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El teatro al aire libre, que alguna vez soñó con recibir conciertos, recitales de poesía o una obra conmovedora, está desolado: sus escaleras, desgastadas por el sol, la lluvia y la ausencia eterna de visitantes. En el escenario, en donde deberían estar los actores, duermen tres hombres y unas botellas de ron desperdigadas delatan una borrachera reciente. Es la plaza San Antonio, que un día, olvidado ya, vio crecer a una clase media y que después, en el comienzo de su declive, se convirtió en cementerio de carros. Pero el futuro le depara algo diferente, cosa que nunca ha sido: un parque verde.
Esa es, al menos, la pretensión del acuerdo 050 de 2021, aprobado el pasado 7 de mayo por el Concejo de Medellín, en segundo debate. Wilder Echavarría, gerente de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), explica que la idea es transformar la plaza de San Antonio, un lugar que hoy padece por la inseguridad y el abandono: “El objeto es darle un uso diferente al suelo. Con el proyecto, que tiene una vigencia de 10 años, pretendemos traer vivienda a San Antonio, algo que renovaría al sector. Además, vamos a convertir la plaza, un lugar que hoy es árido, en un parque verde, con 12 % más de espacio público y 8 % más zonas verdes”.
¿Cómo lo piensan lograr? El acuerdo 050 no establece la construcción del nuevo parque, tampoco de las torres residenciales. Lo que aprobó el Concejo fue la desafectación de espacios para poder transformarlos a futuro. En palabras sencillas, la desafectación consiste en poder darle, con un argumento jurídico, un nuevo uso a esos suelos que hoy son públicos (61 %) y privados (39 %). “Antes no podía hacerse nada con estos espacios. Con la desafectación, por ejemplo, los comerciantes pueden unirse y desarrollar infraestructura. Les damos vía libre para que entren al mercado inmobiliario, vendan sus locales, si quieren. Pero, si no lo desean, pueden hacer una asociación y hacer parte de la transformación”, precisa el gerente.
En total, son 2.131,66 metros cuadrados por desafectar. Las torres residenciales serían construidas en el costado occidental, sobre Junín. Allí se haría un canje: los negocios privados se corren hacia adentro, para darle espacio a las viviendas, y ocuparían un espacio que hoy es público. “Tendríamos 21.000 metros cuadrados de vivienda y 10.000 de comercio. Hoy tenemos 16.000 metros cuadrados que, lastimosamente, no prestan acceso universal para personas con discapacidades de movilidad. Con la reconfiguración del parque llegaríamos a un total de 21.628 metros de espacio público, lo que representa un mejoramiento del 29 % de ese espacio”, precisa Echavarría.
La idea de la EDU es que en el parque se construyan 281 unidades de vivienda, lo que generaría, según sus cálculos, una mayor seguridad. “La única manera de tener un espacio público seguro y controlado las 24 horas, los siete días de la semana, es con vivienda. Ahora no se está usando para eventos, para lo que fue concebido el parque”, opina Mónica Pabón, gerente del Centro.
José Luis Galeano, presidente del consejo que administra los locales comerciales, considera que la desafectación de los bienes ha generado incertidumbre. Lo explica de la siguiente manera: con la vía libre para que se desarrollen proyectos urbanos, los precios de los locales comenzarán a variar según se especule. “Nosotros podremos vender nuestros locales o, si el 51 % de nosotros está de acuerdo, hacer parte de la transformación del parque y ser socios de futuros proyectos. El problema es que la EDU no nos dice quién está interesado en comprarnos y eso genera incertidumbre. No sabemos con quién vamos a negociar ni bajo qué condiciones”, expresa Galeano.
El gerente de la EDU, por su parte, confirma que los negociantes tienen vía libre para hacer lo que mejor les parezca: vender a un interesado en desarrollar nuevos locales comerciales o unirse para ellos mismos ser parte de un nuevo proyecto.
Isaza, el comerciante, dice que “no nos interesa unirnos a un nuevo proyecto”. Y agrega: “Si van a transformar esto, que nos compren a precios de avalúo comercial. El problema es que los que no estemos de acuerdo vamos a tener que negociar con un privado, que ni sabemos quién será. Al final, la EDU podrá expropiarnos”.
Echavarría, desde la EDU, responde que la empresa, efectivamente, no será la que negocie con los comerciantes, sino que un privado podrá entrar a pactar con ellos, esto si el 51 % decide hacerlo. Frente a la expropiación, es categórico: “Se han creado muchos mitos alrededor del proyecto. En ningún momento habrá expropiación. Es una mentira. Nosotros no vamos a hacer eso. En cambio, habrá avalúos comerciales para que, si deciden vender, se les dé lo justo”.
“Lo que planteamos en su momento, y que se continuó, es que el parque dejará de ser árido para convertirlo en una especie de vivero público. Además de la vivienda y la parte comercial, hicimos un estudio y determinamos que era posible convertirlo en un jardín”, señala Hernández.
Echavarría, el actual gerente de la EDU, expone, basado en los imaginarios construidos, que el futuro parque tendrá mobiliario urbano como bancas y estará rodeado por árboles que ofrecerán su sombra a los futuros habitantes. Los comerciantes, por su parte, tienen reparos. “Ahora es una plaza pública, ideal para realizar eventos. La cosa es que no lo usan como deberían. Creemos que se convertirá en un parque privado para los que vengan a vivir aquí. Aquí los únicos en perder serán la ciudad y la comuna 10”, dice Galeano.
El parque, como dice el comerciante, fue concebido para albergar eventos masivos. Es por ello que en su parte norte, la que será intervenida, no hay árboles. Es una plaza de cemento , con un teatro al aire libre que nadie usa para el arte y en donde unas 20 materas, con árboles exiguos, se erigen como el único elemento verde. “En los años 90 se hizo un concurso para la construcción de la plaza. Se pensó como un espacio en el que se pudieran hacer conciertos o eventos masivos. Sin embargo, eso nunca se logró. Fallas en su arquitectura no permitieron que se le diera ese uso”, explica el arquitecto Juan Carlos García.
Pero la historia de San Antonio es de origen dieciochesco. Cuenta Guillermo Cardona, en un artículo para el periódico Universo Centro, que el primer registro que se tiene sobre el sector de San Antonio es de 1770. De ese año data un plano de la ciudad que se conserva aún.
En el siglo XIX se asentó a sus alrededores una clase media de comerciantes que construyó amplias casas. Decimonónica es también la iglesia, San Antonio de Padua, que comenzó a ser levantada en 1874. Pasado un tiempo, a mediados del siglo XX, muchas familias migraron a otras zonas de la ciudad. En los 70, para acabar de ajustar, cuenta Cardona, llegaron los bares y prostíbulos, la última patada que necesitaban los vecinos para salir del sector. Desde eso se han planteado sucesivos planes de volver a traer habitación al parque, cosa que no se ha logrado. En la década del 80, el sector se convirtió en un cementerio de carros viejos. En los 90 se abrió el concurso para su construcción actual.
Ahora, al parque lo están mirando. Tal vez ahora sí vuelvan los habitantes que hace más de medio siglo se fueron