Una década basta para vivir una revolución (o varias). En el último año de la de los sesenta, el hombre llegó a la Luna y en la Tierra también libró sus conquistas. Mientras dos países competían por tocar las estrellas, los Beatles daban su último concierto en vivo.
Allí mismo, en Reino Unido, la Reina Isabel II presentó a su hijo Carlos como príncipe en una ceremonia oficial, y Gloria, no una monarca sino el buque colombiano, al otro lado del Atlántico, arribó por primera vez a las costas neoyorquinas.
Fue en 1969 cuando 400 mil jóvenes se reunieron alrededor de la hipnótica guitarra de un músico negro como el prodigioso Jimi Hendrix en Woodstock. Por ese escenario a las afueras de la Gran Manzana, también pasaron Neil Young, The Who y Joe Cocker.
Esa misma juventud estadounidense que se dejaba llevar por la música decidió levantarse en contra de la guerra de Vietnam, protagonizando protestas en varias ciudades, cansados de ser los soldados de una guerra ajena.
Los televisores ya habían llegado a muchos hogares y en Colombia, como en muchos países del mundo, se pudo seguir en vivo la transmisión del hombre caminando en la Luna. En esos aparatos fue que vieron también, por primera vez, el Show de las Estrellas de Jorge Barón.
La sexualidad se exploró cada vez con menos pudor y las drogas empezaron a hacer presencia en la cotidianidad juvenil de occidente. Por eso, “para algunos es una era dorada”, apuntó el historiador social Arthur Marwick en el texto The Sixties. Pero, “para otros fue un momento en el que el seguro marco de la moralidad, la autoridad y la disciplina se desintegró”.
Según Marwick, por lo menos en el panorama norteamericano y europeo, la gente de extrema derecha o extrema izquierda, por diferente que hubiera percibido esa década, podía coincidir en ciertas cosas, como que la humanidad volteó a mirar a los “derechos de las personas afrodescendientes”. De hecho, la música popular basada en tradiciones afroamericanas se empezó a escuchar mucho más “y las tendencias eran definidas por los jóvenes: el idealismo, la protesta y la rebelión ”.
Otras caras
La historia también es clara al mostrar que el mundo se mecía en un panorama político inestable y de una latente competencia. “Hubo una gran tensión entre los bloques de poder que son por un lado Estados Unidos y por otro, la Unión Soviética”, explica la historiadora Alba Irene Sáchica, docente de la Universidad de La Sabana.
“Y esa tensión internacional se sintió en América Latina a través de lo que fue la Revolución Cubana que luego se transmitió en el resto de Latinoamérica”, señaló. Refiriéndose a la inspiración que tuvo este episodio en movimientos revolucionarios en Colombia.
En el país, años antes, la competencia desmedida entre posturas políticas resultó en violencia y eso trajo consigo varias consecuencias: una de ellas fue el Frente Nacional, (1957 - 1974), un sistema bipartidario que procuraba no volver a caer más en la inestabilidad de los años anteriores.
Según afirmó el historiador David Bushnell en Colombia, una nación a pesar de sí misma, en 1969, la tensión política, sin embargo, era fuerte. El hombre que tenía a cargo al país era el liberal Carlos Lleras Restrepo. Por el lado económico, Lleras consiguió la unificación de los países andinos con el Acuerdo de Cartagena con la idea de apoyarse económicamente, indicó Sáchica.
En 1969 el mundo pintaba así, el hombre se atrevía a dar pasos hacia lo desconocido, a veces con cautela y a veces sin mucho pensamiento. Una forma de entender lo que somos hoy en día .