Aunque lo cuenta en ese tono medidamente sosegado, la determinación que Darío Villanueva muestra para el futuro de la Real Academia Española (RAE) que no carece de ambición.
El director de la RAE habló sobre diferentes temas, desde lo financiero hasta la tecnología.
Ya ha pasado casi seis meses en el cargo. ¿Con qué se ha encontrado?
“Fundamentalmente, la importancia que tiene la dimensión americana del puesto. La Real Academia Española preside la Asociación de Academias y eso significa que es la voz de todas ellas ante determinadas instancias. Por ejemplo, los gobiernos de aquellos países que cuentan con una. Ahora somos 22, a la espera de la incorporación de la nueva institución ecuatoguineana”.
¿Cuál es esa situación financiera de la RAE?
“Existen tres fuentes de financiación: una asignación del Estado que en el momento más boyante nunca superó el 50 por ciento del total del presupuesto. Otra fuente de financiación eran las obras de la Academia, diccionarios, ortografías, gramáticas y de otro tipo, incluidas las literarias. Por último, otra fuente de ingresos es la que procede de la Fundación Pro-Rae, en la que están metidas desde las empresas del Ibex a las comunidades autónomas y también benefactores particulares. Los rendimientos de dicha fundación también han disminuido”.
¿Cuánto hace que no abre un diccionario de papel?
“Lo sigo haciendo porque en las reuniones que tenemos trabajamos con un ejemplar de papel”.
Sí, pero si está trabajando en su despacho con el ordenador..., ¿cuánto tiempo hace que no lo abre?
“Claro, claro que sí, es evidente. Nosotros en ese sentido no mostramos una actitud plañidera. Hicimos un simposio sobre la situación de los diccionarios en la era digital el pasado noviembre. Los editores europeos nos dijeron que el mercado de la lexicografía había experimentado un decrecimiento del 60 por ciento en los últimos años. En ese sentido, estamos contentos por haber tomado la decisión –en su momento controvertida– de digitalizar nuestro diccionario y dejarlo en línea gratuitamente”.
¿La tecnología nos dará muchos disgustos lingüísticos?
“Tendremos que encajarlos. Lo que toca es no adoptar posturas numantinas ni apocalípticas”.
¿Por dónde se empezaría?
“Por el Diccionario. Para ello, aparentemente, la tarea es muy sencilla. Hace 10 años agarramos uno gutemberiano, es decir, un libro, y lo adaptamos en la Red. Ahora se trata de lo contrario”.
¿No resulta más útil cualquier veinteañero creador de apps que un filólogo en ese nuevo rumbo hacia la digitalización?
“Unos y otros. Independiente de que los filólogos y los no filólogos han asimilado perfectamente las nuevas tecnologías. Ya contamos con lingüistas como Guillermo Rojo, especialista en informática desde los años setenta. Yo lo recuerdo trabajando con fichas perforadas, viene de allá. No hay que pensar que esta es una alquimia exclusivamente accesible a los veinteañeros”.
¿La última palabra que ha provocado más tensión? “Selfie”.
¿Y la de más consenso?
“Tableta, aunque parezca algo un poco ridículo. Como comprenderá, en eso no nos hemos herniado”.