— Tanto nosotros luchar por llegar a la firma de este acuerdo, y ya se firmó antier, estamos preocupados- me dijo Timochenko.
— Tiene motivos para estar preocupado. Lo fácil ya pasó, ahora viene lo difícil- le respondí.
— Sí, la tenemos clarita. Viene una cosa muy importante. Dejar las armas va a resultar muy fácil, pero desmovilizar mentalmente a las tropas guerrilleras va a ser una cosa muy complicada. Que una persona que tiene 10 o 15 años como guerrillero, entienda que ya no es guerrillero sino que está en la vida civil, eso va a ser bien complicado.
— Agréguele a eso la desmovilización mental de la sociedad, si la sociedad no entiende que ustedes fueron un grupo armado que ya no es, que pueden entrar a la democracia a formar un partido político para mirar a ver si llegan por las vías legales al poder legislativo, si no entendemos de lado y lado eso la cosa va a ser bien enredada.
Así recuerda Henry Acosta la conversación que tuvo con Timochenko el 26 de agosto de 2016 en La Habana, cuando el Gobierno y las Farc acababan de firmar el primer Acuerdo y esperaban impacientes a que llegara el plebiscito.
Acosta fue el empresario que logró que el Gobierno y la guerrilla se sentaran a negociar.
Todo empezó por coincidencia. Un día, en el año 1998, fue detenido en una carretera, mientras trabajaba con el Fondo de solidaridad del Valle gestionando cooperación internacional para proyectos agrícolas, guerrilleros de las Farc al mando de Pablo Catatumbo lo llevaron a un finca porque el comandante quería hacerle unas preguntas. De ese encuentro surgió una amistad, Henry Acosta y Pablo Catatumbo siguieron encontrándose para hablar de lecturas, de historia, para armar y desarmar al país.
“Pablo era un excelente narrador, un hombre muy leído de la historia colombiana, sobre todo la de Simón Bolívar, la de la independencia y la de la Segunda Guerra Mundial”.
En diálogo con El Colombiano, Acosta contó detalles de su participación como facilitador en el proceso de paz que en pocos días acabará con la guerrilla más antigua del hemisferio.
¿Cómo resultó usted acercando al Gobierno con las Farc?
“En el secuestro de los 12 diputados cae Carlos Alberto Barragán, hijo de un senador amigo, Carlos Barragán, y entonces conversamos y yo le comenté que tenía acercamientos con Pablo Catatumbo y le dije que valía la pena que intentáramos un acercamiento.A través del alto comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, logramos que el presidente Álvaro Uribe nos autorizara el contacto, ya que solo él podía dar permiso para hablar con los guerrilleros.
Yo organicé dos viajes de Carlos Barragán a la montaña, habló con Pablo, y en el segundo viaje se acordó que tres diputados saldrían por razones de salud, entre ellos el hijo de Carlos Barragán. Esa situación se dañó por un hecho desafortunado: Carlos en su afán y su felicidad bajó después de la segunda reunión y citó a una rueda de prensa y contó lo que iba a pasar, así que eso dañó todo. Las Farc desautorizaron a Pablo a raíz de eso.
Pero quedé conectado con el doctor Luis Carlos y con el presidente Uribe y ahí comenzamos la búsqueda del acuerdo humanitario, durante los ocho años del presidente Uribe”.
¿Uribe tenía intensiones de negociar un acuerdo de paz o simplemente quería un acuerdo humanitario?
De manera muy exacta, el presidente Uribe en su momento quería el acuerdo humanitario, quien quería la paz era Luis Carlos Restrepo. Restrepo me decía: ‘no vamos a desaprovechar la oportunidad de sentarnos con las Farc y hablar solamente del acuerdo humanitario’, que era la liberación de los guerrilleros presos y los secuestrados, entre ellos los diputados. El presidente Uribe decía: ‘Henry sentémonos a hablar para que ellos liberen la gente que tienen secuestrada, pero yo no voy a negociar con unos terroristas, ellos lo que tienen es que rendirse’, el presidente Uribe no tenía la decisión de negociar.
¿Cómo fueron esos acercamientos?
