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Comienza mandato de izquierda con Petro cargado de simbolismos

Nunca antes había tenido Colombia una posesión con tantos símbolos: Abrirá la Plaza de Bolívar para 100.000 personas con un mensaje de empoderamiento de lo popular. ¿Una forma de controlar futuras protestas?

  • Petro hizo una posesión popular espiritual con indígenas y campesinos en Bogotá, un día antes de su posesión oficial. FOTO Colprensa
    Petro hizo una posesión popular espiritual con indígenas y campesinos en Bogotá, un día antes de su posesión oficial. FOTO Colprensa
07 de agosto de 2022
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Gustavo Petro es un hombre de símbolos. En campaña siempre portó en su mano derecha un rosario que, por fe y por política, le sirvió para contrarrestar los ataques de quienes lo consideran ateo; así ratificó que es creyente. Y, tras ganar la segunda vuelta, cambió la camándula por una manilla con los colores de la bandera, su investidura íntima, como les confesó ese 19 de junio a algunos allegados.

En esa misma línea, y rodeado de las masas que apoyaron su campaña, Petro busca que este inicio de Gobierno sea el germen de un giro, y por eso cambió el protocolo de la posesión presidencial.

Esto no es gratuito. Petro sabe que si la burocracia no se hace suficiente para cumplir su ambiciosa agenda de Gobierno, puede acudir a la presión de las calles, esa misma que ejerció y convocó durante los últimos 4 años en que lideró la oposición y que –en últimas– le dieron la visibilidad que hoy lo pone en el poder.

Pero no se trata solo de un discurso. Por primera vez, Colombia tendrá indígenas en altos cargos, como Leonor Zalabata en la Embajada ante la ONU y María Patricia Tobón Yagarí en la Unidad de Víctimas; a una vicepresidenta afro, Francia Márquez; y otros “nadies”, como el líder comunitario Javier Peña, quien le dijo a EL COLOMBIANO: “Nosotros elegimos a un gobierno, pero la idea tampoco es presionarlo, aunque vamos a seguir en nuestras luchas, nuestras marchas”.

En un contexto de empoderamiento de lo diferente, Petro comenzó su “baño de masas” este sábado en un acto que bautizó “posesión popular y ancestral” en el Parque Tercer Milenio, de Bogotá. Si bien lo esperaban desde las 9 de la mañana, terminó llegando sobre el medio día. Trascendió que esta nueva demora –se llegó a hablar de un desplante similar al que tuvo el martes con más de 900 alcaldes– se dio por los líos que ha tenido que sortear para conformar su gabinete; varios le dijeron que no, que gracias, y otros nombres propuestos por los partidos no pasaron sus expectativas. Tuvo que dedicarle unas horas a la milimetría burocrática.

Pero llegó, aunque a los 20 minutos se fue. Sonaron himnos de las comunidades indígenas, de las organizaciones campesinas e, incluso, de la Internacional Socialista. Los mayores de los pueblos ancestrales, incluyendo a sus tradicionales ahumadoras, les hicieron un rezo de limpieza (también estuvo la vicepresidenta Francia Márquez) y, de paso, entregaron un mandato como solicitudes precisas con un mensaje claro: “Estamos dispuestos a defender las propuestas de cambio popular en las calles como siempre lo hemos hecho”.

Es por esto que todo este simbolismo es también político, porque es una forma de que el pueblo que movilizó durante el saliente mandato para protestar en las calles permanezca controlado. Un estallido social en contra de quien se aupó en las banderas de la defensa de las causas populares sería un golpe de gravedad que el mismo Petro dijo que se debe evitar.

Hasta Márquez mandó un mensaje claro en ese sentido: “No vamos a cambiar 500 años de opresión en 4”. Petro, por su parte, se lo secundó en una corta intervención: “Quería estar con ustedes. (...) El Presidente de la República los convoca a organizarse (...), porque no queremos que el gobierno coopte el movimiento popular”.

Quiere controlar las masas

Ya 48 horas antes, en la Sierra Nevada de Santa Marta, había tomado el bastón de mando de los pueblos indígenas de esa región. Más “baño de masas” para tener un cinturón de protección popular como el que vistió cuando siendo Alcalde de Bogotá tuvo duros reveses, como la destitución que afrontó tras una orden de la Procuraduría. El día que se la notificaron llenó la Plaza de Bolívar y dio un discurso veintejuliero desde un balcón de la sede del poder capitalino para investirse como perseguido.

