“Todas. Ella era una madre amante de sus hijos: sus cuadros. Me lo expresó varias veces. Por una razón o por otra. Por problemas que le ocasionaron, por señalamientos, por la dificultad en su creación”.
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Cuenta el historiador Vedher Sánchez, amigo de Débora. “El cuadro Masacre del nueve de abril le costó mucho sufrimiento. Iba oyendo por radio lo que ocurría en el país, en especial en Bogotá. Era también la tragedia de la muerte de alguien muy cercano: Jorge Eliécer Gaitán era casado con Gloria, amiga de Débora”.
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La pintora Libe de Zulategui comenta: “A ella le gustaban mucho sus desnudos y los cuadros de asuntos sociales, de familia, de prostitutas, de borrachos... Pero no decía: ‘tengo uno en especial’. Decía: ‘Son todos. Qué le vamos a hacer’”.
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Cristóbal Peláez, el teatrero, la entrevistó en sus tiempos de periodista para el periódico El Señorial, de Envigado, en 1985. En el diálogo aparece esto:
“CP: ¿Tiene algún cuadro que prefiera en particular?”
DA: “Tengo varios. Hay uno que sí es muy especial entre ellos. La historia es que aquí, con nosotros, trabajó en el servicio durante toda su vida una mujer. Murió de 92 años. La pinté, pero ella estaba muy disgustada porque yo hacía unos mamarrachos muy feos; decía: ‘Ay, cómo me irá a pintar de fea’. Era muy querida y al final me posó. En el cuadro quedó la viejita con un vestidito morado y unas alpargaticas, tan linda ella. Ese es un cuadro que prefiero. También hay otros sobre la maternidad de una mujer que está parada de perfil con un tejidito en las manos”.