Hay un episodio: tuvimos una reunión muy larga el 16 de julio de 2006, estuvimos el presidente Uribe, Luis Carlos Restrepo, mi esposa Julieta y yo, aquí en Cali, en la suite presidencial del Hotel Intercontinental, desde las 11:30 de la noche y hasta las 2:15 de la mañana. Ahí yo le trasmití un mensaje que mandaban Alfonso Cano y Pablo Catatumbo, obviamente a nombre del Secretariado. El mensaje empezaba diciendo así: ‘Presidente Uribe nosotros no estamos en la búsqueda de la toma del poder ni de un país socialista, estamos porque este sea un país capitalista con economía y bienestar tipo países escandinavos, no vale la pena seguirnos desangrando en esta lucha, ni usted nos va a poder vencer militarmente ni nosotros lo vamos a poder hacer, los soldados son campesinos, nuestros guerrilleros son campesinos, sentémonos a negociar las causas políticas, sociales y económicas del conflicto...’ era un mensaje verbal, que después me sirvió para que en julio 12 del 2010 le escribiera una carta al presidente electo Juan Manuel Santos proponiéndole lo mismo.
Cuando le di el mensaje a Uribe le dije:
— Acepte reunirse con ellos, usted es antioqueño, usted es un hombre de negocios, pero no los insulte-
Entonces se paró y me dijo: — dígales que no les vuelvo a decir bandidos ni terroristas, que no voy a usar la lisonja, pero que los voy a seguir buscando y que voy a buscar la manera de encontrarme con ellos.
A los dos minutos le repetí el mensaje que iba a dar y me respondió: —No diga eso. Dígales que entreguen esos fierros que yo ya hablé con Sarkozy que él los recibe a todos allá.
— Presidente, yo no voy a dar ese mensaje, porque si yo doy ese mensaje cerramos toda la posibilidad de comunicación y hay que seguir intentando.
Esa era una de las causas por la que era tan difícil acercar a Uribe a las Farc.
El presidente Uribe siempre me decía: —Henry yo autorizo que el doctor Luis Carlos Restrepo vaya a hablar con las Farc, pero me tiene que decir dónde va a ser la reunión, yo no puedo autorizar por razones de Estado que el alto comisionado de la Paz esté por allá refundido en las montañas sin que las Fuerzas Militares sepan donde están.
— Presidente, eso es imposible, primero porque generalmente yo no sé donde es, a mí me dicen “váyase por un camino” y por allá lo encuentran a uno y, segundo, así yo supiera, por razones de seguridad, no le puedo decir dónde es. Él insistió siempre en eso.
¿Cuándo sintió que estuvo más cerca de lograr ese acercamiento?
Yo hablé 31 veces con el presidente Álvaro Uribe, en los 8 años. El día más cercano en sus dos mandatos fue el 5 de marzo del año 2010, ya faltaban dos meses para las elecciones presidenciales, ya era alto comisionado para la paz Frank Pearl, y con él me reuní en la residencia de la embajadora de Suecia. Yo insistía en que la reunión tenía que ser por fuera del país, yo no era amigo de esas reuniones tipo El Caguán, porque eso era para echarse discursos, eso era muy público, eso no permitía una negociación. Frank Pearl me dijo que el presidente no aceptaba eso por fuera del país, y yo le dije: “dígale que nos sentemos a conversar, a mí no me puede echar”, y aceptó la reunión a las 6 de la mañana. Habíamos convenido que Fran Pearl estaba presente pero no hablaba. La reunión se dio parados al pie del ascensor.
Yo le dije: —Presidente, siéntese a hablar con las Farc.
—¿Dónde?
— En Suecia-, le respondí, porque ya estaba todo organizado allá.
— No Henry, allá no, ¿no ve que me echo encima a la Unión Europea?
Ahí yo pensé que ya me había aceptado por fuera: —Entonces, ¿dónde?
— En Uruguay o en Chile.
— No presidente, a Uruguay acaba de llegar un Tupamaro, Mujica, y a veces los de izquierda son más complicados que los de derecha y Piñera está encartado con un terremoto. ¡Qué tal Brasil?
Estábamos adportas de la liberación de Clara Rojas y Moncayo, aquello que terminó en esa famosa foto de Iván Márquez y Piedad Córdoba y Chávez.
— Bueno, dígales que sí, que en Brasil nos encontramos.
— Presidente, deme ese mensaje por escrito.
— ¿A quién se lo mandamos?
— A Alfonso Cano y Pablo Catatumbo.
Ahí le pidió al doctor Frank que hiciera la carta.
Me dijo que lo acompañara a la emisora, era una entrevista en La W, y nos subimos al carro con él y apenas nos subimos me dijo que en la emisora iba a contar lo que habíamos hablado, y yo le dije que no, que eso dañaba todo el mensaje, esto tiene que ser confidencial.
Él de todas maneras en la emisora dijo que un ciudadano estaba ayudando a ver cómo se hacía para salir de este problema. Él siempre reservó mi nombre, nunca lo hizo público.
