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El futuro del medio ambiente: ¿es tarde para salvar el planeta del cambio climático?

Ximena Rueda, experta en sostenibilidad de la Universidad de los Andes, explica los retos globales y locales frente al cambio climático, la biodiversidad y las políticas actuales.

  • Ximena Rueda, experta en sostenibilidad de la Universidad de los Andes. FOTO CORTESÍA
    Ximena Rueda, experta en sostenibilidad de la Universidad de los Andes. FOTO CORTESÍA
  • Ximena Rueda, experta en sostenibilidad de la Universidad de los Andes. FOTO CORTESÍA
    Ximena Rueda, experta en sostenibilidad de la Universidad de los Andes. FOTO CORTESÍA

Por María Fernanda Herrera

En un contexto global marcado por crisis medioambientales y desafíos crecientes debido al cambio climático, Colombia se enfrenta a una serie de problemas ecológicos que requieren atención urgente.

En diálogo con Visión Estratégica, Ximena Rueda, decana de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, expuso su visión sobre el panorama actual del medio ambiente, los principales retos en el mundo, y las acciones que se deben tomar para mitigar el daño.

Desde la deforestación en Colombia hasta la falta de voluntad política en países clave, Rueda analiza las dinámicas y las soluciones necesarias para afrontar este escenario.

¿Cuál es el panorama actual del mundo en términos de medio ambiente?

El panorama es sumamente preocupante. El año pasado, ya superamos el límite de 1.5°C de temperatura, un umbral considerado seguro en el Acuerdo de París. A pesar de que esta cifra pueda parecer mínima, en realidad representa un aumento significativo comparado con el calentamiento que la Tierra ha experimentado en los últimos 10.000 años.

Esto genera una enorme incertidumbre frente a los fenómenos climáticos extremos, tales como huracanes, sequías y un posible cambio en las corrientes marinas que afecten los climas continentales. No sabemos con certeza cómo estos cambios nos impactarán, y lo más grave es que, en lugar de detener el deterioro ambiental, seguimos añadiendo factores de inestabilidad a un sistema ecológico que ya está gravemente afectado.

¿Se puede decir que estamos en un punto de no retorno o aún hay espacio para la recuperación?

Ya hemos pasado un punto de no retorno en muchos aspectos. Por ejemplo, la pérdida de glaciares es irreversible, y algunas especies ya han desaparecido para siempre. No obstante, esto no significa que no podamos hacer nada.

La naturaleza tiene una increíble capacidad para adaptarse y alcanzar nuevos equilibrios. Es cierto que no podemos volver al estado que teníamos antes de la Revolución Industrial, pero aún hay espacio para la restauración en muchos otros aspectos. Existen posibilidades de recuperación, y el potencial para restaurar ciertos ecosistemas sigue siendo una realidad.

¿Cuál ha sido el impacto de las guerras recientes en el cambio climático y la agenda ambiental global?

En un reciente informe de The Guardian, se mencionó que en los primeros 120 días de la guerra de Gaza, las emisiones producidas por el conflicto equivalían a las de todo un año de los 26 países con menores emisiones. Las guerras son una crisis tanto ambiental como social. Generan desplazamientos masivos, violencia y trauma, afectando tanto a las víctimas como a los perpetradores.

En términos ambientales, las guerras destruyen territorios completos, consumen grandes cantidades de energía en la fabricación de armamento y, tras el conflicto, la reconstrucción de lo destruido resulta mucho más difícil que la destrucción misma. Además, los efectos negativos incluyen la contaminación de fuentes de agua, la destrucción de viviendas y la pérdida de biodiversidad, como la que Gaza alguna vez disfrutó.

¿Se ha visto un retroceso o una redefinición de compromisos climáticos debido a los cambios de gobierno y sus prioridades?

Es lamentable, pero efectivamente sí se ha visto un retroceso en muchos casos. Los nuevos líderes políticos como el presidente de Estados Unidos Donald Trump, priorizan las ganancias económicas a corto plazo sobre el bienestar general.

Este tipo de liderazgo favorece a unas pocas corporaciones, especialmente las de la industria del petróleo y el gas, que son responsables de una gran parte de las emisiones del planeta. El problema es que estos gobiernos, en lugar de apoyar políticas para el bien común, otorgan licencia moral a las corporaciones para que actúen irresponsablemente. Esto genera un daño global significativo, ya que no solo se favorecen los intereses de las corporaciones, sino que también se legitima un comportamiento que afecta a todos los ciudadanos del mundo.

¿Qué tan realistas son las metas actuales de descarbonización en el mundo?

Si observamos las metas de reducción de emisiones, los países se han comprometido a una disminución del 20% al 30% en sus emisiones. La tecnología para cambiar de una fuente de energía a otra ya existe, al igual que el dinero y los recursos necesarios, pero estos representan solo una pequeña fracción del capital global disponible. El verdadero obstáculo radica en la falta de voluntad política. Así, aunque tenemos resueltos los aspectos tecnológicos y financieros, nos falta la determinación para llevar a cabo estos cambios.

