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En la literatura se ha hablado mucho del arte como un salvavidas, una cualidad que podría también atribuírsele a una ciudad como Medellín, que incluso en sus años de mayor y profunda violencia, se agarró de él de diversas formas: siendo el origen y el final, el enigma y la respuesta, el artista y la inspiración, tal y como quedó consignado en el proyecto Arte que protege.
Una iniciativa de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia; de Creando espacio más seguro, una red internacional de investigación, financiada por Reino Unido, que explora cómo la violencia contra los civiles puede ser disuadida o prevenida sin el uso o la amenaza de la fuerza; y de Arlequín y los juglares, un colectivo artístico de Medellín, que tenía por objetivo comprender cómo las iniciativas artísticas de diferentes organizaciones de base comunitaria han sido claves para la autoprotección de las niñas, los niños, los jóvenes y las mujeres frente a los conflictos y la violencia urbana que prospera en la ciudad.
Para encontrar respuestas, el grupo de personas a cargo del proyecto (ocho en total), hicieron un estudio de caso en el que involucraron múltiples iniciativas artísticas y culturales de base comunitaria y de diferente índole, ya que esa metodología les permitiría tener un acercamiento con sus gestores, con sus agendas educativas y con sus redes, según explica Beatriz Elena Arias López, que en la actualidad es profesora de la Facultad de Enfermería de la UdeA y quien fue la investigadora principal de Arte que protege.
“Después de ese rastreo y de recorrer los territorios pudimos identificar cómo algunos espacios se fueron consolidando como seguros, de manera simbólica y de manera física, para las comunidades, gracias al trabajo de distintas organizaciones, por lo que decidimos incluirlas en nuestra investigación”. Nuestra Gente, Barrio Comparsa, 4ESkuela, Corporación Renovación, Casa Kolacho, Pasolini, RVP, Red Feminista Antimilitarista, Corporación Altavista, Agroarte, Biblioteca Sueños de Papel, Mi Comuna, KGP, Ziruma, Casa Loma y Biocomunidad, fueron algunas de ellas.
Sin embargo las organizaciones no habrían llegado al Arte que protege si no fuera por Arlequín y los juglares, un colectivo que ha estado presente en Medellín por más de 50 años como lo comenta Adriana María Diosa Colorado una de sus integrantes: “Tendimos un puente entre el proyecto de investigación, las partes que intervinieron en la misma y las demás organizaciones de la ciudad que han hecho de su labor artística y cultural comunitaria una opción protectora”.
¿Con qué fin? Con el fin de trabajar y plantear discusiones en conjunto que les permitiera, por ejemplo, entender cuáles son las vulnerabilidades a las que se ven expuestos las niñas, niños, jóvenes y mujeres en los barrios mediante el conflicto, o entender qué estrategias se pueden crear para arrebatarle espacios a la muerte.
Y es que a eso se refiere precisamente la expresión “arte que protege”, a un arte que es influyente y colectivo, reaccionario, patrimonial, que parte del territorio en el que se concibe y que le brinda seguridad a su comunidad porque la inmiscuye, junto a su día a día, en una expresión artística y comprensible que aunque esté mediada por la presión de los actores armados, se empeña en generar empatía, seguridad y esperanza ante la vida.
Comprender ese concepto; comprender las experiencias comunitarias de catarsis de las mujeres victimizadas y las posibilidades sociales que permitan emprender un camino diferente al de la violencia para las niñas, los niños y los jóvenes; y comprender qué tipo de territorios se van construyendo en la ciudad, fueron los principales hallazgos de la investigación, hallazgos que en su esencia se querían devolver a los territorios en su mismo lenguaje, por lo que se aplicaron varias acciones concretas.
Primero, se hizo una obra de teatro llamada La fiesta, presentada el 17 de mayo en el Teatro Pablo Tobón Uribe, que recogía esas conclusiones de manera sintética y que también recogía las voces de los grupos artísticos entrevistados durante el proceso, y el sentir de las comunidades, detalla Adriana, quien es enfática en que, en su calidad de coinvestigadora, Arlequín y los juglares hicieron una labor de síntesis de los hallazgos de la investigación.
Segundo, se identificaron cuatro lugares seguros gracias al arte y se plasmaron murales del maestro Carlos Tobón, entregados este cinco de junio a las comunidades. Las pinturas quedaron ubicadas en espacios en los que se han desarrollado procesos muy potentes de autoprotección como la sede de Arlequín y los juglares de Manrique, en Aranjuez, en Belén Altavista y Robledo.
Además, actualmente se está produciendo una canción de salsa compuesta e interpretada por Freddy Giovanni Pérez, que fue uno de los investigadores, sobre el tema. Y también se adelantan dos artículos académicos, para publicaciones científicas porque quieren que el trabajo de estos últimos años, llegue a todos los públicos posibles, pues “la valentía y la esperanza de las personas por las que han funcionado los grupos es incalculable y este tipo de proyectos, no es más que un reconocimiento a esa iniciativa que tienen a diario por la ciudad”, concluye la profesora Beatriz.
PARA SABER MÁS
¿Cómo se financia el proyecto?
La red Creando espacio más seguro —anotan en la Universidad de Antioquia— adelanta aproximadamente 25 proyectos alrededor del mundo, 10 en Colombia. Con la Universidad de Antioquia desarrolla los proyectos Arte que protege y Conflictos por el agua en el Oriente antioqueño, alternativas y formas de autoprotección comunitaria. Es financiada por el Consejo de Investigación en Artes y Humanidades y el Fondo de Investigación de Retos Globales, de Reino Unido, quien a su vez, ha invertido 98 millones de pesos al proyecto Arte que protege, mientras la UdeA, 15. Por ahora se esperan los montos para la segunda etapa, que ya fue confirmada.
Periodista de medio ambiente de EL COLOMBIANO. En sus ratos libres se dedica a la lectura, al quehacer dibujístico y a la maternidad de gatos.