x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Este fue el primer trasplante exitoso hecho en Colombia: se logró en Medellín

El sueño de un joven médico en los años 50 se convirtió, dos décadas después, en un hito de la ciencia latinoamericana, ocurrido en el hospital San Vicente de Paúl de Medellín. Descubra cómo se logró.

  • El 16 de mayo de 1913 nació la idea de crear el Hospital San Vicente. La década de los 40 fue para el hospital una época productiva en avances médicos, clínicos y cirugías. FOTOS HeRvásquez y Cortesía
    El 16 de mayo de 1913 nació la idea de crear el Hospital San Vicente. La década de los 40 fue para el hospital una época productiva en avances médicos, clínicos y cirugías. FOTOS HeRvásquez y Cortesía
01 de noviembre de 2025
bookmark

El trasplante se hizo entre hermanos. El donante, consciente del riesgo, entregó una parte de sí para salvar a su ser querido. El receptor llevaba meses sometido a diálisis. El silencio en el quirófano apenas se interrumpía con las voces cortas y precisas de los cirujanos y el sonido metálico de los instrumentos. Afuera, la familia del paciente esperaba en vilo.

Nadie lo sabía entonces, pero ese riñón trasplantado no solo le daría a un hombre una segunda oportunidad de vida: marcaría un antes y un después en la historia de la medicina en Colombia. Era la madrugada del 29 de agosto de 1973 y en una sala quirúrgica del Hospital Universitario San Vicente de Paúl (hoy San Vicente Fundación), en Medellín, un grupo de médicos se jugaba mucho más que una cirugía.

Le puede interesar: “Recibimos el mayor don que pudimos haber pedido”: habló progenitora de bebé a cuya madre le hicieron trasplante de útero

Un final victorioso

Era el momento de poner a prueba más de una década de sueños y experimentos. Tras varias horas de procedimiento, los doctores confirmaron que el órgano había comenzado a funcionar. Ese riñón viviría veintitrés años más dentro del cuerpo del receptor, quien finalmente murió en un accidente de tránsito. Fue el inicio de un camino que convirtió a Medellín en pionera de los trasplantes en América Latina.

La historia había empezado mucho antes. En 1951, el médico interno Jaime Borrero Ramírez recorría los pasillos del San Vicente. Observaba con frustración cómo los pacientes con insuficiencia renal terminal recibían solo cuidados paliativos, esperando la muerte. Para él aquello era inadmisible. Decidió entonces especializarse en nefrología y buscar una alternativa para que aquellos enfermos no tuvieran que resignarse a un destino fatal.

Borrero viajó a Estados Unidos, donde hizo tres años de medicina interna en el New York Hospital. Allí entendió que la ciencia estaba empujando nuevos límites y que Colombia no podía quedarse atrás. En 1962, ya de regreso al país, fue uno de los fundadores del Servicio de Nefrología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Un año después, junto a un equipo interdisciplinario, aplicó las primeras hemodiálisis en pacientes con insuficiencia renal aguda; el procedimiento pionero se practicó con un riñón de Kolff en una paciente de veintidós años.

En 1966 fundaron la Unidad Renal del Hospital San Vicente. Pero pronto se encontraron con un problema: los equipos de diálisis eran costosos y pocos podían acceder a ellos. Borrero, quien en Estados Unidos comprendió que la diálisis era una alternativa real para prolongar la vida de los pacientes con uremia, pero que muy pocos podían pagar el tratamiento, decidió unir esfuerzos con el ingeniero Layo Trujillo, el industrial Darío Gutiérrez y el médico Édgar Sanclemente. Con la experiencia clínica de unos y la creatividad técnica de otros, se propusieron un desafío que parecía imposible: construir un riñón artificial colombiano, accesible y funcional.

El resultado vio la luz en los talleres de Truher (Trujillo Hermanos), una firma paisa donde se ensambló pieza por pieza el primer prototipo. El artefacto, bautizado Gracec en honor a Graciela y Cecilia, las dos primeras pacientes en recibir el tratamiento, consistía en un filtro de placas externas de vidrio y sesenta y siete discos de polipropileno con membranas alternas de cuprophan importado. Antes de probarlo en humanos, el equipo lo ensayó en perros, con lo que confirmaron que no generaba toxicidad ni interfería con la función renal natural.