Sin esta voluntad, los recursos seguirán destinándose a industrias que continúan destruyendo el planeta, en lugar de invertirse en sectores y trabajos orientados a la recuperación y regeneración de nuestros ecosistemas.

Cuando hablamos de voluntad, ¿nos referimos a estos líderes políticos?

Principalmente a ellos, pero es importante señalar que detrás de los líderes políticos se encuentran los líderes económicos. Un claro ejemplo de esto es cómo Donald Trump desmontó los apoyos del gobierno en áreas clave como el cambio climático, la biodiversidad, la cooperación internacional y la diversidad. Lo curioso es que, al mismo tiempo, muchas grandes empresas y multinacionales, especialmente del sector tecnológico, empezaron a retractarse de los compromisos que habían asumido previamente.

A lo que me refiero con la “voluntad” es que muchos compromisos se tomaban solo para quedar bien, porque era la agenda global en ese momento. Sin embargo, cuando el discurso cambió, nos dimos cuenta de que esos compromisos no eran genuinos.

¿Qué posición ocupa Colombia en las negociaciones globales sobre el clima actual?

Comparado con otros países, Colombia tiene emisiones relativamente bajas en términos de población. Esto se debe a que nuestra economía depende principalmente de la exportación de commodities, y no tenemos una industria que genere grandes cantidades de contaminantes. En ese sentido, tenemos una economía más limpia en comparación con otros países.

Sin embargo, el principal desafío para Colombia sigue siendo la deforestación y el cambio en el uso del suelo, que es un área en la que debemos concentrarnos para reducir las emisiones. Mi enfoque para abordar este problema en Colombia se centraría en la reducción de la deforestación, la recuperación de los ecosistemas degradados y la disminución de las áreas dedicadas a la ganadería.

¿Qué retos ambientales específicos enfrentará Colombia en los próximos cinco años?

Colombia es, según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el país número 13 más vulnerable al cambio climático. Esto se debe a que las zonas más expuestas son las laderas, que enfrentan problemas como deslizamientos de tierra y lluvias intensas, y las zonas costeras, que son susceptibles a inundaciones, huracanes y el aumento del nivel del mar. Estas áreas, que son las más vulnerables, concentran el 80% de la población del país, lo que amplifica la gravedad de la situación.

Ante este panorama, creo que el reto más grande de Colombia es la adaptación al cambio climático. Es urgente que invirtamos en mecanismos que nos permitan mitigar los impactos. Por ejemplo, la construcción de infraestructuras más resilientes, que sean capaces de soportar las alteraciones climáticas, es fundamental. A su vez, debemos implementar medidas de adaptación para asegurar que la vida económica y el bienestar de la población no se vean severamente afectados.

¿Qué impacto ha tenido el gobierno actual en la estrategia ambiental de Colombia y sus compromisos internacionales?

El gobierno de Colombia ha mostrado un compromiso notable con la agenda climática y de biodiversidad. El liderazgo de la exministra Susana Muhammad fue esencial para posicionar a Colombia como un defensor activo de la biodiversidad. Durante la COP16 en Cali, vimos un ejercicio ciudadano de educación ambiental que fue más inclusivo y accesible para la población.

Habiendo señalado lo anterior, el problema radica en la limitada capacidad de implementación del gobierno. Esto se debe en parte a que el Estado está profundamente desfinanciado y, en parte, a la excesiva centralización en Bogotá, que consume la mayor parte del presupuesto nacional. Mientras tanto, las regiones, que representan el verdadero potencial de crecimiento económico responsable y sostenible, carecen de la capacidad necesaria para avanzar. Estas áreas podrían ser clave para el desarrollo de negocios innovadores relacionados con la biodiversidad, así como para la creación de oportunidades de innovación social, inversiones en las personas y en el talento. Sin embargo, la falta de recursos y la concentración de poder en la capital impiden que se exploten esas oportunidades.

¿Qué papel deben jugar las empresas en la transformación ambiental de Colombia?

En Colombia, muchas empresas están comprometidas con la sostenibilidad y están buscando maneras de integrarse a la agenda ambiental, especialmente en zonas rurales.

Sin embargo, estos esfuerzos aún son casos aislados. El verdadero desafío es transformar a todas las empresas para que su propósito se alinee con la protección del medio ambiente y el bienestar social. Es necesario un cambio profundo en la cultura corporativa, donde las empresas no solo busquen ganancias a corto plazo, sino también el bienestar a largo plazo de las personas y el planeta. Las empresas deben empezar a pensar en la sostenibilidad como parte integral de su modelo de negocio, y no como algo adicional.

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