La quinta placa del convenio entre la Alcaldía de Medellín y EL COLOMBIANO, en una estrategia para mostrar que la ciudad es más que narcotráfico, fue instalada ayer en un costado del Pájaro Herido en el Parque de San Antonio, monumento de bronce del maestro Fernando Botero donde fueron ubicados 10 kilos de explosivos la noche del 10 de junio de 1995, dejando un saldo de 23 muertos.
La fuerza pública hizo un pasillo de honor en el cual Natalia Ocampo Osorio, quien perdió a sus padres en el atentado, representó a las víctimas y encabezó el desfile para poner flores blancas sobre la escultura, bajo la cual están consignados los nombres de todos los inocentes que fallecieron hace 24 años.
“Queda la tristeza de revivir todos los recuerdos, pero en el fondo un poco de alegría, de saber que el nombre de mis padres y todos los que murieron aquí no se ha olvidado. Este acto fue como romper una barrera que yo misma puse”, confesó Natalia, quien asegura que no había regresado sino una sola vez al Parque de San Antonio.
El homenaje de ayer coincidió sobre el final con la visita de un grupo de turistas extranjeros, quienes acompañados por un guía observaron la gigantografía de EL COLOMBIANO con la portada del lunes 12 de julio de 1995, dos días después de la bomba, en la que se calificó el hecho como un acto “¡Demencial!”.
“Estamos haciendo memoria y honrando a las víctimas (...) Estar entre los dos pájaros de bronce del maestro Botero es una metáfora muy clara que describe nuestra Medellín. La escultura herida para una ciudad que ha vivido décadas de violencia; la que está intacta, con sus alas sin heridas, de una urbe que avanza y que debe seguir ese camino de resiliencia en sociedad”, manifestó Federico Gutiérrez, alcalde local.
Por su parte, Martha Ortiz, directora de este diario, expresó que el homenaje en San Antonio, al igual que los cuatro anteriores (carrombombas en el Parque Lleras y Puente Pandequeso, Bomba a El Colombiano y asesinato de Valdemar Franklin Quintero), han sido conmovedores y han reivindicado la voz de las víctimas.
“Lo que quedan son ganas, empezar a tener este tipo de conversaciones de la historia violenta, que son impopulares, pero necesarias para construir una estabilidad, una cultura más fuerte para las nuevas generaciones”, señaló.