Se volvió costumbre en cada enero encontrar a Cartagena de Indias transformada en una catedral para escuchar y aprender del género clásico. Como un viejo sabio, el compositor, pianista y musicólogo Giovanni Bietti, reconocido como uno de los mejores conferencistas de Italia, viene cada año a hacer sus famosas “lezioni di musica” (lecciones de música), emocionantes charlas pedagógicas que recorren épocas, movimientos e intérpretes, con toques en vivo.
Con un piano y un micrófono de diadema, el divulgador europeo hace para cada edición del Cartagena Festival Internacional de Música diferentes conversatorios que ayudan a dar contexto para entender al artista. Puede explicar, por ejemplo, cómo la canción La Trucha, de Franz Schubert, compuesta en 1817, se puede apreciar a través de cada nota. A través de su piano muestra a los peces saltar “en un claro arroyuelo” de sonidos que imitan a la especie.
Giovanni Bietti volverá esta semana a la ciudad amurallada con un ciclo de cinco conferencias-conciertos para la edición 14 del evento que irá del 4 al 12 enero. Entre otros temas, hablará de la ópera más allá del estilo clásico, del lied (canción) romántico y del concepto del festival para este año: lo bello y lo sublime.
14 años en la Heroica
El director general del evento desde 2013 es el maestro Antonio Miscenà. En sus manos está la curaduría y el concepto general. En 2016, por ejemplo, se recuerda cómo buscó el festival evidenciar la relación entre la música y la ciencia. En 2020 buscó unir dos conceptos, lo bello y lo sublime, a partir de artistas de la talla de Haydn, Mozart, Beethoven y, especialmente, Schubert. Este último, “es un músico que escribe con contenidos y formas clásicas pero adapta a una manera suya de componer que es casi romántica”, explicó a EL COLOMBIANO hace un mes el italiano.
En cuanto a la asistencia, desde la primera edición, en 2007, se hicieron conciertos en escenarios como el Teatro Heredia, en las capillas de Santa Clara y Santo Toribio, y algunos gratuitos en la plaza de San Pedro Claver. En esa primera vez se vendieron más de 5.000 localidades y más de 3.000 personas entraron gratis a presentaciones, conferencias y talleres.
El promedio anual desde entonces ha aumentado. Según el sitio web oficial, el Festival tiene una asistencia cercana a los 25.000 espectadores de los que se han beneficiado más de 600 estudiantes y jóvenes músicos del país.
El encanto
Para el crítico y periodista musical Jaime Andrés Monsalve, la importancia del evento la atribuye a que es “difícil tener en tan poco tiempo a una serie de virtuosos tan interesantes en el mismo lugar... El Festival trae a lo mejor de lo mejor de la música clásica del mundo”.
Cuenta que ha visto a grandes figuras de la dirección orquestal como el compositor Rinaldo Alessandrini; al joven pianista Víkingur Ólafsson, nombrado como Artista del año en octubre de 2019 en los premios Gramophone; o al tenor mexicano Javier Camarena, cuando aún no era la estrella del bel canto (estilo asociado al canto italiano) en la que se ha convertido.
Además, parte del encanto de este encuentro lo tiene la misma ciudad amurallada, que convierte el viejo fortín en escenario para la música. Cuenta Juan Carlos Garay, crítico musical y asesor del evento, que los periodistas y artistas de Europa les llama mucho la atención la arquitectura donde se hacen los conciertos, especialmente en iglesias y capillas.
“Son edificaciones del siglo XVIII o anteriores, y la música clásica pertenece a esos tiempos. La de Santa Teresa o Santa Clara, por ejemplo, tienen la acústica para este estilo”. El experto, que ha visitado 13 de las 14 ediciones, indica que la programación en estos espacios ni siquiera se amplifica y, en su lugar, se utiliza el eco de la piedra propia de cada espacio”.
Acercar al público
Juan Carlos Garay cree que el género puede intimidar, pero que este tipo de encuentros genera otro tipo de acercamientos con los conversatorios o las actividades paralelas (como las lezioni de Giovanni Bietti).
“El Festival es un generador de empleo muchos de los cuales son locales. Estudiantes tienen la opción de aprender con los invitados o a través de la logística de eventos. Las personas pueden ir a los eventos con lo mínimo, como una previa inscripción, etc.”
Por su parte, Jaime Andrés Monsalve destaca que la labor del Festival va mucho más allá de 10 días de invitados. Este encuentro ha dejado “el taller de lutería, una orquesta filarmónica para Cartagena, el fomento de repertorios nacionales y los estrenos locales...”. El hecho de que sea una urbe pequeña y turística es otro atractivo para atraer más espectadores. La ciudad vieja se puede caminar: la emblemática plaza de San Pedro Claver, la entrada turística del complejo, está a unas cuantas cuadras el Teatro Adolfo Mejía y del Claustro La Merced.
Otro punto es la temporada. “Es época de vacaciones, hay gente del interior y extranjeros que vienen a Cartagena y convierten esta época en un encanto adicional. Incluso hay algunos que saben que hay planes armados por los hoteles con boletas incluidas”, comenta Garay.
La edición 14 de este año quiere representar el clasicismo, con compositores como Haydn, Mozart y Beethoven. En total serán 36 presentaciones. Habrá una transición entre ese clasicismo al romanticismo, con Franz Schubert como compositor destacado y figura central del Festival en 2020.
“Es un músico que escribe con contenidos y formas clásicas pero adapta a una manera suya de componer que es casi romántica”, explica Antonio Miscenà en un comunicado oficial del encuentro, que abarcará un periodo de 60 años (entre 1781 y 1830) en el que intervendrán cerca de 255 artistas, algunos de lujo (ver Ayuda).
Desde hace 14 años el certamen de la Heroica se reúne alrededor de un concepto. Este año se hace una pregunta esencial, ¿cómo definir lo que es bello? Miscenà señala que en el siglo XVIII se aludía a piezas que eran “claras, proporcionadas y en las que las melodías se escuchaban bien”. Esta semana es una oportunidad para escucharlas desde Cartagena..