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Un adiós sin aspavientos al puente de la U. de A.

Los universitarios sienten nostalgia, pero aplauden su desmonte para adecuar un paso a nivel accesible.

  • Así lucía el paso elevado en 1990, cuando tenía pocos años de construido. FOTO ARCHIVO CIP EL COLOMBIANO
    Así lucía el paso elevado en 1990, cuando tenía pocos años de construido. FOTO ARCHIVO CIP EL COLOMBIANO
  • El desmonte del puente de la calle Barranquilla fue anunciado en diciembre de 2019. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
    El desmonte del puente de la calle Barranquilla fue anunciado en diciembre de 2019.
    FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
  • Una cebra peatonal, con semáforos, predomina ahora en el paisaje frente al campus de la Universidad de Antioquia. Los dos pilares del viejo puente serán conservados. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
    Una cebra peatonal, con semáforos, predomina ahora en el paisaje frente al campus de la Universidad de Antioquia. Los dos pilares del viejo puente serán conservados. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
15 de junio de 2020
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Hallar la “partida de nacimiento” del extinto puente peatonal de la calle Barranquilla (la 67 en Medellín) fue misión imposible. Al menos hasta terminar de escribir esta historia, escarbando en los archivos de la alcaldía, la fecha más probable de construcción parece 1987, aunque el dato no pudo ser verificado. En lo que sí hay precisión es en su “acta de defunción”: la noche del 10 de junio de este año.

El paso elevado, que ya dominaba la avenida en 1990, de acuerdo a una fotografía hallada en el archivo de EL COLOMBIANO, será recordado como el primero de la ciudad que fue desmontado para dar lugar a un cruce a nivel, con cebras y semáforos, más incluyente con la población en condición de discapacidad, y que responde a la visión del nuevo gobierno de lograr una urbe con accesibilidad universal.

Ya el viejo puente, inconfundible por su tonalidad amarilla, presentaba síntomas de vejez. En 2006 la Secretaría de Infraestructura Física le hizo un mantenimiento, pero hace dos años un nuevo diagnóstico determinó que la estructura estaba tan deteriorada que ni siquiera ameritaba su traslado.

Durante más de 30 años, por sus escaleras y su piso metálico desfiló la ciudad. Imagínese usted cuántas anécdotas no se vivieron allí. Del alumno que le suplicó una décima en la nota a algún profesor, de algún debate académico que empezaba en la U y terminaba en los negocios del frente, o de las carreras para cruzarlo de aquellos que iban tarde para clases.

Nostalgias

Cuando Juan David Ortiz estaba en el colegio, en su mente se repetía siempre una escena que tenía que ver con un anhelo. Se imaginaba a sí mismo bajando de un Circular Coonatra, atravesando el puente y entrando a la U. de A. Esa rutina, que luego se hizo realidad y ahora la vive como docente, basta para dimensionar la carga simbólica que tuvo la estructura de concreto y metal para todo el sector.

Ortiz también recuerda las consignas de los movimientos estudiantiles que se colgaban en sus costados, para que el tráfico leyera el mensaje de cada protesta. Tampoco faltaron los panfletos amenazantes que pegaron de las barandas; los más recientes en mayo de 2019 y en marzo de este año. El puente acompañó gran cantidad de “tropeles” protagonizados por “capuchos”, que armados con papas bomba mantienen una lucha sin sentido contra el Esmad.

A contramano, también fue el espacio para la puesta en escena de intervenciones artísticas pacíficas. Alejandra Vergara, egresada, se acuerda de ello: un par de veces colgaron tiras azules que dificultaron el cruce por allí. Para ella, el puente de la calle Barranquilla era un cruce con alta probabilidad de coincidencias. Sobre todo piensa en su color amarillo, tan potente que se quedó grabado en varias generaciones y era el punto de referencia para encontrarse con alguien.

Haciendo memoria, al menos en el tiempo que fue estudiante hasta 2015, Juan Esteban Oliver no vio que más allá de la pintura, a la estructura se le hiciera un adecuado mantenimiento: “el desgaste era cada vez más notorio”.

En lo que coinciden las voces es en que su fin, si bien es nostálgico, es una despedida necesaria para dar paso a una solución más acertada en materia de movilidad.

El desmonte y lo que vendrá

Cerca de la medianoche del 10 de junio, cuando los semáforos y la cebra que entraron a remplazarlo ya estaban en su lugar, contratistas del Área Metropolitana separaron al puente de sus extremos, lo amarraron con gruesas cadenas desde cuatro puntos a una grúa y le pusieron fin a su servicio. En el suelo, para facilitar la carga, la estructura metálica fue partida en tres y desapareció del lugar.

La intervención hizo parte de un proyecto que conecta a la Universidad Nacional con la U. de A. a través de una ciclorruta de 700 metros. La obra incluye la instalación, en el lugar donde estaba el puente, de una placa conmemorativa que dé cuenta del cambio en la visión de ciudad. También quedarán las dos columnas que sostenían este paso elevado, que serán perforadas para sembrar algunas enredaderas en ellas.

Juan David Palacio, director del Área Metropolitana, manifestó que la intención con esto es que la historia no se borre, pero se entienda que la prioridad en la vía será para el peatón y que las nuevas obras siempre tendrán como premisa la accesibilidad universal, pues no todas las personas tienen las mismas habilidades físicas.

Lo ocurrido con el puente de Barranquilla dio pie para que la Alcaldía de Medellín anunciara la intervención de otros 16 pasos elevados en la ciudad. Lina López, gerente de Movilidad Humana, explicó que no todos serán desmontados, pero sí se mejorará el cruce a nivel en todos estos sitios, o se adecuará si no existe (ver gráfico).

El que sí sufrirá la misma suerte que el de la calle Barranquilla es el que está ubicado al frente del Inem José Félix Restrepo, sobre la Av. Las Vegas, que incluso será trasladado a un sector de Manrique, de acuerdo con la funcionaria.

López dijo que cuando se habla de que los puentes peatonales son obsoletos, la idea no hace referencia a la parte física sino al modelo. Dijo que el mensaje que quieren lograr es “todos pasamos”, pensando en los ciudadanos en silla de ruedas, en los adultos mayores, en personas de baja estatura y en cada uno de esos habitantes que se mueven día a día por Medellín.

En el puente de la calle 33, al costado del Cerro Nutibara, se habilitará paso a nivel para todos, pues hasta ahora los semáforos solo se podían accionar con una tarjeta que se le entrega a la población con movilidad reducida. Igual ocurrirá en el paso elevado de la Av. Colombia por Suramericana. Cuando eso suceda, las estructuras se convertirán en corredores de conectividad ecológica y estarán decorados con arte urbano y paisajismo.

El puente de Barranquilla, cuyo adiós no causó tanto aspaviento por cosas de la pandemia, ya es una fotografía de la ciudad que fue, pero que debe mutar. Su historia la cuentan generaciones de universitarios, porque ya no es más que una pequeña línea amarilla –ese color reluciente que aunque despintado lucía– en las imágenes satelitales que registra Google Maps.

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