Si se dijera que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es de 409 partes por millón y que aumentó 1,6 de abril del año pasado a este, no diría mucho, pero en 2013 eran 395 partes y ese crecimiento significa mayor retención de calor en el planeta.
Es tal vez el dato más evidente del cambio climático este año, traducido en esta realidad: las condiciones que hicieron que 2016 fuera el año más caliente en 137 años de registros persisten a pesar de que no está activo El Niño, ese fenómeno que incrementa la temperatura global.
No solo abril fue el segundo abril más caliente de los que se tiene conocimiento, sino que también el primer cuatrimestre estuvo entre los más calurosos, según reportó la oficina de la Atmósfera y los Océanos de Estados Unidos (NOAA). Además, la cobertura de hielo en ambos polos fue, con base en la información que se tenía hasta marzo y que entrega la Nasa, la más baja desde que se evalúa su estado en 1979.
En la Antártida esa cobertura fue de 2 millones de kilómetros cuadrados menos que el promedio 1980-2010, una extensión tan grande como México. El Ártico tenía 97.000 kilómetros cuadrados menos de hielo, algo así como una y media veces el territorio de Antioquia.
“Incluso sin que el El Niño fuera fuerte en 2017, estamos viendo otros cambios memorables a través del planeta que están poniendo en jaque nuestra comprensión del sistema del clima. Entramos en verdad en un territorio inexplorado”, en palabras de David Carlson, director del programa de investigación del clima en la Organización Meteorológica Mundial (OMM).