Y ahora, este domingo, el ritual comienza sobre las 10 de la mañana con actos culturales en varias plazas públicas de Bogotá y de otras capitales, incluyendo a Medellín. Y si bien Petro estará a solas con su familia en la primera parte de la jornada, se sabe que dio instrucciones de que le reporten casi al minuto todo lo que pase: cuánta gente llega, qué dicen en las calles, cuánto impacto tiene en redes y, en especial, qué tan masivas se vuelven estas jornadas.

Hay dos que le interesan puntualmente: la de Bogotá, ciudad de la que fue alcalde entre 2015 y 2019 –un polémico paso por el Palacio de Liévano que le dejó réditos en los estratos 1 y 2 por las ayudas y subsidios que repartió, y frustraciones en el grueso de la capital por la falta de obras concretas–; y la de Cúcuta, cuyo epicentro será el fronterizo Puente Simón Bolívar, donde se hará un concierto que implica un ‘coqueteo’ simbólico con Venezuela para pavimentar el restablecimiento de relaciones con el régimen de Nicolás Maduro.

En ese mismo lugar fue donde el saliente presidente, Iván Duque, aseguró al comienzo de su administración que Maduro y su combo tenían “las horas contadas”.

Pero la toma de calles para darle comienzo al mandato de Petro y de su vicepresidenta, Francia Márquez, no se queda en las plazas. A eso de las 2:45 de la tarde de este domingo Petro saldrá por la puerta principal del Palacio de San Carlos –sede de la Cancillería– para comenzar un recorrido de unos 10 minutos a pie hasta la esquina nororiental del Capitolio, donde está el Colegio San Bartolomé.

En ese punto –otra carga de simbolismo y empoderamiento de lo popular– no solo lo esperará la tradicional comisión de congresistas que cada 4 años se conforma para recoger al mandatario electo de turno y llevarlo a la tarima oficial de la posesión, sino que habrá 4 caras nuevas. Se trata de delegados de 4 guardias indígenas, a quien Petro les dará prioridad sobre los legisladores y con quienes espera caminar hacia el punto exacto en el que se le impondrá la bandera presidencial.

Justo antes de dar ese paso hará el recorrido en medio de una calle en la que estarán delegados de varias regiones, como los silleteros de Medellín –enviados por Daniel Quintero–, en cuyas silletas habrá un homenaje a cada uno de los 32 departamentos. Petro, con la intención de romper el protocolo que no quiere mantener, espera moverse de su guardia de seguridad para saludar a estas personas y quienes estén como público.

Y ahí está el otro gesto simbólico clave. La Plaza de Bolívar, de Bogotá, tendrá un espacio reservado y fuertemente custodiado para los invitados especiales, entre quienes hay delegados de al menos 70 gobierno extranjeros –como el Rey Felipe, de España, y, entre otros, los presidentes de Chile, Gabriel Boric, y de Ecuador, Guillermo Lasso–, pero se dispuso que una parte de este icónico lugar del centro de la capital tenga acceso libre a las personas que quieran estar presentes. Algo así como acceso libre hasta completar aforo.

Los cálculos de los organizadores aspiran a tener unas 100.000 personas en este sector, pero como en la plaza en sí no cabe tal cantidad de gente se desplegó un cordón adicional para que la gente permanezca en las calles.

Claudia López, alcaldesa de Bogotá, confirmó que habrá 15.000 comandos de la Policía y del Ejército vigilando la ciudad para garantizar esa posesión.

Habrá público de varios sectores políticos, pero a la investidura faltarán dos de sus antecesores, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez, dos exmandatarios cercanos a la derecha que prefirieron decir “paso” a ese evento. Uribe, sin embargo, prometió llamarlo para felicitarlo.

Quienes estén presentes allí también verán la espada de Bolívar, un objeto que para Petro tiene mucha carga. No solo la guerrilla en la que militó la robó en su momento, el M-19, sino que él estuvo entre los custodios que tuvo hasta que fue regresada. La exhibirán en una urna de cristal, pero con protección extrema para evitar que termine afectada. De hecho, fue Duque en la Casa de Nariño quien se la mostró a Petro después de más de tres décadas del episodio de su robo.

Además, la paloma blanca que hizo el maestro antioqueño Fernando Botero con ocasión del proceso de paz con las Farc (2016) volverá a la Casa de Nariño y Petro tiene previsto contarles su historia a las delegaciones internacionales que –tras el evento oficial– tendrán un coctel diplomático con el mandatario en la noche.

Pero Petro no puede gobernar solo con simbolismos, con códigos y respaldado por “los nadies” que sienten que también llegaron al poder con él. Su reto es administrar a Colombia para todos, incluidos esos 10,5 millones de personas que le dijeron “no” en las urnas a sus propuestas. Hay mucha expectativa de cambio con el primer mandatario de izquierda que tendrá el país en 200 años de historia republicana. ¿Dará la talla?

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