Uno de los puntos que ejemplifica la diferencia entre unas oficinas antiguas y otras modernas es que las primeras tienen unos puntos de reunión poco acogedores, que no invitan a pasar tiempo en ellos. Las segundas, en cambio, las tienen como puntos centrales que invitan a pasar un buen momento, a socializar, conocer, intercambiar ideas y descansar la mente.
Es un cambio radical que se ha dado en pocos años, más de uno lo habrá presenciado, de lugares que se sospechaba arruinaban la productividad a unos que fomentan el pensamiento creativo. Y todo se dio por la evidencia científica y la neuroarquitectura, explica el arquitecto chileno Victor Feingold en una conferencia de Youtube con ese nombre.
Este movimiento es la unión entre la arquitectura y los estudios neurocientíficos, explica Daniela Tobón, diseñadora industrial y de interiores, ponente en la charla Neuroarquitectura: Dialogando con los entornos, que hará parte de los contenidos académicos en La Feria de Diseño Medellín 2021 (Ver recuadro), que inicia hoy.
Solucionar el espacio
La profesora de arquitectura y asesora en Talleres de proyecto en la UPB, Clara Duque, define la arquitectura como “un arte-ciencia que consiste en imaginar, proyectar y construir espacios. Es geometría a escala humana, que transmite emociones. Tiene alma, sin ella no hay poética en la espacialidad y por tanto no hay arquitectura”. Es decir, se utilizan los elementos a disposición para cumplir con una intención que son, por ejemplo, el confort, transmitir algún valor, algún mensaje, fomentar la creatividad, castigar.
Para abordar cada una han surgido movimientos que han buscado dar solución a estas problemáticas desde distintas perspectivas. En general se basan en la intuición de los arquitectos que “debe ser tamizada varias veces por la investigación, la reflexión, la experimentación, el ensayo (y el error), y ser depurada y ‘fermentada’ por el conocimiento”, cuenta Duque.
La neuroarquitectura, en su caso particular, busca una mirada puramente científica, revisar qué espacios del cerebro se activan con cierto color, con distintas alturas de techos, si alguna cantidad específica de luz tiene un efecto en la mente, o qué cantidad de plantas activan las zonas creativas. Es una mirada científica que se complementa con datos la visión de los arquitectos, explica Tobón.
Espacios que inspiren
“Aunque no fue llamado neuroarquitectura, se ha estudiado la relación humano-entorno a lo largo de la historia, desde miradas multidisciplinares, porque el ser humano se desarrolla 90 % en un entorno construido”, afirma Tobón. La primera “inició oficialmente con el aporte de Jonas Salk”, añade él, quien desarrolló una de las primeras vacunas contra la poliomielitis. Él mismo contó a mediados de los 50 que mientras trabajaba en su laboratorio que estaba en un sótano con poca luz en la Universidad de Pittsburgh, buscando la forma adecuada para sintetizar su vacuna, tuvo un colapso y se tomó una licencia.
Viajó a Italia “y se fue al Convento de San Francisco de Asís, una construcción del siglo XIII que contaba con hermosos y amplios jardines para recorrer. En sus paseos por el jardín llegaban ideas y soluciones”, explica el experto. Finalmente volvió de su viaje con la solución de su vacuna, una forma distinta que nunca había pensado en Estados Unidos y también con la idea de que la buena arquitectura fue clave para superar su bloqueo.
Para desarrollar esa nueva idea convocó a su amigo personal, el arquitecto Louis Kahn, y juntos construyeron el Instituto Salk donde ambos aportaron ideas desde sus ramas de conocimiento, la científica y la artística, para encontrar y aplicar conceptos que inspiraran la mente. Así nació la neuroarquitectura.