Entérese: Cuando Medellín empezó a crear de la nada grandes comercios

El gran momento llegó el 25 de octubre de 1967. La paciente Cecilia, con un cáncer de cérvix en fase terminal, pelvis congelada y un coma urémico por invasión de los uréteres, se convirtió en la primera persona en recibir una hemodiálisis con el Gracec. Tras obtener el consentimiento de su esposo, quien aceptó el procedimiento en un contexto desesperado, se realizó la intervención. El resultado fue sorprendente: Cecilia recuperó la conciencia y pudo regresar a casa, donde vivió seis meses más junto a su familia.

Poco después, el Gracec se utilizó en Graciela, una mujer con riñones poliquísticos que requería el procedimiento cada diez días. Con ella se inició de manera formal el programa de diálisis crónica en Colombia. Con este invento se hicieron más de cuatro mil hemodiálisis entre 1967 y 1976. Fue un logro extraordinario: Colombia no solo aplicaba la diálisis, sino que fabricaba sus propios equipos.

El salto hacia lo imposible

La hemodiálisis mantenía vivos a los pacientes, pero no les ofrecía una vida plena. Así que el trasplante era la alternativa definitiva. Sin embargo, en la Colombia de los años 60 y principios de los 70 no existían las bases jurídicas ni científicas para hacerlo.

“Nosotros fuimos acumulando una cantidad de pacientes en hemodiálisis crónica y la lista estaba creciendo mucho; entonces la única alternativa por explorar era trasplantar pacientes, porque el paciente trasplantado salía de hemodiálisis y así manteníamos cierto equilibrio. Esto nació de una necesidad, de que no nos podíamos quedar en diálisis crónica, porque la mortalidad en los pacientes en diálisis es el 20 %, de cada cien que hay en diálisis veinte se mueren cada año”, analizaba entonces el doctor Borrero.

Borrero, el doctor Álvaro Velásquez y el profesor Antonio Ramírez fueron enviados a la Universidad de Colorado, donde funcionaba uno de los centros más avanzados en trasplante renal de Estados Unidos. Regresaron a Medellín con la firme convicción de que su ciudad podía estar a la altura de los mejores programas del mundo. Así comenzó la cruzada: revisaban la literatura pertinente y analizaban los posibles pacientes que pudieran ingresar al programa de trasplantes, y trabajaban en un programa experimental de trasplantes cruzados en perros.

Pero había un muro casi infranqueable: la falta de un marco legal que reconociera el concepto de muerte cerebral, fundamental para poder considerar donantes. Fue el propio Borrero quien lideró esa batalla. Acudió a la jerarquía eclesiástica y al Tribunal Superior de Antioquia, y, tras intensos debates y consultas, consiguió que la Academia de Medicina de Medellín aprobara el 14 de marzo de 1973, de manera unánime, el reconocimiento oficial de la muerte cerebral. Ese paso abrió el camino a los trasplantes en el país.

El Grupo de Trasplantes del San Vicente, creado en 1968 y reconocido oficialmente en 1970, reunía cirujanos, nefrólogos, anestesiólogos, inmunólogos, patólogos, pediatras, radiólogos, nutricionistas, bacteriólogos, trabajadores sociales y enfermeras. Se trataba de un equipo interdisciplinario que entendía que un trasplante no era solo una cirugía: es un proceso integral.

El primer trasplante exitoso

Antes de dar el salto al ser humano hicieron treinta y tres trasplantes experimentales en perros. Ensayaron técnicas, refinaron procedimientos y aprendieron de cada fracaso. El receptor del primer trasplante fue Javier Ruiz, un paciente en diálisis crónica que llevaba meses aferrado a las máquinas para seguir respirando el tiempo prestado. Su hermano, consciente de los riesgos, había decidido donar uno de sus riñones. En esa entrega fraterna estaba cifrada la esperanza. Pero antes de abrir el quirófano, había un paso crucial: comprobar que el organismo de Javier no rechazaría el injerto.

