Por: Jorge Caraballo
Víctor Gaviria es poeta, director de cine y este episodio es muy significativo para mí, porque cuando yo empecé a planear afueradentro, en 2021-2022, cuando eso era solo una idea, una posibilidad, algo que quizá podría ser un podcast con personas creativas en Latinoamérica, comencé a hacer una lista con esas personas a las que me gustaría invitar. Los invitados soñados, y la primera persona que puse en esa lista, la primerita, apenas abrí el documento y ahí está: es Víctor Gaviria.
Yo conocí a Víctor, como la mayoría de las personas, por sus películas: La vendedora de rosas, Rodrigo D., La mujer del animal, Sumas y restas. Pero hace unos meses, en 2024, la editorial Planeta publicó un libro con su poesía reunida. Yo sabía que Víctor, además de hacer películas, era poeta. Me había encontrado con algunos de sus poemas en revistas o en blogs, y me gustaban. Me parecían buenos, pero nunca había explorado esa obra con detenimiento. Para mí él era un director de cine.
Y cuando leí ese libro —se llama Órbita de cosas olvidadas— que reúne poemas entre 1978 y 2024, tuve una revelación. Es como si de repente, en ese universo de poetas amados, de poetas admirados, queridos, llegara este ser inesperado a hablar de algo que a mí me resulta muy íntimo, porque soy de Medellín, como él. Soy del occidente de Medellín, de barrios del occidente de Medellín, y aunque somos de generaciones muy distintas, es una persona que ha mirado esta ciudad y ha vivido esta ciudad como muy pocas.
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En tus primeros libros uno siente una mirada de alguien muy cómodo en su territorio, y su territorio es el occidente de Medellín, su territorio San Jerónimo, su territorio son esas mangas donde se encontraba con las amigas. La poesía tuya es eso: es la mirada de alguien que está habitando un espacio muy cotidiano, muy ordinario, muy simple, tratando de entender qué es lo que hay ahí...
“Qué bueno que digas eso, porque en ese primer poeta todavía no había hablado con esos otros barrios que conviven con uno. Claro, esas realidades estaba obviamente cruzándose con uno en los autobuses, en las esquinas. Porque ese mundo, aunque uno no haya ido a los barrios en esa época, ya estaba en todas partes y uno lo sentía de alguna manera, lo intuía. Gravitaba sobre uno, como una tarea por hacer, como una responsabilidad, como algo por descubrir. Estoy hablando del poeta de clase media, que está en estos barrios de Florida Nueva, de San Joaquín, y todo eso, pero siempre con la idea de que después fue otro momento. Había una expectativa muy importante para mí. Yo hacía parte de una revista, hablaba con Darío Ruiz Gómez. Creo que Darío fue a mi cumpleaños 22”.
Comenzaste a compartir con poetas desde muy pequeño...
“Entré a la universidad en el 73. Estudié un primer semestre de matemáticas puras por la influencia de Jorge Alberto Naranjo, que había sido profesor mío en el colegio Calasanz. Él era profesor de física en la Nacional, entonces yo voy a estudiar matemáticas. Luego de una huelgas tremendas, me fui a estudiar psicología, la otra opción que Jorge Alberto me dio a mí”
Parecen mundos muy distantes...
“En quinto de bachillerato tuve la fortuna de entrar a unos grupos de estudio que fueron fundados por Estanislao Zuleta. Él fundó unos grupos de estudio en la ciudad, y cada grupo de estudio tenía una persona que lo lideraba, que era como una especie de discípulo de Estanislao Zuleta. Eran muchos grupos, podrían ser 30, 40, 50 grupos de estudio, cada uno de 10, de 15 personas, que eran liderados por una persona. Eran grupos preparados para cambiar el país. Queríamos una revolución por el pensamiento mismo. La tarea de esos grupos fue estudiar los cuatro primeros capítulos del Capital, de Karl Marx, estudiar a Freud, La interpretación de los sueños, y estudiar a Nietzsche, La genealogía de la moral. Y leer algunos libros de Thomas Mann, La montaña mágica.
Del grupo en el que yo estaba todas se volvieron unas personas activas intelectualmente. Fueron profesores, profesoras, psicoanalistas, escritores, poetas. No hubo alguien que no saliera es esa línea. Y nos reuníamos en las casas de los miembros del grupo”.
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¿Qué es lo que los hacían tan importantes o tan definitivos para quienes estaban ahí?
“Eran unas tareas muy concretas y con unos elementos muy importantes. Trabajamos a los tres grandes pensadores que habían cambiado el siglo XX, mostrando que hay un determinismo. Con Freud supimos de la determinación por el inconsciente. Con Marx de las determinaciones por los procesos económicos. Y Nietzsche hizo todo ese análisis de la moral. Yo nunca fui muy estudioso...”