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Polémica en la Universidad de Antioquia: ¿quieren borrar los murales de la memoria?

Eliminación de un mural alusivo a Fabiola Lalinde y a estudiantes que murieron en movilizaciones causa revuelo. Directivas dicen que fue un error.

  • Foto 1: mural borrado. Foto 2: muro actual, pintado de gris. FOTO cortesía y esneyder gutiérrez
    Foto 1: mural borrado. Foto 2: muro actual, pintado de gris. FOTO cortesía y esneyder gutiérrez
27 de julio de 2022
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En el bloque 23 de la Universidad de Antioquia, donde tiene sede el Teatro Camilo Torres, dejó de cantar un “cirirí” hace varios días. Estaba pintado sobre la pared de los bajos del bloque, de cara a El hombre creador de energía —la icónica fuente de agua del centro universitario—, mirando a todo el campus. Estudiantes y profesores le dieron vida el 15 de junio pasado. En el receso de vacaciones, con una pintura grisácea, las directivas lo mataron, aunque ahora dicen que fue un error.

Así nombra una estudiante que por allí transita a diario lo ocurrido. Ella no vio cuando pintaron el mural, pero sí estuvo presente cuando lo borraron. “Había un trabajador de la universidad pintándolo de gris”, dice. “No llevaba un mes ahí”, detalla. “Fue en la semana de vacaciones”, acota. La pared es lisa, basta con pasar el rodillo, no tiene relieve. Quizá por eso fue fácil borrarlo. Como es solo pasar el rodillo, no implica mayor trabajo.

El mural fue una intervención adelantada a mitad de junio por el colectivo Resistencia, arte y memoria y el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice). Surgió como un homenaje a la semana del estudiante caído —8 y 9 de junio—, previo a la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad. Participaron más de 20 personas, entre estudiantes, profesores y líderes de víctimas.

Bastaron días para que fuera borrado. Probablemente incomodó, dice Alejandra Balbin, integrante del Movice y una de las artífices del mural. Su hijo, de 11 años, se enteró. Y le preguntó: “Ma, ¿por qué borraron el mural que pintamos? Eso quisiéramos saber”, le respondió ella. “Seguro no les importa la memoria”.

Esta conversación familiar trascendió. Estudiantes y colectivos de víctimas han hecho, en público, la misma pregunta. Hacemos Memoria, un proyecto de la misma universidad, aseveró: “Si crearlo fue un acto profundamente político, borrarlo también lo fue. Hacerlo desaparecer puede leerse, en el contexto universitario, como una estrategia de silenciamiento”. ¿Qué ánimo revierte esta polémica acción?

El mensaje

En los bajos del Camilo Torres se pintó un pájaro cantor, insistente: quizá un retrato fiel de la buscadora incansable, Fabiola Lalinde, a quien el Ejército le desapareció y asesinó a su hijo. “En la Ude A también canta el Cirirí”, escribieron quienes le dieron vida, sobre un fondo azul. Fueron 43 nombres de líderes desaparecidos o que perdieron la vida en 40 años los que le acompañaban.

“La idea surgió en marzo. Pensamos que muchas víctimas no figuraban en los murales. Queríamos hacer algo que abarcara diferentes épocas, personas y hechos victimizantes. Hicimos un rastreo. Lo pintamos estudiantes, víctimas y familiares de universitarios exiliados”, cuenta Juan Mejía, estudiante de Historia de la universidad, de quién provino la iniciativa.

Juan, cuyo hermano desapareció hace 20 años, a dos meses de la Operación Orión, no comprende qué sucedió. En el mural no se retrató ningún nombre relacionado con las personas que lo pintaron. Tampoco se propusieron señalamientos o responsabilidades. “Es una cosa que también le debería doler a la universidad. Que todavía tenemos desaparecidos. Que se nombre y se reconozca. Que nos preguntemos: ¿qué estamos haciendo en labores de búsqueda y reparación?”.

Para muchos el borrado fue una acción violenta, agresiva, innecesaria. No solo hacia la comunidad universitaria, sino hacia el mensaje mismo. “No se lastima a nadie. No se perjudica a nadie. Y aún así buscan silenciarlo. ¿Cómo hablamos, entonces? ¿Qué hacemos ante la censura?”, se pregunta otra estudiante, mientras mira la pared gris, pulcra.

La respuesta

En un texto publicado por Hacemos Memoria el sábado pasado, las profesoras Adriana González Gil, Patricia Nieto y Sandra Arenas Grisales tejieron algunas puntadas sobre los significantes de este borrado. Luego de detenerse en la importancia de los murales en los ejercicios de memoria colectiva, que hacen lienzos para vaciar el dolor, fijaron su mirada en esta creación.

“Esta acción dignificaba la historia de vida detrás de cada nombre, por cuyas ausencias fueron impactados familiares, amigos, compañeros y compañeras de clases (...)”, se lee en el texto, en el que las profesoras exhortan a la U. de A. a no guardar silencio sobre este tipo de hechos. “(...) ese diálogo no inicia borrando los murales sino activándolos, haciendo que ellos nos permitan preguntarnos por el pasado desde el presente”.

A ese pasado ahora lo recubre una capa de pintura neutra. Una capa que, según el vicerrector general de la institución, Elmer Gaviria Rivera, fue un error. “No tenemos una política institucional de borrar murales. Fue un grave error de un director de una división administrativa, que no tenía la competencia para esta actividad”, respondió el directivo.

Ayer se tuvo una reunión, según Gaviria, con las profesoras de Hacemos Memoria. Se acordó que vendrá un proceso de reparación. Aunque el vicerrector no lo afirmó directamente, se espera que el mural vuelva a ser pintado. Esto, para Alejandra, Juan y el resto de la comunidad universitaria, es lo mínimo que puede hacer la institución. No arrebatarle la vida a la memoria.

Otros murales han sido borrados

Este mural no es el único que han borrado en la U. de A. Si bien el vicerrector afirma que fue un error, en por lo menos tres ocasiones se borró el mural “¿Quién dio la orden?”, el cual apelaba a los responsables de los llamados falsos positivos. Ante esto, el funcionario dijo que no fue algo premeditado, sino que fue una forma de blindar jurídicamente a la institución debido a las apelaciones que allí se hacían. “Los murales amenazantes e intimidantes sí son borrados”, aclaró.

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