María* pensó en su hijo y salió cuesta abajo con dudas sobre su futuro. Pensaba en qué sería de ellos al dejar las filas guerrilleras. Mientras se adentraba en el monte huyendo de su pasado y de la guerra, sintió el temor de morir a manos de sus perseguidores. Pidió perdón y una segunda oportunidad. Y la tuvo. Volvió a la sociedad convertida en una mujer de bien que, junto a otros 486 desmovilizados, dejaron las armas y terminaron su proceso de reintegración.
“Yo estaba cansada de estar escondida sin saber de mi hijo. Con temor de morir y no volverlo a ver. Por eso dejé todo eso y ahora soy una persona nueva”, cuenta María.
Junto a la mujer, otros 486 desmovilizados del Eln, las Farc y los grupos paramilitares, culminaron su ruta de reintegración con un promedio de seis años en el proceso, y volvieron a la vida civil.
Todos ellos fueron acompañados por la Agencia Colombiana de la Reintegración, ACR, y el programa de Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín en la ruta de reintegración que incluyó aprendizajes en lectura, escritura, operaciones matemáticas, y los grados normales de primaria o bachillerato.
“Muchas de las cosas que me enseñaron fueron cosas sencillas como conocer Medellín, coger un bus o hacer vueltas de papeles para uno. Es que uno metido allá en el monte no sabe nada de eso y cuando uno llega acá todo se le vuelve un mundo, explica Jorge*, un desmovilizado de los grupos paramilitares que sembraron el terror en el gran Urabá (Antioquia, Córdoba y Chocó).