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El secuestro agita la marea literaria

Mar de leva, novela de Octavio Escobar Giraldo, se sitúa en un espacio creado por un escritor de origen polaco.

  • Para Mar de leva, Escobar Giraldo imaginó Costaguana. Hizo diagramas y mapas. Editorial Random House. FOTO Jaime pérez
    Para Mar de leva, Escobar Giraldo imaginó Costaguana. Hizo diagramas y mapas. Editorial Random House. FOTO Jaime pérez
13 de junio de 2018
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Mar de leva. Este título conradiano, es decir, a lo Joseph Conrad, y de belleza sonora, es el de la más reciente novela de Octavio Escobar Giraldo. Explica que esa expresión se usa para referirse a un fenómeno del océano: es el movimiento de las olas que se propaga fuera de la zona donde se ha generado y puede llegar a lugares alejados.

Y destaca el elemento conradiano, porque el novelista polaco, que vivió entre los siglos XIX y XX, es su autor predilecto. En su novela Nostromo, Conrad creó un país llamado Costaguana y, en él, una ciudad porteña de nombre Sulaco, que el europeo situó en Centroamérica. Allí suceden los hechos de Mar de leva. Escobar se dio a la tarea de imaginar cómo sería esta ciudad en el siglo XXI, más de 100 años de haber sido inventada. No sobra decir que Conrad se inspiró en los hechos de la separación de Panamá del territorio colombiano.

Octavio narra una historia de secuestro, pero no desde el punto de vista de quien está privado de la libertad, sino de sus familiares, que lo esperan y también tienen sus vidas retenidas.

¿Cuál fue el origen de este tema y cómo lo documentó?

“Tenía el reto de escribir sobre el secuestro. Aunque lo trato de manera tangencial y lo confronto con erotismo, lo cual es un riesgo grande. Surgió de conversaciones con amigos. Llegué a imaginarme la situación de los que están esperando al secuestrado, lo van olvidando y se sienten culpables por olvidarlo. Una mujer joven, con sus necesidades y deseos, y un adolescente que perdió al papá cuando tenía 10 años, ahora tiene 15 y la información que tiene de él ya es fragmentada; duda de lo que recuerda. Armando, el secuestrado. El plagio aparece raras veces. Para las personas que se quedan hay un momento decidir desprenderse del drama.

Recuerdo que una vez vi a un muchacho de 10 años hablando por televisión sobre su padre secuestrado. Lo hacía como si fuera una persona mayor; estaba entrenado. Alteraba las circunstancias vitales. No digo que está mal, solo que me di cuenta de que quienes se quedan esperando adoptan roles, pensando, tal vez, que pueden conmover a los captores. Pero la experiencia, en nuestro medio, es que no es así.

Me interesaron también testimonios de otros países sobre este asunto, que no sucede solo en Colombia: secuestran en toda América Latina: Argentina, Chile, México... Por eso lo de Nostromo, la novela en que surge el país de Costaguana, de Joseph Conrad”.

Un personaje central en esta obra es Javier, un adolescente. Narrar esa etapa de la vida es reflexionar, o sea, flexionarse sobre sí para observar un período turbulento, que puede compararse con un mar de leva. ¿Cómo lo construyó?

“Este personaje surgió porque tengo buena memoria. Viví la intensidad de la adolescencia de manera tardía. Fui niño enfermo, de modo que ese período de hormonas rebotadas los viví en los últimos años de este período situado entre la pubertad y la edad adulta. Lo otro es que soy profesor de la Universidad de Caldas e interactúo con muchachos. Lo que hice fue comparar esos recuerdos míos con lo que hablan ellos, no tanto en las aulas sino en los corredores y los prados”.

¿Y cómo aparecieron Mariana, la esposa del secuestrado, y los demás?

“Mariana necesitó más diseño, más elucubración y caracterización. Es frágil y conservadora, pero puede salirse de lo tradicional en ciertas situaciones. Es médica y los médicos, independientemente de los principios éticos que tengamos, nos desprendemos de prejuicios cuando es preciso. Elena, la anfitriona en su viaje de recreo, aparece para mostrarles otra forma de vivir”.

Ese autor al que le rinde homenaje, Conrad, tiene una filosofía del absurdo parecida a la que Kafka desarrolló después. La expresa claramente en El duelo. Es como un castigo sin crimen y más bien resultado de la arbitrariedad humana. ¿Coincide en esto y cree que el secuestro es un ejemplo?

“Por supuesto que es una arbitrariedad. Y sí, coincido en esa apreciación. Pienso que Conrad se adelanta a muchas cosas. ¿Qué habrá más absurdo que las aventuras marineras que él relata? Un barco es como una cáscara de nuez en medio de la inmensidad. Es una metáfora de lo humano. En El corazón de las tinieblas se observa cómo se violentan los valores y se someten las vidas a una tortura sin fin”.

Los epígrafes, esos elementos prestados de otros libros y que no se devuelven, hacen parte de la obra. Resumen el espíritu del texto. Son importantes en su novela. Los hay al principio de esta y adelante de unos capítulos. Hable de ellos. ¿Por qué le fascinan?

“Me gustó el de Sor Juana Inés de la Cruz, al comienzo del capítulo cuatro: ¿Que no he de ver tu semblante,/ que no he de escuchar tus ecos,/ que no he de gozar tus brazos,/ ni me ha de animar tu aliento? Refleja la situación de Mariana, una mujer que ha sido bella y ha llevado una vida erótica con Alejandro, su esposo. Me gusta esta idea en la voz de una monja, que habla de la ausencia del ser amado.

Los epígrafes, para mí, no son elementos decorativos. Se unen al texto y forman parte de la obra. El epígrafe del capítulo uno es de Conrad: Ni el ojo del mismo Dios podría descubrir qué está haciendo allí la mano del hombre. Hay otro, al comienzo de la novela, que es una frase de Tirano Banderas, la novela de Ramón del Valle-Inclán: —Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y ecos—./ —arenales, pitas, manglares, chumberas—”.

Usted es médico. ¿Ejerce? ¿Nutre su literatura con esas vivencias de dolor, alivio y muerte, dramas esenciales de la vida?

“Hace diez años que no atiendo pacientes. Pero no puedo ver a nadie cojeando en la calle, porque quiero acercarme a revisarlo. Los familiares me consultan. Pero, profesionalmente, no volví a recetar. En 2016 terminé un libro titulado Historias clínicas. Es de poesía. Ganó el IV Premio Nacional de Poesía Obra Inédita, de Tertulia Literaria. Saldrá una segunda edición con Editorial Eafit”.

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