Desde septiembre del año pasado las cuevas de El Esplendor, en el municipio de Jardín, están cerradas al público. Este lugar, es uno de los más visitados por turistas en el departamento, pero, ¿hasta qué punto pueden soportar estos sitios a una gran cantidad de visitantes sin que los ecosistemas terminen desgastándose?
En Antioquia existen 51 áreas que se encuentran bajo alguna modalidad de protección debido a su importancia para la conservación de flora, fauna y fuentes hídricas. Estas reservas naturales tienen en su totalidad una extensión de 602.536 hectáreas, un 9,5 % del territorio departamental.
Las áreas protegidas guardan varios beneficios naturales para las comunidades que rodean estos ecosistemas, como el alimento y la producción agrícola que permite su subsistencia.
Además, los paisajes de los páramos, los embalses, los ríos, las quebradas, los bosques y la zona costera representan atractivos turísticos, que, sin un adecuado cuidado, pueden terminar en el desgaste natural.
“Las personas llegan a estas zonas a través de distintos medios, por lo cual es difícil llevar un registro. Vemos en el turismo un potencial de posibilidades para las comunidades allí establecidas, pero con un buen manejo, porque si no, se convierten en una amenaza”, afirmó María Berrío Ruiz, coordinadora del grupo Bosques y Biodiversidad de la corporación ambiental Cornare.
Destacó al embalse de El Peñol-Guatapé y a la Reserva Natural Río Claro en San Francisco, ambas en el Oriente antioqueño, como dos de los lugares más visitados por los turistas en el departamento.
“Río Claro no está dentro de un área protegida, pero es una zona bastante visitada. Hay que entrar a reglamentar esta zonas para que se conserven los ecosistemas”, dijo Berrío.
Juan Guillermo Garcés, fundador de Río Claro, destacó que en 2015 se ganaron un concurso del Viceministerio de Turismo por su programa de acciones para conservar la flora y fauna.
Hoy en día la reserva cuenta con 1.500 hectáreas, y ya se encuentran trabajando para comprar más predios que ampliarían la extensión a 4.500 hectáreas, que, sin pertenecer a un área protegida declarada, fomente un turismo responsable y proteja la naturaleza en la zona.
Por otro lado, Elizabeth Ortiz Vaquero, profesional de áreas protegidas en la corporación ambiental de Corpourabá, señaló que una de las dificultades consiste en que no todas las áreas protegidas son parques naturales, por lo cual el acceso a estas zonas es menos restringido.
“Tenemos que establecer capacidades de carga, o sea, estudiar cuántas personas pueden visitar estos lugares sin afectar la naturaleza. También necesitamos apoyo de los municipios, la Gobernación y las comunidades para poder guiar mejor el turismo a estas zonas”, manifestó Ortiz.
En Corpourabá destacaron al páramo de Urrao y la ensenada de Río Negro, cerca a las playas de Necoclí, como las dos áreas protegidas con mayor afluencia de visitantes.
Quizás el ejemplo más claro de lo que puede ocurrir con una reserva natural explotada por el turismo es la cueva de El Esplendor, ubicada dentro del área protegida Cuchilla Jardín-Támesis, que desde septiembre del año pasado está cerrada al público.
“Estamos esperando un concepto de Corantioquia y hablando con la comunidad para lograr reabrir este sitio al público, pero debe ser con muchísima menos carga turística para proteger el ecosistema”, declaró Jhon Jairo Rendón, secretario de Turismo de Jardín.
Según Corantioquia, el Alto de San Miguel, ubicado a tan solo 30 kilómetros de la capital antioqueña, y en el cual se encuentra el 10 % del total de la biodiversidad que existe en el país, es otro de los puntos a tener en cuenta por la alta concurrencia de visitantes.
“En la corporación no estamos promocionando las áreas para hacer turismo, nos enfocamos en protección y participación de las poblaciones para que desarrollen actividades productivas de conservación”, explicó Adriana Molina, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia.
Según las CAR, la clave es que el turismo se haga de manera responsable y se distribuya en las diferentes áreas que tiene el departamento.
Alejandro González Valencia, director de Corantioquia, considera que es importante que los antioqueños conozcan su riqueza natural, pero con asesoría y acompañamiento.