Yo entregué ese mensaje el 14 de marzo, pero el 5 de abril, en la Catedral Primada de Bogotá, con motivo de las exequias del coronel Guevara, el presidente Uribe se paró en el púlpito y echó un discurso, como era normal les llamó bandidos y terroristas, y dijo “nunca me encontraré con ellos” y eso cerró la posibilidad. El 7 de abril recibí un mensaje de las Farc en una USB, a través de un correo humano, como respuesta a ese discurso diciéndole: “Estábamos dispuestos, pero usted dijo que no”.
¿Cómo llegó a ser la conexión con el presidente Santos?
Obviamente Juan Manuel Santos sabía que yo existía. En julio 12 del 2010, una vez se produce su elección de como Presidente, yo le mando una carta a través de Frank Pearl, él se la entrega a la señora Clemencia, y ella se la entrega personalmente al presidente Santos. Esa carta era de unas tres páginas en las que le resumía lo que había hecho y le proponía que se reuniera con las Farc, le propuse los temas y que fuera en Suecia.
El presidente Santos me llamó personalmente a finales de agosto a mi celular y me dijo que quiere que nos reunamos, que fuera a Palacio, y así es como nos encontramos el 6 de septiembre a las 11:30 a.m. en su despacho, con la presencia de Lucía Jaramillo, una funcionaria de mucha confianza de él. Ahí nos sentamos y conversamos largo. Terminamos a las 2:30 de la tarde. La reunión termina con un mensaje verbal de Santos a las Farc, que yo tomo en una libreta, y lo esencial es: “Designo a mi hermano Enrique y a Frank Pearl como delegados para un primer encuentro y si a ese primer encuentro va Alfonso Cano y Pablo Catatumbo, yo también voy”.
Yo me vengo de Bogotá a Cali, redacto el mensaje que no era muy largo, y me devuelvo el 7 a Bogotá, él manda a una empleada al Puente Aéreo y se lo despacho en una USB, él lo mira, yo espero tres hora y “le me devuelve a la funcionaria con la USB y me manda a decir: ‘Dígale a Henry que todo bien, salvo que no ponga que mi hermano Enrique ha sido amigo de Alfonso Cano y de Pablo Catatumbo sino conocidos”, yo no corrijo eso, yo dejo la palabra amigo, además porque siempre he tenido en mente que yo soy el facilitador y entonces eso facilitaba el acercamiento, y es cierto, en la respuesta que se produjo el 15 de octubre, las Farc dicen que valoran mucho que se haya incluido el nombre de Enrique Santos, porque eso significa un compromiso del Presidente.
Por esos días mataron a Mono Jojoy...
Sí, el 22 de septiembre del año 2010 mataron a Mono Jojoy y a pesar de eso las Farc respondieron que sí y dijeron que la muerte del Mono era una vicisitud de la guerra.
En febrero del 2011 me senté por primera vez con el doctor Sergio Jaramillo, alto comisionado para la paz, y se iniciaron las reuniones preparatorias, que fueron unas negociaciones secretas que se hicieron Venezuela, dos en las isla de Ochila, al pie de Isla Margarita donde hay una casa del presidente de Venezuela; otra en una hacienda de Rodríguez Chacín, que era ministro de Gobierno de Chávez, en la frontera con Colombia, cerca a Cúcuta; y la primer reunión que fue en la frontera colombo venezolana. Llegaron a Venezuela los delegados colombianos que eran Alejando Leder y Jaime Avendaño. Estuvieron tres días con las Farc sin que el Gobierno supiera dónde estaban, para esa primera reunión el presidente me dijo: “Henry, ¿puedo confiar?”, y yo le dije: “Presidente, puede confiar”.
Yo no estuve en ninguna de esas reuniones, yo ayudaba a articular porque las reuniones eran entre dos delegados del presidente y Andrés París, Marco Calarcá y Rodrigo Granda,m por parte de la guerrilla. Eran reuniones que lo que pretendían era definir dónde iban a ser los diálogos y cómo íbamos a sacar de Colombia a Mauricio Jaramillo, miembro del secretariado, con Sandra, la viuda de Manuel Marulanda.
Cuando ya se logró matan a Alfonso Cano, el 4 de noviembre del 2011, ese tampoco fue un obstáculo. Las Farc se mantuvieron en su decisión y en 2012, febrero 23, se iniciaron los diálogos exploratorios que terminaron en el acuerdo general en agosto 26 y luego en octubre 18 en Oslo.
