De acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre enero y abril de 2021 se han practicado 5.483 exámenes medicolegales por presunto delito sexual a menores entre los 0 y los 17 años: se registraron 781 exámenes a niños entre los 0 y 5 años, 1.776 a niños entre los 6 y los 11 años y 2.926, entre los 12 a 17 años.
Hay que tener presente que el acoso sexual es una acción verbal o física que incluye “tocamientos, señas o conductas de naturaleza sexual”, mientras que el abuso sexual sucede “cuando se consuman los deseos del agresor a través de violencia física o mental”. Las dos definiciones son de acuerdo con lo estipulado por la Corte Suprema de Justicia, en 2018.
Además, la entidad da claridad en que el abuso incluye “el uso de la fuerza, la amenaza del uso de la fuerza, la coacción física o psicológica, como la causada por el temor a la violencia, la intimidación, el abuso de poder, la utilización de entornos y circunstancias que impidan a las víctimas dar su libre consentimiento”.
Lisseth Lopera García, psicóloga especialista en neurodesarrollo y aprendizaje, recalca la importancia de identificar los signos de un posible abuso o acoso sexual en los niños, los cuales varían dependiendo de las edades. Sin embargo, “podemos reunir algunas características que se pueden identificar en todas las etapas del desarrollo. Por ejemplo, estado de ánimo o comportamiento diferente al usual, dificultades en el sueño, cambios excesivos en su higiene, ansiedades o miedos al proteger su intimidad, comportamientos, lenguaje y conocimiento de la sexualidad que no corresponde a su edad (es decir, habla y da detalles sexuales e incluso sus juegos se tornan a lo sexual), dificultades en la alimentación y bajo rendimiento académico”.
A lo anterior, Brenda Ospina, psicóloga y magíster en gestión y desarrollo de la niñez y la adolescencia, añade que “hay que prestar atención a las actitudes, por ejemplo, si el niño antes era muy alegre y ahora está retraído”. Asimismo, la psicóloga puntualiza que “un abuso no es solamente la penetración carnal, también cuentan el abuso psicológico y el tocamiento, eso afecta la intimidad del niño”.
En la página web del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF- se llama la atención al hecho de que “la mayoría de los actos de violencia sexual hacia niñas, niños y adolescentes son cometidos por personas muy cercanas a ellos, incluso de su misma familia”. Por ese motivo, Ospina resalta que “hay que prestar atención cuando no quieren ir donde algún familiar de un día para otro. Hay que conversar esos temas para entender qué pasó y el motivo de ese cambio de actitud”.
“Otra señal que da indicios es el cambio en el control de esfínteres”, comenta Ospina, por ejemplo, “cuando ya se lleva tiempo en el que el niño no se orina en la cama y nuevamente vuelve a este hábito”.
Paso a paso
Las expertas coinciden en que una vez los padres tienen conocimiento del asunto es primordial denunciar y buscar canales de ayuda. “Si no denuncian, cuando los niños crecen queda el vacío de que mis papás nunca hicieron nada. Aquel que tenía que cuidar de mí nunca lo hizo”, señala Ospina.
Cuando sea el niño quien manifieste que fue agredido, Lopera explica que los padres deben escucharlo, creerle y dirigirse al hospital más cercano, de igual manera, si los padres tienen alguna sospecha o identificaron alguna señal, acudir al médico puede despejar dudas. “Las víctimas de violencia sexual tienen derecho a la atención prioritaria dentro del sector salud”. Allí se prestará asistencia médica necesaria e informarán a los entes adecuados.
Hay que evaluar qué acciones legales se van a tomar. La especialista en neurodesarrollo sugiere presentar una denuncia ante la Fiscalía General de la Nación (no es necesario contar con un abogado), pero cuando no se pueda ir directamente a la Fiscalía, la Policía Nacional o Defensoría de familia más cercana ayudan en estos casos. Los papás deben tener en cuenta que existen Centros de Atención e Investigación Integral a las Víctimas de Abuso Sexual (CAIVAS), en los cuales se podrá realizar la denuncia, recibir asesoría y tratamiento psicológico, social, jurídico y médico-legal.
Las víctimas deben dar su testimonio cuando se inician los procesos legales, por lo que Ospina recomienda no indagar demasiado en la versión de los niños, pues esto contribuye a la revictimización. Para no afectar el proceso legal, lo que se recomienda es dirigirse inmediatamente a las entidades encargadas.
Tanto los padres como los niños deben acudir a procesos psicoterapéuticos, debe ser un proceso que atraviesen en conjunto. “Quedan secuelas biológicas y de salud mental. Se debe acudir a psicoterapeutas que se especializan en esto, pero es clave que no sea solo el niño el que recibe la terapia”.
No es recomendable enfrentar a los niños con sus perpetradores, pero la National Child Traumatic Stress Network sugiere mantener informado al niño con todos los aspectos de su proceso, siempre bajo recomendaciones de un profesional.
La organización añade que hay que agradecerles por confiar este tipo de situaciones a sus padres, asegurarles que no son culpables ni responsables de lo sucedido. Aunque sea complejo, “estos deben manifestarle calma al niño”, otra de las razones por las que deberían acudir a terapia, para saber cómo hacerlo.
Acompañamiento efectivo
Contribuir a que este tipo de situaciones no generen un trauma permanente en la vida de un niño “se logra a partir de un trabajo integral”, afirma Lopera. Lo primero es “tener claro qué instituciones apoyan, orientan y guían en cada caso. No podemos quedarnos callados por la vergüenza social”. Asimismo, hay que enfocarse en trabajar “desde el aspecto individual del hijo, con el reconocimiento y expresión de sus emociones, el conocimiento de sus derechos y trabajar de forma positiva en su autoestima, autoconcepto y autoimagen, donde el abuso no sea el pilar fundamental de su vida”, añade la especialista.
Lopera considera que “debe recalcarse a los niños que son escuchados y respetados, debe haber buena comunicación, se debe brindar información oportuna sobre la sexualidad y las violencias sexuales, con la familia tiene que haber un vínculo afectivo fuerte y que se logre credibilidad en las situaciones manifestadas”.
El tratamiento psicológico también depende de si el abuso sucedió en la familia. “En algunos casos está ese secreto familiar, eso se guarda y termina haciendo mucho daño a las víctimas. Entre más focos los papás estén abiertos a atender, será más fácil el proceso”, afirma Ospina