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¿Por qué los barrios de Medellín se llaman como se llaman?

  • Barrio Triste, en el centro de Medellín. FOTO DONALDO ZULUAGA
    Barrio Triste, en el centro de Medellín. FOTO DONALDO ZULUAGA
  • Metrocable de La Sierra. FOTO ROBINSON SÁENZ
    Metrocable de La Sierra. FOTO ROBINSON SÁENZ
19 de febrero de 2017
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Algunos barrios, como los niños, tienen nombre desde antes de nacer: sus fundadores planean meticulosamente el trazado de calles, la ubicación de la iglesia, la ruta para los buses y definen cómo se llamará.

Según Óscar Iván Calvo, historiador y profesor de la Universidad Nacional, esa fue la tendencia en la Medellín de los años sesenta, cuando los constructores empezaron a urbanizar terrenos que antes eran fincas y les pusieron nombres a su libre albedrío.

Otros barrios, en cambio, nacen sin planearlo y en medio de la necesidad: no tienen acueducto, luz o alcantarillado, las calles sin pavimentar se convierten en un lodazal con cada aguacero y los niños tienen que caminar por vías intransitables para llegar a la escuela. A esos, por lo general, el nombre les llega después: sus vecinos le ponen nombre para legitimar su existencia ante las autoridades.

(Haga clic aquí para leer: ¿Por qué Medellín se llama Medellín?)

“Muchas veces son nombres de héroes, presidentes y hombres sabios, cuando requieren que la administración los vea como barrios decentes”, explica Calvo.

Aunque no existe un procedimiento para la creación de barrios, dice la Secretaría de Planeación, los alcaldes están facultados para hacer ajustes en la División Político-Administrativa de municipios; eso quiere decir que si Federico Gutiérrez ve la necesidad, podría agregar un barrio más a los 332 existentes.

“Hace 150 años la mayoría de nombres de lugares estaban asociados con lo religioso”, señala Calvo. En la ciudad 53 barrios tienen su origen en la religión católica. Otros se dan por su geografía, como el caso de la Loma de los Bernal o por la naturaleza, como Laureles, que debe su nombre a la cantidad de árboles que había en la zona.

Luego la tendencia fue recrear la historia patria, y por eso en el Centro aparecen nombres de próceres y batallas que le dieron la independencia a Colombia: Carabobo, Junín, Palacé, El Palo o Bolívar.

En 1986, la Alcaldía Metropolitana invitó a sus habitantes a escribir las historias de los barrios de Medellín. De ahí salieron las historias que contamos en este artículo:

La Isla

“Usted se va a quedar sin casa. ¿Por qué no va a aquella parcelita de allí donde puede hacer un ranchito sin pedirle permiso a nadie?”, le dijo un vecino del barrio La Francia a don Diego Echavarría.

En efecto, entre los barrios La Francia y Popular había una manga que parecía no tener dueño. El terreno, ubicado en la ladera nororiental de Medellín, estaba circundado por dos cañadas que se juntaban más abajo, por lo que parecía una isla triangular.

El primer rancho lo construyó Diego con ayuda de sus hijos y los empleados de la terminal, y 15 días después, ya había 20 casas. Hoy, el barrio tiene una extensión de 213.093 metros cuadrados en los que viven 3.167 personas, que lo convierten en el quinto más denso de Medellín.

El Pedregal

En 1969, J. Bernardo Londoño vendió un terreno lleno de piedras -un “pedregal”- al Instituto de Crédito Territorial (ITC) en la ladera noroccidental de Medellín. El ITC dividió el terreno y adjudicó los lotes, por el sistema de autoconstrucción, a familias de escasos recursos.

Además, les prestaban de a 2.000 pesos para comprar materiales de construcción -en ese entonces un adobe costaba 20 centavos, un bulto de cemento, cinco pesos, y tres metros cúbicos de arena de pega, $150-. Jesús Antonio Ramírez, uno de los beneficiados, recuerda que todos los fines de semana se iba para el lote a pegar ladrillos, después de trabajar de lunes a viernes.

Hoy, El Pedregal es el quinto barrio con más habitantes de todo Medellín: en él viven 27.901 personas que tienen, en promedio, 20 metros cuadrados para cada una.

La Sierra

Metrocable de La Sierra. FOTO ROBINSON SÁENZ
Metrocable de La Sierra. FOTO ROBINSON SÁENZ

En el año 1979 corría la voz por Medellín de que estaban vendiendo unos solares en las tierras de los Chenos Arroyaves, arriba, muy arriba, en la Comuna 8. “Cuando llegamos, solo había 13 ranchitos, y en los días siguientes construimos otros 15”, cuentan los primeros habitantes.

“La gente se siguió enterando y fueron llegando más y más familias”, escribieron los pobladores de La Sierra. Una vez el terreno tuvo más cara de barrio que de solar, los nuevos habitantes escogieron el nombre: como antes se usaban esas tierras para aserrar madera, se les ocurrió que podían llamarlo La Sierra. Fue Gildardo Jiménez quien trazó las calles y carreras y entre todos hacían respetar el trazado.

Solo cinco años después, en La Sierra ya vivían 190 familias, y para 2017 la población del barrio asciende a 5.470 personas.