Usted tuvo la oportunidad de escuchar a ambas partes antes de que se reunieran, ¿qué tan diferentes eran las pretensiones de las partes frente a lo que alcanzaron en la mesa?
Era muy diferente: las Farc pretendían desde el comienzo que se discutiera la plataforma bolivariana. El presidente Santos decía que no estaba dispuesto a discutirlo, que si querían implementarla que dejen las armas y se hagan elegir, que si ganaban la aplicaran. Las Farc también pretendían hacer unos cambios muy grandes en el modelo de desarrollo económico del país, no en el sistema, querían ajustar el capitalismo a un modelo más parecido a los modelos escandinavos de la economía del bienestar, sobre eso hicieron una propuesta amplia en La Habana, pero eso se fue ajustando hasta que terminó en unos ajustes del modelo reafirmando la propiedad privada. Había muchas propuestas de acuerdo a lo que ellos querían en el futuro, como en toda negociación.
Usted venía de ver un montón de fracasos entre el Gobierno y las Farc, ¿cuáles eran sus expectativas frente a esa mesa de diálogos?
Yo siempre digo que todo proceso es de ensayo y error, esto no se inventó con el presidente Juan Manuel Santos, él y las Farc tuvieron la sabiduría de recoger todas las experiencias pasadas para aplicarlas en la mesa de La Habana. Hay una persona que siempre ha sido como un desconocido que ayudó mucho, Vicent Fisas, él era el director de la escuela de Paz de la Universidad de Barcelona, y ha estado presente en los 56 conflictos armados internos que se han negociado en el mundo, y él me decía: “Ningún conflicto se ha negociado antes de los 4 años de diálogos, no se preocupen, la gente va a acosar pero 4 años es lo mínimo que se va a necesitar para que las conversaciones lleguen al final”, y así fue, fueron cuatro años y un “puchito”.
¿En cuáles momentos de la negociación estuvo usted?
En todo. Mi papel fue de facilitador entre el presidente Santos y la delegación de las Farc, yo iba a La Habana una o dos veces al mes, primero me reunía con la delegación guerrillera y al final ya me reunía con Timoleón Jiménez y algunos miembros del secretariado. Eran mensajes del presidente Santos para tratar de resolver problemas y de las Farc para proponer soluciones o abordar nuevos temas. Era como precocinando temas o resolviendo situaciones que no se podían abordar directamente en la mesa de negociaciones. No era una mesa colateral ni me reunía con la delegación del Gobierno. En muchas ocasiones, el doctor Sergio Jaramillo estaba presente en las reuniones mías con el Presidente, era el único.
¿Cuál fue el momento más difícil de las negociaciones?
El 12 de marzo del 2012, cuando estábamos en los diálogos exploratorios la mesa se levantó porque el doctor Sergio Jaramillo estaba exponiendo en un tablero un listado previo de cuáles podrían ser los puntos de los diálogos y entre ellos puso desmovilización, eso fue, mejor dicho, el acabose, se pararon los tres: París, Granda y Calarcá, y dijeron: “Nosotros nunca nos desmovilizaremos, si ustedes nos trajeron a eso aquí, olvídense de eso”. Sergio Jaramillo, con mucha sabiduría les dijo que no se pararan de la mesa, que mejor esperaran y que dejaran el asunto en manos de los equipos técnicos. Ese impase produjo una carta pública de Timoleón Jiménez desde las montañas y otra de Pablo Catatumbo. Eso fue un sábado y el lunes los equipos técnicos propusieron una solución que fue la que se mantuvo: “Lo que habrá es una desmovilización armada y una movilización política”.
Otro impase fue en noviembre del 2013, algunos de la delegación de las Farc, entre ellos Iván Márquez, insistían mucho en que el preámbulo del Acuerdo General debía ser parte del la negociación. Yo siempre argumentaba que ese acuerdo general parecía elaborado a dos manos: el acuerdo general parecía redactado por las Farc y los puntos de la agenda parecían redactados por el Gobierno; entonces, eso comenzó a generar mucha molestia hasta que explotó la crisis, tanto que la delegación del Gobierno vino a Bogotá, se reunió con el presidente Santos y decidieron que ellos no volvían a La Habana. Sergio Jaramillo me llamó a Bogotá para que intentara ayudar. Conversé con el presidente Santos, insistí en que no se levantaran de la mesa, el presidente me dijo: “Henry, es la primer persona que entra al despacho y me dice que siga, todos han entrado diciéndome párese de la mesa”. Yo le dije que también estaba de acuerdo Sergio Jaramillo. Finalmente la mesa no se paró. Conversamos en La Habana, explicamos por qué no era conveniente que el preámbulo quedara en el Acuerdo Final, yo les decía: “No se paren por el preámbulo, párense dignamente, digan en qué es lo que no están de acuerdo, cojan las mochilas y devuélvanse para el monte, pero es muy horrible que un proceso de paz que iba exitoso termine por un preámbulo, me parece medio ridículo”. Eso finalmente se fue resolviendo.
