Elkin Miranda lleva 17 años detrás de alguna pista que le permita saber el paradero de su hermano desaparecido. La semana pasada recibió una llamada.
Al otro lado del teléfono un investigador de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) le dijo que el cuerpo de Wilson*, al parecer, estaba debajo de uno de los pasillos del cementerio San Rafael de Fundación (Magdalena): los hallazgos de la investigación conducían a ese lugar.
Durante la noche del 24 de marzo no pudo cerrar los ojos y el techo de la casa fue testigo de su ansiedad. Se levantó en la madrugada. Se lavó la cara. No desayunó. Tomó cuatro buses y cruzó dos departamentos –Cesar y Magdalena– para poder llegar puntal al encuentro con los que podían ser los restos de su hermano.
“No sé cómo llamar esto que siento. Estoy como ansioso. Entra uno en desespero. Estoy buscando a mi hermano desde 2008. Éramos muy, muy llaves, por eso este caso me ha golpeado tanto”, dijo Miranda.
El termómetro marcaba los 45 grados centígrados y la brisa parecía ausente en ese camposanto. Cuando el sepulturero empezó a picar el corredor, Elkin se vino abajo, las lágrimas se fundieron con el sudor y recordó la última anécdota que tuvo junto a su hermano:
“El último recuerdo que tengo con él es de una noche en El Paso (Cesar), nosotros vivíamos allá. Dijo que se iba a dar una vuelta y no llegó a dormir.
El Paso es un pueblo bastante quieto. Allá nadie se mete con nadie, es un pueblo demasiado sano, tranquilo. Comencé a preocuparme por él y le dije a la compañera que tengo: ‘Mami, mira, Wilson no llegó a dormir’. ¿Qué pasó? ¿Dónde está?, era lo que me preguntaba. Yo soy dos años mayor que él.
Cuando eso no teníamos teléfono, ni él ni yo. Comencé a buscarlo por todo el pueblo, porque el pueblo en ese entonces –ya ahora es más grande– estaba pequeño. Y yo buscándole en una cicla, cuando lo veo por allá emparrandado con unas personas que yo ni conocía.
O sea, eran del pueblo, pero personas adultas, escuchando música del señor que es de ahí del municipio: Alejo Durán. Entonces estaba con ese poco de señores. Me quedé viéndolo por la cerca y él desde allá me llamó.
Me dijo, ‘acércate papi, venga, tómate uno, hombre’.
–Si tú me tienes es asustado. Yo no sabía dónde estabas. –le dije.
Me respondió ‘mira con los que estoy escuchando música de Alejo’. Me eché a reír y le dije que ese no era el tipo de música que a él le gustaba.
–Me están echando cuentos de este pueblo –contestó.
Y ya, entonces me fui tranquilo. Yo no me uní a la parranda porque me tocaba trabajar al otro día. Pero él era así, descomplicado. Después me lo desaparecieron”.
Alicia adorada fue una de las melodías que se entonaron durante esa parranda. Es una composición de Juancho Polo que Alejo Durán interpretó por primera vez en 1968 y que evoca la sensación de que Dios –a veces y a algunos– no escucha y abandona.
“Tanto le pido y le pido ¡ay hombe!/Siempre me manda mis males/ Tanto le pido y le pido ¡ay hombe!/Siempre me manda mis males”.
Días después de la fiesta, Wilson desapareció. Salió de El Paso porque le ofrecieron reintegrarse al Ejército como soldado profesional. Tenía 24 años. Era 2008.
La última vez que lo vieron con vida fue en un sector conocido como la Loma de Bálsamo del municipio de Algarrobo (Magdalena). Después, en 2013, regaron una foto de Wilson en el municipio de Sabana Grande (Atlántico) donde solicitaban a sus familiares.
Fueron uniformados del Ejército quienes dieron aviso a Elkin del paradero de su hermano. Lo citaron tres veces al cementerio de Fundación para exhumar el cuerpo, pero siempre lo dejaban plantado. A la frustración se sumaron amenazas de algunos actores que se incomodaban con la búsqueda de Elkin –lápida por lápida– en el San Rafael.
El departamento del Magdalena fue testigo de las guerras de los paramilitares de Hernán Giraldo vs el Clan Castaño y de las acciones bélicas de la Fuerza Pública y del Bloque Caribe de las FARC.
El municipio de Fundación, particularmente, fue un epicentro del conflicto: allá entraban y salían los actores armados. Pero también desembocaban los muertos que dejaba la guerra.
La UBPD es una institución que nació con la firma del Acuerdo de Paz en 2016 y se dedica a buscar a Wilson y a las otras 124.733 personas víctimas de desaparición violenta en Colombia.
Es un equipo humano de 522 funcionarios que, si se dedicara a rastrear –uno a uno– a cada desaparecido, tardaría hasta 300 años: es como hallar una aguja en un pajar.
