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En Barrio Colombia el arte se sale de los museos

Dos arquitectos y un artista crearon un proyecto para ver los espacios con distinta luz, la del arte.

  • De izquierda a derecha: Picasso Domínguez,Sebastián Mejía, Juan Manuel Peláez, Alejandro Tobón y Camila Ángel. En el montaje de De noche, todos los gatos son pardos. FOTO: Carlos velasquez.
    De izquierda a derecha: Picasso Domínguez,Sebastián Mejía, Juan Manuel Peláez, Alejandro Tobón y Camila Ángel. En el montaje de De noche, todos los gatos son pardos. FOTO : Carlos velasquez.
13 de julio de 2023
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“El espíritu sopla donde y cuando quiere”, dice un texto antiguo. Y eso es justamente lo que está pasando en el circuito del arte de Medellín: por una serie de sinergias y coincidencias el barrio Colombia se ha convertido en el epicentro de las artes plásticas de Antioquia. En una zona de pocas cuadras a la redonda se han abierto estudios que albergan las obras de los pintores, las experimentaciones de los escultores y los materiales de trabajo de artistas afines.

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Más allá de lo formal, las propuestas que florecen en este sector tienen una peculiaridad: son, al menos de momento, el resultado de un modelo de gestión alternativo. Es decir, sin romper con las instituciones tradicionales, procuran conservar una distancia con los museos, las galerías y los mecenas tradicionales. Los artistas allí radicados quieren un arte no solo distinto en el trazo sino también en la gestación. Algo más comunitario.

Y esa efervescencia creativa es un fenómeno de puertas abiertas. No se restringe a los artistas de oficio. Eso explica en parte la aparición de Eco, espacio experimental, una iniciativa de los arquitectos Camila Ángel y Sebastián Mejía y del artista Alejandro Tobón. Una charla sobre una carencia fue la semilla conceptual del proyecto.

En una ocasión, Camila –arquitecta de la UPB– y Sebastián –arquitecto de la Nacional– se encontraron para ponerse al día de la vida del otro. Y así salió el tema del viaje de Sebastián a México y su visita a una sala de exposiciones en ese país. Se trataba de un sitio en el que los arquitectos trabajaban de otra forma con los materiales de su oficio cotidiano. Un escenario en el que ellos no juegan a ser artistas, sino que dan rienda suelta a los proyectos que las obligaciones profesionales confinan a las partes profundas de los cajones de la oficina. Ambos cayeron en cuenta que un espacio así no existía en Colombia. Y decidieron crear uno.

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Y encontraron el nombre: Eco. “Pero Eco de sonido, no de ecología. El eco requiere unas condiciones físicas peculiares, no se produce en cualquier parte”, dice Sebastián mientras se ajustan los detalles de la más reciente exposición del proyecto. Al poco tiempo fueron al estudio de Alejandro y él, en lugar de limitarse a prestarles su taller, decidió unirse a la iniciativa.

Y por ese encuentro de voluntades estamos en este segundo piso, casi a oscuras. La exposición vigente de Eco unió la creatividad Juan Manuel Peláez, Juan Esteban Ramírez y Picasso Domínguez y consiste en unas construcciones efímeras de maderas sin pulir en las que las luces dejan huellas de claridad y sombra. El nombre de la exposición es bien elocuente y le da una vuelta a la frase de la sabiduría popular: “De noche, todos los gatos son pardos”. Este es el segundo acto organizado por Eco. El público puede verla desde hoy en la Calle 24 # 44-30. No se cobra la entrada, aunque sí debe programarse la visita enviando un mensaje a la cuenta de Instagram @queseauneco.

Aunque en el discurso pareciera que se trata de un evento pensado para los arquitectos, en realidad la experiencia propuesta por Eco involucra a todos los ciudadanos. Y lo hace por la más sencilla de las razones: porque el espacio es una realidad individual y compartida. De alguna manera estas muestras de arquitectura efímera recuerdan el famoso verso de Rogelio Echavarría, que sirve para ilustrar las relaciones entre la mente y el mundo. Escribió Echavarría: “Todas las calles que conozco son un largo monólogo mío”.

A diferencia de los museos —donde el arte está protegido por el peso de la tradición— y de las galerías —en las que la obra tiene una realidad comercial—, en los estudios del barrio Colombia el arte es un circuito de experiencias compartido. Eso salta a la vista con el proyecto de estos tres gestores culturales.

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