La escena fue así: un hombre adulto encendió un artefacto de pólvora conocido como volcán en la noche del 24 de diciembre en Piedecuesta, Santander. Estaba en medio de la celebración familiar de Navidad, Su hija, de 9 años, veía cómo esa luz que tenía su padre en el piso generaba destellos en toda la cuadra. Entonces, la pequeña se acercó más y el artefacto pirotécnico le explotó en la cara, y le quemó el rostro.
En ese momento terminó la Noche Buena para esa familia. En una emergencia médica en la que la cara de la pequeña estaba en riesgo, tuvieron que trasladarla al Hospital de Piedecuesta, donde recibió un alarmante parte médico: quemaduras de primer grado. Fue tal la gravedad de la tragedia que ordenaron su traslado al Hospital Universitario de Santander para que un médico cirujano evaluara qué procedimiento será necesario para reconstruir su rostro, mientras que a su padre la Policía le impuso un comparendo por acolitar una actividad prohibida: que un menor de edad juegue con fuego.
Históricamente, esta fecha —junto a la del Día de Velitas y la del Año Nuevo— es de las que más emergencias por este tipo de comportamientos genera. Los números dan cuenta de que el mal uso de la pirotecnia sigue resultando en problemas de salud porque la pólvora ha dejado 466 lesionados en lo que va de diciembre, de acuerdo con el reporte que entregó el Instituto Nacional de Salud este domingo.
De esa cifra, 171 fueron menores de edad (el 36,69%) y 295 adultos (63,3%). El factor alcohol sigue siendo una constante en este tipo de lesiones, pues 119 mayores de edad resultaron lesionado mientras estaban bajo sus efectos 15 menores terminaron quemados mientras estaban en compañía de un adulto en ese estado.
El caso de la niña de 9 años de Santander es uno de los 20 reportes de quemados en ese departamento, uno de los más afectados del país junto a Antioquia y a Bogotá.
Pólvora: una cicatriz eterna
En la capital del país otra escena muestra el resultado de manipular este artefacto irresponsablemente. Se trata de una mujer de 23 años que celebraba la noche de las velitas con su familia. Su vida cambió radicalmente por un tote cuando lo intentó prender. El objeto explotó antes de que pudiera soltarlo y la onda explosiva la dejó con tan graves heridas en una de sus manos, que los médicos que la atendieron no tuvieron más remedio que amputársela.
“Esto trajo cambios drásticos a mi vida. Cosas que una daba por sentado poder hacerlas, como amarrarse los zapatos o vestirse, tuve que aprender a hacerlas con una mano. Y también me trajo heridas psicológicas, en parte porque en mi ambiente laboral escuchaba referencias sobre mí recalcando cómo es mi aspecto físico ahora: me decían ‘la manca’ a escondidas”.
En la temporada decembrina 2022-2023, según datos del Instituto Nacional de Salud (INS), la amputación ha sido uno de los tipos de lesión recurrentes en quienes han sido víctimas de quemaduras con artefactos pirotécnicos. El 7,3 % de los heridos han perdido alguna extremidad o parte de ella en lo que va de las fiestas de fin de año.
Los números del INS señalan que la lesión más recurrente son las quemaduras, con el 90,8 %; seguida por las laceraciones (una cortada superficial o profunda), con el 61,8 %; luego las contusiones (golpes fuertes que dejan morados), con el 22,5 %; los daños oculares, con el 6,4 %, y los auditivos (en los oídos), con el 2,8 %.
El top 10 de los artefactos que más generan heridas a las personas afectadas está encabezado por los totes, con el 28,5 % de los registros. Le siguen los voladores con el 18,7 %, los volcanes y cohetes cada uno con el 7,5 %, las luces de bengala con el 5,4 %, los pitos con el 2,6 % y los juegos pirotécnicos para exhibición y eventos con el 0,9 %.
Anatomía de la pólvora
Este detonante está compuesto por tres elementos químicos: el nitrato de potasio, el carbón y el azufre. La mezcla de los tres dan como resultado una reacción en cadena que genera una combustión en la que están presentes el oxígeno y la energía para la reacción.
Por el hecho de tener nitrato de potasio no requiere estar expuesta al aire para que detone, pues su función es proporcionar oxígeno ante las altas temperaturas a las que explotan. Sin embargo, no es común que suceda mientras esté almacenada, siendo transportada o en proceso de fabricación.
En lo corrido de esta Navidad, la actividad causante de las lesiones por pólvora pirotécnica la encabeza la manipulación, con un 68,7 % de los casos, seguidos por ser observador, con un 21 %. Con porcentajes más bajos se ubican la venta, con el 0,9 %; el transporte, con el 1,1 %, y la fabricación, con el 0,2 %.
Así afecta una lesión por pólvora
Las secuelas que puede dejar una lesión o quemadura con este artefacto pueden ser irreversibles. Incluyen quemaduras que dejan cicatrices, amputaciones y pérdida parcial o completa de sentidos como la vista y el oído.
Así lo advierte el médico especialista en cirugía plástica y reconstructiva de la Universidad Javeriana, Jorge Luis Gaviria, quien lleva más de 25 años apagando incendios médicos en los pacientes que llegan a la Unidad de Quemados del Hospital Simón Bolívar de Bogotá, de la que es líder.
Con esta trayectoria a cuestas, ha visto entrar y salir de esa unidad niños, jóvenes, adultos y longevos heridos por manipular pólvora todos los diciembres. Y sin titubeos dice: “A pesar de las campañas que hacen las unidades de quemados, la gente no hace caso, no cree o piensa que esto es una exageración y lo peor es que las cifras siguen en aumento, sobre todo en los niños”.
