Daniela* viajaba distraída en el taxi que había tomado a las 2:00 de la madrugada, cuando sintió un ruido en el maletero. De súbito, una mano asomó por un espacio entre el espaldar de la silla trasera y el baúl, sosteniendo un cuchillo. La mujer de 32 años sintió terror.
El taxista no detuvo la marcha, mientras el cómplice armado emergía de la cajuela. La reacción de la pasajera fue agarrar el bolso, abrir la puerta y poner un pie en el asfalto.
La velocidad que llevaba el carro por una loma del oriente de Medellín, sumada a la fuerza de fricción, arrastró a la joven, quien salió disparada. El taxi, que ella había abordado 10 minutos antes en la carrera 70, en cercanías a la U.P.B., siguió su trayecto.
Al recobrar el conocimiento estaba sola, con múltiples peladuras en el hombro, la espalda y el glúteo, producto de la caída. Recogió el bolso, que quedó en la mitad de la vía, y empezó a llorar. Sintió que se salvó de algo peor, quién sabe qué podrían haberle hecho.
El caso sucedió al amanecer del 8 de diciembre anterior y es el segundo conocido en los últimos cinco meses, en el que un atracador armado emerge del maletero de un taxi que los pasajeros tomaron en la carrera 70, en pleno corredor turístico de la comuna 11 (Laureles Estadio).
El segundo episodio acaeció a la medianoche del pasado 19 de mayo. Julio, Mariana y Estela* subieron al vehículo de servicio público a la altura de la avenida San Juan y pidieron al conductor que los llevara al occidente de la ciudad.
Cuando iban llegando al destino, el chofer aceleró y le subió el volumen al radio, sin atender las indicaciones de los usuarios. En ese momento emergió la mano del compinche, portando una pistola.
“El que se mueva le pego un tiro, esto es un atraco”, les advirtió, al tiempo que asomaba el tronco sobre el espaldar de la silla de atrás.
Le apuntó a Estela, quien lanzó un alarido y se tiró del carro. Julio la vio por la ventanilla, dando vueltas sobre el pavimento, raspándose hasta el alma. “¡La mataste!”, le dijo al ladrón. Mariana también gritó, y fue golpeada por el delincuente. Ante las amenazas, los dos entregaron celulares, cadenas de oro, un reloj de lujo, aretas, pulseras y cerca de 580 mil pesos. El botín lo recibía el taxista, mientras daba vueltas por el sector.
Después les pusieron bolsas en la cabeza durante unos minutos, hasta dejarlos abandonados en un callejón.
Las víctimas de estos dos incidentes tienen en común que trabajan en los bares de la zona y tomaron los taxis en la calle, luego del turno laboral. No los pidieron por aplicación ni al teléfono de la empresa. Pese a lo que sufrieron, no instauraron una denuncia formal ante las autoridades.