fifa ordenó, sin escuchar la posición peruana, repetir el partido a puerta cerrada.
La decisión indignó a la delegación de ese país que recibió orden de volver a Perú. La representación colombiana también abandonó los juegos en señal de protesta. Los anteriores casos son solo algunos. En América Latina las dictaduras de Argentina y Brasil también utilizaron al fútbol como carro de propaganda.
Si política y fútbol han tenido una larga relación, ¿por qué ahora la Fifa guarda tanta reticencia a cualquier manifestación en medio de un partido?
La Fifa y la política
“La Fifa no le teme a la mezcla del fútbol con la política, le teme a la mezcla del fútbol con la política que a ellos no les gusta o conviene. Ellos han politizado el fútbol pero han desarrollado una política hegemónica. La Fifa es política cuando dicen que ni siquiera el Estado los puede intervenir; cuando afirma que es autosuficiente para juzgar sus propios criminales; cuando dice que no tiene que dar cuentas tributarias o de impuestos”, señala Villanueva.
Durante los últimos años la organización rectora del fútbol en el mundo ha dado un nuevo impulso a los esfuerzos por mantener alejada cualquier manifestación política de los escenarios dedicados a este deporte. Tal vez por eso pocos entienden algunas de sus decisiones.
Hoy, cuando el balón ruede en Azerbaiyán, habrá toda una nación, Armenia, segura de que la política también mete goles.