En estricto sentido, el corregimiento de Sabaletas, de Montebello, es una “parada de caminos”, uno de esos sitios detenidos en el tiempo. De hecho parece que siempre ha sido así, al menos eso se colige de la lectura de un artículo de Julio César Arroyave, el primer director de la Biblioteca Pública Piloto. Incluso, ahora no resulta sencillo llegar a este cañón que desemboca en el río Cauca. Las dos vías de acceso –una por Santa Bárbara, la más corta; y la otra por Montebello– no están pavimentadas y, en algunos tramos, los huecos ponen en aprietos los amortiguadores de carros y motocicletas. Si el viajero no tiene familia por allí, es muy probable que no transite por esos parajes. O, si lo hace, que lo haga movido por la fe. Y así es: la gente va a Sabaletas para conocer la capilla Nuestra Señora de la Candelaria, la iglesia más antigua de Antioquia y una de las construcciones más longevas de esta parte del país.
La de Sabaletas es un botón de muestra de una dinámica urbanística y espiritual que se materializó en las capillas doctrineras, edificaciones levantadas para la conversión y adoctrinamiento de los nativos precolombinos. Dichas construcciones fueron el núcleo de la vida en “los pueblos de indios”, nombre dado por los españoles a los caseríos indígenas. El altiplano cundiboyacense es la región colombiana con mayor cantidad de capillas doctrineras –125 contó un grupo de estudio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano–. Otro ejemplo de estas construcciones, aunque más reciente, es la capilla San Juan Bautista, en Toro, Valle. Por su parte, la de Sabaletas es la semilla del catolicismo en Antioquia.
De paredes blancas de tapia pisada, techo de tejas a dos aguas y pequeña espadaña, la capilla se construyó alrededor de 1540. Según las versiones consignadas en libros y en una cartelera dentro del templo, en su edificación participaron los hombres de Jorge Robledo, el conquistador decapitado por orden de su antiguo jefe, Sebastián de Belalcázar. En concreto, los documentos señalan al portugués Hernán Rodríguez de Souza de ser el responsable de explorar esta región poblada por indígenas, entre ellos los Quirama. En este punto surge otra versión –¿complementaria?– del origen de la capilla. En el interior del templo, mientras extiende los manteles en algunas mesas, la cuenta Margarita Quirama, setentona de sonrisa grande, fácil, que tiene a su cargo las llaves de la iglesia.
Le puede interesar: Una ciudad colombiana aparece entre las 10 más acogedoras del mundo, ¿cuál es?
—La Virgen se le apareció a una indígena en la cascada–, dice y señala un lado del templo. —Le dijo que quería un templo en este sitio.
A lo largo y ancho del continente las apariciones milagrosas a los indígenas son un leit-motiv que viene de los tiempos de la invasión y conquista españolas. Seguro el ejemplo más celebre del continente sea la aparición de la Virgen de Guadalupe al campesino chichimeca Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en 1531, es decir no mucho antes de los registros de Sabaletas. En todo el proceso de la conquista los españoles extendieron los dominios terrenales de los reyes y los espirituales del catolicismo, gracias al uso de la pólvora y de los rituales religiosos. Por tal motivo la Virgen María, en sus distintas advocaciones, es un personaje presente en diferentes regiones de Sudamérica, con especial énfasis en las partes indígenas.
En esta historia, tampoco es un cabo suelto que en Sabaletas se venere a la Virgen de la Candelaria, una patrona de piel oscura originaria de las Islas Canarias. A los indígenas les resultó más fácil acoger a una virgen parecida a ellos que una con la cutis de sus conquistadores. Tan es así que, antes del viaje, el abogado Willtheman Cuervo Pérez me recomendó mirar en detalle los rasgos de la imagen principal del templo y los de Margarita Quirama. “Para mí son muy parecidas”, dijo. No se puede escapar a la metáfora de la semejanza de la santa con una descendiente de los antiguos pobladores de la zona cuyo apellido es, precisamente, el nombre de la tribu que se cree habitó la región en los tiempos del arribo de los españoles.
Margarita dice que el templo –declarado Bien de Interés Cultural de la Nación en 1984– está construido sobre un cementerio indígena. La referencia también está en el artículo aludido de Arroyave. No obstante, no hay registros de excavaciones arqueológicas o guaqueras que la validen. Lo cierto es que la capilla es un trozo de pasado puesto ahí para quien quiera verlo. “La capilla tiene un gran valor porque es un elemento tangible de cómo se construyó Antioquia. La arquitectura en la región se basa en materiales sencillos como tapia y bahareque, y esta capilla, que ha sobrevivido más de 400 años, es un testimonio de la historia cultural de la región”, dijo antes del viaje Andrés Vergara Molina, historiador egresado de la Universidad de Antioquia.
Entérese: Así es Guiengola, una nueva ciudad precolombina descubierta en México
Sin tropezar en tales sutilezas, Margarita camina hasta el altar y mira a la virgen de larga cabellera negra, cubierta con un manto azul claro de bordes dorados y con un vestido blanco con flores rosadas y follaje verde y dorado. La imagen sostiene en su mano derecha una vela y en la otra un canasto con palomas. El diminuto Niño Dios hace equilibrio en el antebrazo derecho de su madre. Margarita suelta la historia de la cabellera.
– Ella tiene el pelo donado por una muchacha de Medellín a la que la Virgen salvó de un cáncer en la cabeza.