Por eso investigan, delimitan, mapean, escarban y analizan en 10.487 sitios de interés forense, donde se presume que pueden estar los desaparecidos.
El San Rafael es uno de esos puntos. Allá estarían inhumadas 14 personas desaparecidas en 12 puntos del panteón.
“Este es un lugar en el cual hay la hipótesis de que pudieron ingresar cuerpos que, en su momento, no fueron identificados y que creemos que pueden corresponder al de algunas personas desaparecidas. Esperamos encontrar en este cementerio no solo personas desaparecidas de Fundación, sino de todos los municipios de alrededor”, señaló Luz Janeth Forero Martínez, Directora UBPD.
Ese terreno es administrado por la parroquia del municipio. Mide 7.041 metros cuadrados y los difuntos ya están hacinados: hay varios cuerpos en una misma bóveda, algunas lápidas están sin marcar y otros restos han tenido que ser enterrados en los pasillos, uno encima de otro, revueltos con escombros. Todo eso hace más difícil la búsqueda.
“Aquí hay muchas complejidades por la reutilización de los espacios, es decir, que hubo traslados previos de los cuerpos dentro del mismo cementerio y eso no solo dificulta la acción de prospección y recuperación, sino también el proceso para empezar a individualizar”, explicó Francisco Vera, coordinador del grupo territorial del Magdalena de la UBPD.
Pero antes de llegar a la búsqueda en el terreno, la Unidad ya reconstruyó –en compañía de las familias– un perfil del desaparecido: rasgos físicos, tatuajes, cicatrices, fracturas, color de ojos, ropa que solía usar. Todo es clave y los cuerpos saben mostrarlo cuando son encontrados.
Luego, el equipo de la UBPD recurre a la toma de muestras biológicas para determinar los parentescos.
Cuando el sepulturero abrió el corredor, bajo los escombros empezaron a descubrirse unos restos.
–Hemos encontrado pedazos de una manito. Pero tenemos que seguir buscando –le dijo Paula González, antropologa forense a Elkin.
Cada hueso era manipulado con delicadeza. La antropóloga eliminaba con una brocha los rastros de tierra y polvo. Después, recorría cada pliegue con su mirada.
“Cuando limpiamos los huesos estamos identificando también las lesiones, los traumas y todas las evidencias que nos pueden ayudar a establecer que ese cuerpo es o no de nuestra competencia”, añadió González.
A medida que se escarbaba, también quedaban descubiertas gorras, manillas e hilachas de ropa de los difuntos.
“Aunque pareciera que el proceso fuera lineal, muchas veces nos podemos encontrar escenarios donde encontramos dos cuerpos y otros cuerpos que no estábamos buscando en un mismo sitio. Eso implica que la investigación se siga actualizando constantemente”, añadió el coordinador Vera.
EL COLOMBIANO estuvo presente en dos jornadas de búsqueda en el cementerio de Fundación. Durante ese tiempo, el equipo forense de la Unidad logró recuperar más de dos cuerpos. Los restos fueron empacados y sellados por la Unidad y fueron enviados hasta la sede de Medicina Legal en Barranquilla. Allá se tendrá precisión de las identidades y Elkin podrá tener la certeza de si ese cuerpo, que estaba bajo los escombros, era el de Wilson.
“Yo a mi hermano lo pienso todos los días y todas las noches. Uno siempre tiene la esperanza de que las cosas van a salir bien y, si él está en ese punto, le voy a poder dar una sepultura digna y lo podré visitar”, puntualizó Elkin.
*Nombre cambiado por seguridad de las fuentes.
124
mil personas han sido dadas por desaparecidas en Colombia y son buscadas por la Unidad.
La búsqueda inversa
A veces ocurre que la Unidad logra identificar plenamente las identidades de los cuerpos, pero todavía no encontró a las familias. En este caso, el difunto es quien empieza una travesía para encontrar a sus seres queridos. La UBPD llama a este proceso la “búsqueda inversa”. Es el caso de Rubén Vargas, un joven de 26 años que buscó desde los 13 años a su papá: William Rafael Vargas.
“Mi mamá lo denunció tres veces como desaparecido. Pero nunca nos dieron razón ni nada. Solo hasta hace poco con la búsqueda inversa. Un primo llegó con una foto de mi papá que publicaron en una página del pueblo. Decía que mi papá estaba buscando a sus familiares. Sabemos que está en un cementerio de Bogotá. Lo último que supimos fue que unos armados entraron a la habitación donde vivía y se lo llevaron. En abril viajaré a Bogotá, espero traer de regreso a mi papá. Esto es como un descanso, es saber que por fin llegó, se acabó la espera”, dijo Rubén. Bajo este método la Unidad tiene recuperados 74 cuerpos.