El Chispero

Si no hubieran canalizado la quebrada que bordea el barrio El Diamante tal vez hoy no existiría El Chispero: una calle en Robledo entre las carreras 85A y 86. Cuando Guillermo Acevedo llegó allí en 1967, lo único que había era un enorme barranco.

En octubre de ese mismo año, una vez el banqueo estuvo listo, la familia se acomodó en un ranchito que pintaron de azul: no había luz ni agua y todos los desechos iban a parar a la quebrada Malpaso. Tres años después, la calle se abrió y llegaron más familias, hasta que un día llovió tanto que la creciente de la quebrada se llevó un pedazo de cuadra.

Entonces, construyeron un muro de contención que impidió que el afluente se desbordara, esto permitió que otras familias se asentaran en el lugar. La “chispa” con la que sus habitantes celebraban le dio el nombre a este barrio.

Barrio Triste

Pocos conocen el barrio Corazón de Jesús -así figura en los registros-, pero casi todos se ubican de inmediato si les hablan de Barrio Triste: ese sector del centro plagado de mecánicos, donde brilla una imponente iglesia neogótica que fue declarada Monumento Nacional en 1998.

Sobre el origen de ese curioso nombre no se sabe mucho: dicen que su fundador venía de una provincia italiana llamada Trieste, pero que nadie fue capaz de pronunciar ese nombre y se quedó Triste.

Así se conoce desde la primera mitad del siglo XX, cuando el trovador Tartarín Moreira escribió: “Vecino al de Guayaquil (...) a Barrio Triste le falta lo que a Guayaquil le sobra”. Hoy por hoy, es uno de los barrios menos poblados de Medellín -viven solo 46 personas-, y tiene una densidad de dos habitantes por kilómetro cuadrado.

La Candelaria

La Candelaria es el corazón y columna vertebral de la ciudad: allí nació Medellín después de que fracasara la población de San Lorenzo de Aburrá -donde hoy queda el Parque de El Poblado- por la prohibición de mestizaje con los indígenas de la zona. Los primeros españoles que llegaron al Valle de Aburrá se trasladaron en 1646 al sitio de Aná, ese ángulo formado por el río Medellín y la quebrada Santa Elena.

Tres años después, los colonizadores construyeron la iglesia de la Candelaria, en honor a la Virgen de la Candelaria de Tenerife, que se mantiene en pie hasta el día de hoy. En 1675, por decreto de la corona española, el poblado se transformó en villa -la llamaron Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín-, mientras que el barrio que vio nacer a la ciudad conservó el nombre de la advocación de María.

El Poblado

Mucho antes de que Medellín fuera Medellín, ya existía El Poblado. El 2 de marzo de 1616, el conquistador español Francisco de Herrera Campuzano puso la primera piedra de San Lorenzo de Aburrá, un poblado con 80 indígenas que no duró mucho por una ley que prohibía a los españoles mezclarse con indígenas, pero que le dio el nombre a la comuna con mayor ingreso per cápita de Medellín: la llamaron El Poblado, porque fue primero un poblado indígena.

400 años después, en el antiguo asentamiento de nativos viven 1.159 personas. Según la Secretaría de Planeación, el barrio (no la comuna) tiene 261.432 metros cuadrados y una densidad de 5 habitantes por kilómetro cuadrado. Además, se convirtió en una de las zonas comerciales y de negocios más importantes de Medellín.

Barrio Antioquia

Barrio Antioquia dejó de llamarse así hace más de 50 años, pero en la ciudad todavía se le conoce con el nombre que le dieron sus primeros pobladores en honor a sus diversos orígenes: llegaron de Titiribí, Amagá, Fredonia, Girardota, Jericó, Sonsón, Angostura y Urrao en la década de 1910.

Todo empezó en 1951, cuando el alcalde de Medellín Luis Peláez Restrepo decretó que ese barrio sería la única zona de tolerancia de la ciudad. Las mujeres que antes se prostituían en Lovaina fueron llevadas en camiones hasta Barrio Antioquia, y junto con ellas llegaron los clientes, las drogas y la inseguridad.

Los pobladores lucharon contra el decreto por muchos años, y cuando por fin lo derogaron decidieron renombrar el barrio: lo llamaron Trinidad, como su parroquia. Según la Alcaldía, hoy viven en Trinidad 16.320 personas.

Campo Amor

En 1961, la sociedad constructora Fraternidad Caritativa pretendía construir un barrio para personas de escasos recursos en unos terrenos del municipio de Itagüí, pero la Alcaldía se opuso al proyecto.

Entonces, la constructora encontró una inmensa manga en el sector de Guayabal llena de matorrales, arbustos y sapos que pertenecía al cura español José de Campoamor. Fraternidad Caritativa escogió uno a uno a los habitantes del nuevo barrio y además puso un inmenso letrero de patas metálicas con el nombre del proyecto.

El barrio sigue en pie -hoy las casas son más grandes y viven 12.641 personas-, pero del letrero, con el apellido separado del anterior dueño de las tierras, ya no queda ni la sombra: los niños lo destruyeron a punta de piedras y de apuestas de tiro al blanco, recuerdan sus habitantes.

¿Le gustaron estas historias? ¿Quiere conocer por qué otros barrios se llaman como se llaman? Deje su comentario o escríbanos a través de las redes sociales.

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