¿Quiénes fueron los hombres claves en los diálogos de paz?
Sergio Jaramillo ha sido siempre la fuerza callada de ese proceso, un hombre de un valor inmenso, es muy criticado porque es recio y reservado, pero sin él no hubiera habido acuerdo. Lo mismo que Pablo Catatumbo del otro lado, ellos dos son los posibilitadores.
¿Hubo algún momento en que este proceso le causara dolor?
Esa crisis de noviembre me dio mucha tristeza, mucho dolor, dije esto se acabó, esa para mí fue la más complicada. También cuando mataron a Alfonso Cano yo dije: “Esto se acabó”, era dolor de patria. En general yo era muy optimista, decía esto va a terminar bien, todo indicaba que iba bien, había algo que siempre les repetía a las dos partes: “Por favor no digan cosas que afecten la dignidad de las partes, porque hay maneras de decir que no se está de acuerdo sin ofender la dignidad”.
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Usted estuvo muchos años en la sombra y aparece la figura de Henry Acosta solo cuando estaba muy adelantada la negociación, ¿cómo fue esa iluminación?
Mi nombre aparece en el 23 junio del 2016 cuando se firmó en La Habana el fin del conflicto, dos días antes el presidente Santos me dijo: “Vas a ir por primera vez a un acto público y como vamos a firmar el fin del conflicto ya podés salir de la oscuridad”. Yo llamo esto la “salida del closet mediático”.
¿Cómo fue eso de ser reconocido por la gente como el facilitador del proceso de paz?
Muy grato, el reconocimiento de la gente que le dice a uno: “Señor ya sé quién es usted, gracias por lo que ha hecho por la patria” y me abrazan. Militares que me encuentro y me agradecen. Muchas personas me escriben o me llaman a agradecerme.
¿También se ha encontrado con gente que no está de acuerdo con lo que usted hizo?
¿Sabe que no?, la hay, mucha, pero no me lo han dicho. Por teléfono sí me han llamado y me han insultado, pero personalmente no.
Todos este esfuerzo fue para llegara un acuerdo de paz, ¿usted cómo lo ve?, ¿qué le quedó faltando y qué le quedó sobrando a ese acuerdo?
Debió haberse negociado las causas sociales, económicas y políticas del conflicto porque quedaron faltando muchas cosas en esos puntos. Yo digo que lo esencial que es dejar las armas, que 6.900 guerrilleros dejen las armas, que 3.000 milicianos, que 6.000 prisioneros sean bienvenidos a la democracia, eso es lo más importante, que le hayan faltado o sobrado cosas al acuerdo se vuelve medio anecdótico, pero lo importante es la conclusión final: se puso fin al conflicto entre las Farc y el Estado.
¿Usted cómo ve la implementación?
La implementación ha tenido sus dificultades, en mi opinión, se lo dije al presidente Santos hace más o menos un mes, le faltó gerencia, no vocero sino un gerente. La dejación va caminando, pero estamos llegando a un tema bien complicado que no pueden manejar las Farc ni el mismo Presidente, que todo lo queson las leyes que posibilitan que ese acuerdo final se implemente está en manos de unos senadores y representantes, y ahí cada quien va por su lado. Los miembros del Congreso deben entender que si llegamos al Día+181 y pasa un mes y pasan dos meses y pasan tres meses y los excombatientes no han sido reincorporados dignamente a la vida social y económica vamos a tener el problema más grande del mundo, y podemos llegar a que esta gente vuelva al monte ya no como Farc sino como grupos de bandoleros y ahí “apague y vámonos”.
Después de toda esta experiencia, ¿qué le aconsejaría a los diálogos de paz con el Eln?
Lo primero es que tienen que ser realistas y pragmáticos que esta es una negociación que para terminar una fase armada y movilizarse políticamente, porque si pretenden que en el primer punto, de participación ciudadana le van a consultar a todos los movimientos sociales del país entendiéndose por eso los movimientos sociales, empresariales, políticos y religiosos, qué es lo que quieren que discutamos con el Gobierno, esa metodología terminará no sé en que año de cuál siglo.