Las pruebas de histocompatibilidad no podían realizarse en Colombia. Los frágiles tubos de ensayo cruzaron el continente rumbo a Los Ángeles, al laboratorio del prestigioso inmunólogo Paul Terasaki. El correo, que hoy parece un detalle menor, era entonces la única vía para acceder a la ciencia de punta. La respuesta, llegada días después, desató un suspiro colectivo: los hermanos eran haploidénticos; compartían el 50 % de sus tejidos y no había anticuerpos citotóxicos que pusieran en riesgo inmediato el trasplante. El camino estaba abierto.

El equipo quirúrgico estuvo conformado por figuras que después serían referentes de la medicina colombiana. Marcos Duque, Gustavo Escobar y Herinulfo Londoño hicieron la nefrectomía al donante. Los anestesiólogos fueron Marceliano Arrázola y Rodrigo Sepúlveda. La implantación del riñón en el receptor estuvo a cargo de Álvaro Velásquez Ospina, acompañado por Jaime Restrepo y el propio Gustavo Escobar.

La operación salió bien. Contra todos los temores, el cuerpo del receptor aceptó el órgano. “Todos estábamos preparados y conscientes de que teníamos un grupo con una calificación excelente, y empezamos con un donante intrafamiliar, de un hermano a otro hermano, a los que se les habían practicado previamente los exámenes requeridos; hicimos ese trasplante, un riñón que estuvo vivo durante veintitrés años, porque el receptor falleció de otra causa, de un accidente de tránsito, con un riñón funcionando normalmente. Así fue el principio de los trasplantes en el Hospital San Vicente y en Colombia”, recordó el doctor Velásquez.

Le puede interesar: Los tesoros de más de 350 años que esconde el Archivo Histórico de Medellín

Fue el primer trasplante exitoso practicado en Colombia. Bogotá ya había intentado antes, en 1964, con donantes cadavéricos en el Hospital San Juan de Dios, pero, sin inmunosupresores ni protocolos claros, los resultados habían sido fallidos. El logro de Medellín abrió un nuevo capítulo. Apenas meses después, en marzo de 1974, el mismo grupo realizó los dos primeros trasplantes simultáneos con riñones de donante cadavérico en estado de muerte cerebral. Dos mujeres jóvenes, pacientes del programa de diálisis crónica, recibieron la oportunidad de seguir viviendo.

El doctor Velásquez recordaba que muchas veces debían viajar a ciudades como Bucaramanga, Manizales o Armenia en pequeñas avionetas para recoger órganos. Sin las sofisticadas neveras portátiles de hoy, los transportaban en ollas comunes recubiertas de hielo y plástico estéril. Mientras se definía a qué paciente se asignaban, los riñones esperaban en una nevera convencional del hospital. Eran tiempos heroicos, en los que la voluntad y el ingenio suplían la falta de tecnología.

El trasplante de riñón es considerado el primer procedimiento exitoso en el campo de los injertos de órganos sólidos. El pionero se llevó a cabo en Boston en 1947, aunque previamente se habían ensayado métodos tan insólitos como implantar un riñón en la parte externa del cuello del paciente. Hace tres décadas, cuando se planteó la viabilidad de estas cirugías, en Antioquia hubo una fuerte resistencia social, que señalaba dilemas éticos y cuestionaba el gasto, alegando que el dinero destinado a un solo trasplante podría salvar a cientos de niños con enfermedades comunes como la diarrea.

Pionera en la región

El éxito del primer trasplante renal en Medellín fue la semilla de un programa robusto que pronto se extendió a otros órganos. En 1979 se realizó el primer trasplante de hígado en Colombia. En 1985, en conjunto con la Clínica Cardiovascular Santa María, se practicó el primer trasplante de corazón en el país. En 1988, llegó el turno del trasplante simultáneo de páncreas y riñón.

