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Cuando el techo de la Iglesia San Pío X se desplomó, el domingo 7 de octubre al mediodía en Itagüí, pocas cosas quedaron tan intactas como la figura del Cristo de Buga.
Antes del colapso, los cargueros del templo estaban en la tarea de desocupar la Iglesia. “Cuando estábamos sacando las cosas, el padre nos dijo que lo dejáramos ahí, que ‘El Señor de los Milagros’ iba a cuidarnos”, cuenta Kevin Grajales, carguero. Y así ocurrió: la figura religiosa no sufrió daños tras el impacto.
En medio del amor hacia un templo que los vio crecer y que consideran milagroso, la comunidad de San Pío está en la tarea de reconstruir la parroquia de 1.300 metros cuadrados y que estaba cercana a los 70 años. Como dice Pedro Pablo Agudelo, sacerdote del templo, el lema es “nuestros antepasados construyeron este templo, nosotros lo reconstruiremos”.
Aún no hay cifras del costo de la obra, puesto que se está definiendo cuál será la empresa encargada del proceso. Está claro, eso sí, que el dinero deberá salir de los feligreses. “Hay quienes empezaron diciendo que costará mil millones, luego otros dijeron que valdría tres mil millones. Va a costar muchísimo dinero”, dijo el párroco.
Jason Larrea, habitante del sector, dice que la pérdida ha unido a la comunidad y a los vecinos, quienes ya realizaron un bingo y una “velatón” para recaudar fondos, ambas con asistencia masiva. En el último encuentro sumaron $3’800.000 y ya tienen una cuenta bancaria para seguir ahorrando. “Se llenaron los alrededores de la iglesia. La ‘velatón’ fue solemne, íntima, de mucha esperanza. La gente le echaba la bendición al terreno para que algún día tengamos otra iglesia ahí”.
La semana del desplome, el párroco Agudelo supo que la iglesia estaba a punto de venirse abajo cuando el ingeniero Fredy Castañeda, de la Alcaldía de Itagüí, le dijo, “padre, salve lo que pueda”.
La sentencia se cumplió: el techo se derrumbó, entre el estruendo y la mirada atónita de los vecinos que se asomaron desde los balcones.
El párroco recuerda que el templo se desmoronó desde el centro, luego vino el crujido, la caída de la cubierta y el polvo. Desde el 25 de septiembre había comenzado a notar grietas en los muros, una serie de fisuras que siguieron creciendo mientras el sacerdote pasaba los días en reuniones de evaluación con expertos de la Administración Municipal y la Arquidiócesis de Medellín. El colapso era inminente.
El miércoles, 3 de octubre, la oficina de Gestión del Riesgo de Itagüí dictaminó que el templo debía ser evacuado, por el mal estado de la estructura. Kevin Grajales recuerda que comenzó una semana de zozobra y de trabajo contrarreloj para intentar salvar todo lo que fuese posible. “Nos daba miedo, porque en cualquier momento podía caerse”, dice, mientras cuenta que lograron rescatar bancas, imágenes, el altar y el sagrario. Sin embargo, cuando la iglesia se desplomó, quedaron aún entre los escombros muchas piezas y los osarios de los feligreses.
Por eso, el paso siguiente a la demolición será intentar recuperar los osarios que están perdidos y evaluar los daños.
Julio César Restrepo, subsecretario de Gobierno de Itagüí, indicó que el Municipio no puede invertir en la reconstrucción del templo, por ser un bien privado. “No podemos invertir, sería detrimento patrimonial. Pero hemos reiterado nuestra disposición en relación con la asesoría técnica para que este hecho sea menos traumático”.
Mientras tanto, el sacerdote Agudelo reitera que siente el mismo dolor de los feligreses, pero deben ser pacientes. “Le doy gracias a Dios porque no hubo muertes. A quienes tienes los seres queridos en los osarios, que confíen, estamos trabajando para mirar qué podemos rescatar” .