Con la experticia de quien ha dedicado su carrera a atender estas emergencias y a reconstruir mediante cirugía plástica a personas afectadas por estas y otras quemaduras –como la que sufrió Natalia Ponce de León con ácido–, explica con detalle los tres tipos de lesiones que produce en el cuerpo la pólvora.
“Una de ellas es causada por la onda explosiva, que genera una ruptura o desgarro de tejidos o fractura en las manos, dedos o rostro”, explica en referencia a este tipo de lesión que, generalmente, conlleva la amputación de una extremidad.
“Otra son las laceraciones o heridas que son producidas por los alambres con los que están fabricados algunos de estos artefactos (como los voladores, que tienen una estructura de metal). Cuando explotan de mala manera, estos salen con gran fuerza e impactan sobre la piel”, agrega.
Por otro lado, señala que el tercer tipo de lesión que ocasiona el uso de la pólvora son las quemaduras, que pueden ser de primer, segundo o tercer grado. Estas son causadas “por la llama que producen y cae en las prendas de quien la manipula o, en otros casos, cae sobre tejados de casas que tienen superficies inflamables”.
Al respecto, añade que sus efectos en el cuerpo humano pueden ser a largo plazo en los tres escenarios: en el primero porque la onda explosiva casi siempre termina con la amputación de los dedos, en el segundo por las cicatrices y en el tercero porque si la quemadura ocurre “en la áreas especiales del cuerpo –como la cara, el cuello, los pliegues del cuerpo, la muñeca o una rodilla– son partes que se necesitan para una buena funcionalidad y requieren de una incapacidad”.
Un negocio que quema
Con el objetivo de trabajar de la mano con las autoridades en la prevención de las lesiones por uso de la pólvora y de aupar la pirotecnia “responsable, legal y segura”, la Federación Nacional de Pirotécnicos (Fenalpi) agremia a más de 200 empresas del país que se dedican a la fabricación, distribución y comercialización de artículos pirotécnicos.
Según esta Federación, toda la cadena de este sector genera más de 8.000 empleos directos y representan el sustento de más de 25.000 personas.
Su reto, además de propender porque existan artículos pirotécnicos cada vez más seguros, es el trabajo conjunto para disminuir los riesgos de manipular artefactos pirotécnicos, formalizar las empresas que se dedican a producirlos y ser parte de la solución y no del problema de los quemados y lesionados en estas épocas.
Su presidente, Carlos Andrés Carvajal, habla de las campañas de sensibilización que hacen para que la pirotecnia deje de estar estigmatizada por el fantasma de la celebración de los narcotraficantes y se ubique como una “ actividad que se desarrolle en marco de la felicidad y la celebración de las personas”.
Para Carvajal, alrededor de la vigilancia y el control, la responsabilidad y la legalidad es en donde se debe edificar las campañas de sensibilización para evitar que las cifras de lesionados con pólvora se eleven o fluctúen con el paso de los años.
De acuerdo con los registros históricos del Instituto Nacional de Salud, la temporada navideña del año pasado (un año después de la primera en pandemia, con la situación sanitaria del país más bajo control que en 2020) fue la que más lesionados y quemados por artefactos pirotécnicos ha dejado, con un total de 1.173 lesionados desde el 1 de diciembre hasta después del puente de reyes.
Para entonces, 364 (el 46,18 %) fueron menores de edad y 809 (69,96 %) adultos. Cuatro personas murieron.
El ranking con más lesionados lo siguen el año 2015, cuando se registraron 845; 2018, con un registro de 832; 2016, con 822 lesionados; 2017, con 781; 2019, con 777, y 2020, con 681.
Regulación a un fuego letal
Si bien la pirotecnia no es una actividad que esté prohibida en Colombia, sí está reglamentada por la Ley 670 de 2001. Allí se establece que los alcaldes de las ciudades y municipios pueden permitir el uso y la distribución de artículos pirotécnicos o fuegos artificiales en tres categorías (que van desde la más inofensiva hasta la que solo se puede vender a personas especializadas en su manejo) y prohibe su venta a menores de edad y a personas en estado de embriaguez.
No obstante, las cifras de lesionados con estos elementos cada año indican que estas particularidades no se están cumpliendo o que el comercio ilegal están haciendo de las suyas, aprovechando del caso omiso que los ciudadanos hacen a las advertencias y consecuencias legales y de salud que puede traer su manipulación irresponsable.
De hecho, Jorge Luis Gaviria y Carlos Andrés Carvajal coinciden en que las campañas de prevención de lesionados con pólvora han fracasado, aunque por razones distintas.
Mientras Gaviria afirma que es así porque no hay un control efectivo por parte de las autoridades y que no hay suficiente capital humano para hacer cumplir la ley, Carvajal estima que es porque “lo metieron todo en una sola bolsa, en la que toda es mala y se enfocan en solo prohibirla y en lo coercitivo, pero para la gente todo lo prohibido es más apetecido”.
Sin ir más lejos, el uso de la pólvora en Colombia es una realidad que está dejando heridos, amputados y muertos en épocas en las que la tradición indica que todo es felicidad.
Así mismo, las cifras anuales mostrarían que debe cambiarse el enfoque con el que se hacen las campañas de prevención. En las palabras del doctor Gaviria, puede haber una luz que ayude a encontrar respuestas: “La única forma que podría cambiarse esta realidad es enseñarles a los niños desde el colegio o el jardín sus consecuencias. Desde ahí aprenderán que no es bueno y ellos serán los padres de los futuros niños que no la usarán, pues las medidas punitivas no le importan a la gente” .