Medellín se convirtió en pionera de la región. En 1998 se hizo el primer trasplante de pulmón, en una mujer con panbronquiolitis severa. En 2002, el San Vicente realizó el primer trasplante de laringe en Colombia y el segundo en el mundo. Dos años después vinieron los primeros trasplantes de tráquea y esófago del país. En 2004 se hizo el primer trasplante de intestino delgado y el primer trasplante dividido de hígado —split—, para dos pacientes

Hoy, el programa de trasplantes del Hospital Universitario San Vicente Fundación ha practicado más de 4.500 trasplantes renales y casi quinientos hepáticos, además de procedimientos de páncreas, intestino y médula ósea, para un total de 5.490 procedimientos. El trabajo también cobija al hospital en Rionegro, que hace poco cumplió el hito de su trasplante 1.000. Así que el San Vicente ha escrito más de 5.400 de estos procedimientos en Medellín y más de mil en Rionegro.

Forjada en la filantropía

El lugar donde todo ocurrió tiene su propia historia centenaria. El Hospital San Vicente nació en 1913 gracias a la visión de Alejandro Echavarría Isaza, un empresario que, tras ver sufrir a su esposa a pesar de tener recursos, se preguntó qué pasaba con los pobres, que no podían pagar atención médica. “He visto tanto sufrir a su madre que me he puesto a pensar que si ella, que teniendo todos los recursos de la ciencia médica ha padecido tanto, cuáles serán los sufrimientos de los pobres en sus enfermedades, sin quien les proporcione alivio, sin recursos para pagar los médicos”, les dijo entonces a sus hijos.

Decidió impulsar un hospital “muy grande, que siempre tuviera capacidad para albergar a todo hijo de Antioquia y del país que lo necesitara”. Construido con aportes de industriales, de la Iglesia y de la ciudadanía —incluso con campañas como el Centavo de Navidad—, el hospital abrió oficialmente en 1934 con nueve pabellones. Desde entonces, ha sido referente en atención de alta complejidad y en investigación médica.

En sus pasillos se han escrito otras páginas memorables: en 1944 se hizo allí la primera cirugía cardiaca del país; en 1965, el primer reimplante de mano en Latinoamérica, y la primera hemodiálisis con el riñón artificial Gracec.

El primer trasplante exitoso no fue solo un hito científico. Significó que en Colombia, y particularmente en Antioquia, se podía soñar con darles a los enfermos algo más que cuidados paliativos: una segunda oportunidad de vida. Hoy, cuando el Instituto Nacional de Salud reporta más de mil trasplantes anuales en Colombia, aquel 29 de agosto de 1973 parece lejano. Pero, sin el trabajo de pioneros como Borrero, Velásquez y el Grupo de Trasplantes del San Vicente, nada de eso sería posible.

El hospital celebra ya cincuenta años de trasplantes, consolidado como un centro de referencia internacional. Miles de pacientes han recibido allí órganos que les han devuelto la salud y la esperanza. Cada uno de ellos es testimonio vivo de que aquello que parecía imposible un día en Medellín terminó siendo el punto de partida para el país.

En palabras del doctor Jorge Gutiérrez, cirujano del programa: “Ese primer trasplante fue como un descubrimiento inédito, de los más importantes del mundo en ese momento para Colombia. No importaba que en Boston ya se hubiera hecho en 1954: aquí fue nuestro comienzo, nuestro milagro”. Y así, con un riñón viviendo en un nuevo cuerpo, nació en Colombia una medicina capaz de vencer a la muerte.

Siga leyendo: Así es la vida de Blanca Nubia, la antioqueña que espera un donante de pulmones para seguir viviendo

Preguntas sobre la nota:

¿Quién realizó el primer trasplante exitoso en Colombia?
El equipo liderado por el doctor Jaime Borrero Ramírez en el Hospital San Vicente de Paúl de Medellín.
¿Qué paciente recibió el primer trasplante en Colombia?
Javier Ruiz, quien recibió un riñón de su hermano tras meses en diálisis.
¿Por qué Medellín fue pionera en trasplantes en Colombia?
Por la innovación médica y la creación de equipos como el riñón artificial Gracec, accesibles y funcionales.
El empleo que buscas
está a un clic

Nuestros portales

Club intelecto

Club intelecto

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida