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Haga de cuenta que está en la mitad de la selva. Es de noche, no se ve casi nada, solo las sombras. Hay muchas. Pareciera que el viento le susurra al oído, pero no hay viento. Lo que sí hay son pájaros y los escucha cantar. A esos los ve, además. Son muchos y de colores: azules, amarillos, rojos, grises. Siente cómo late el corazón de la naturaleza.
Dicen que en las cosas más minúsculas está la clave de la vida. Eso es lo que muestra el maestro Nadín Ospina en su exposición La preponderancia de lo pequeño en el 45° Salón Nacional de Artes, Mutis 2020, que por estos días se ve en el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia (MUUA).
Esta instalación multimedia de Ospina muestra diversas especies de aves de la fauna local colombiana, todas hechas en bronce. Al frente hay una pantalla que proyecta imágenes de la expedición botánica de José Celestino Mutis, acompañado de una composición musical creada por el músico chileno Kito Satori. Este espacio de inmersión envuelve al público por los elementos artísticos que la componen.
Esta no es la única exposición del Salón: hay otras seis. En total son siete dentro de un mismo lugar, cada una con su espacio y sin un orden específico para recorrerlas. Son siete que fueron escogidas dentro de un proceso de selección en las que los jurados recibieron 115 propuestas de artistas de todo el país. “Valoramos las propuestas que tuvieran una interlocución con el pensamiento de Mutis en lo referente a su puesta en diálogo sobre los saberes y conocimientos de distintos entornos culturales, sus modos de abordar la complejidad entre las relaciones de la especie humana con las no humanas y los entornos naturales”, dice Laura Zarta Gutiérrez, curadora de este Salón.
En el segundo piso hay otra: Flora de Bogotá. Expedición Felipe-Juan del artista plástico Alberto Baraya. Es una especie de herbario de plantas artificiales que en lugar de estudiar la naturaleza vegetal se estudian sus reproducciones.
“Toma una vertiente de una práctica artística de principios del siglo XX conocida como El arte relacional, este artista lo que hace es echar mano de otras disciplinas como la botánica para ampliar las fronteras creativas y las preguntas que puedan aparecer, es un artista actuando como un científico”, señala Óscar Roldán Alzate, director del Museo Universidad de Antioquia (MUUA).
Esta expedición botánica urbana lleva 20 años ejecutándose. Es una amplia colección de plantas falsas hechas en plástico, tela, papel y alambre. Además, se cuentan más de 4.000 fotos de casas, restaurantes, complementos de moda, aeropuertos, entre otros lugares del mundo donde se utilizan plantas artificiales.
Al recorrer la propuesta de Baraya, dice Roldán, surgen muchas preguntas: ¿Llegará el momento en el que el ser humano podrá cambiar la naturaleza por lo artificial? ¿Qué es lo real y qué no? ¿Cómo entran a hacer parte de los entornos sociales y familiares?
En la planta baja del museo hay otras dos muestras. A la derecha Partículas elementales. Inventario de rocas del Servicio Geológico Ápex, de Nicolás Bonilla, quien extrajo de su imaginación “todo lo que sea posible”. ¿Por qué? Ninguna roca (piezas de cerámica) es verdadera, todas fueron hechas por él. “Son una creación fantasiosa de un mundo inexistente, no son réplicas de ninguna piedra y eso es lo fascinante”, señala el director.
Al otro lado está De la piedra a la Cueva, de Mónica Naranjo. Son rocas sedimentarias (surgen y se transforman sobre la superficie terrestre). Es como una especie de cueva en la profundidad del museo, “un viaje por la tierra, son rocas suspendidas que te hablan desde su carencia”.
Y hay más
Las tres exposiciones restantes están en el primer piso. La primera es Métodos, exploraciones y excusas para aproximarse a un paisaje inacabado, de Ana María Espejo, una aproximación poética del lenguaje de las plantas.
“Hay diferentes piezas que giran en torno a la naturaleza y el territorio, la experimentación con material de archivo y el análisis del paisaje como marco de referencia”, explica la curadora Zarta. Es una propuesta íntima que trata de generar una unión común: algo que va más allá de un jardín.
En la mitad del lugar está En búsqueda de la flor de vientre, una obra del artista indígena Nenjamin Jacanamijoy. Son composiciones geométricas (similares a los mandalas) llenas de simbología que representan elementos importantes de la cultura inga ubicada en el Valle del Sibundoy (Putumayo).
“Es una serie de fotografías y a partir de composiciones digitales creó estas piezas que hablan de la memoria de cada uno de los seres vegetales, animales y humanos. Son cerca de 60 piezas que abrazan la escalera central del Muua”.
La última exposición tiene como nombre Derivas del paisaje y es del artista antioqueño Edwin Monsalve y con la que señala observaciones sobre el territorio natural, social, ecológico y político del paisaje contemporáneo. “Es una propuesta contundente”, dice Roldán. Son piezas hechas en papel que llevan a reflexionar sobre las transformaciones del territorio a raíz de las diferentes acciones del hombre: explotación, apropiación y contaminación.
Para visitar estas obras no se necesita saber nada, solo dejarse cautivar. Los artistas proponen la experiencia artística, y el visitante pone el resto para adentrarse simbólicamente en estas propuestas llenas de lenguajes posibles
Periodista. Hago preguntas para entender la realidad. Curioso, muy curioso. Creo en el poder de las historias para intentar comprender la vida.