Gonzalo Roa estaba persiguiendo 100 cabras en su terreno en Cúcuta y se chocó, casi literalmente, con un fósil de colmillo de mastodonte de por lo menos 1,8 millones de años de antigüedad. Más cerca, aquí en Medellín, el actual puente Gilberto Echeverri Mejía y por el bloque de idiomas de la Universidad Eafit, se encontraron piezas en medio de las labores de construcción que resultaron ser indicios de la ocupación humana de la ciudad hace 2.000 años. Son unas de las pocas piezas precolombinas encontradas en la ciudad.
También aquí, mientras operarios de EPM estaban instalando un poste de luz en una esquina cualquiera del barrio La Colinita, en Guayabal, encontraron que bajo el concreto había una tumba de pozo con cámara lateral llena de narigueras de oro, fragmentos de cerámicas, un collar de costillas de ñeque y 96 fragmentos de restos óseos y piezas dentales de humanos.
Es como si los suelos de Colombia fueran cementerios, tumbas, museos enterrados, llenos de animales prehistóricos, de evidencias de un pasado que hace mucho dejó de ser, pero que no se fue sin dejar huellas.
Es más, usted está literalmente caminando sobre la historia; una que puede ser tan antigua como el periodo republicano, hace más o menos 200 años, o tan vieja como el planeta Tierra, con más de 4.500 millones de años.
Encontrarse tesoros escondidos bajo el suelo, enterrados bajo la tierra, puede darse de forma fortuita, por pura coincidencia, o a causa de la arqueología preventiva, apenas instaurada en los años 90. De todas las formas, es una situación común en Colombia.
Tanto que sería imposible determinar cuántos fósiles, cuántos restos de cerámicas, huesos humanos, piezas dentales, partes de viviendas o decoraciones se han encontrado en el país.
Lo que sí se sabe es que se trata de una región rica, llena de tesoros, debido a la diversidad biológica y geológica del territorio.
¿Por qué en Colombia?
Hay varios parques y áreas arqueológicas delimitadas y protegidas. En el registro del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Icanh, hay bajo administración y custodia seis de ellos: los parques arqueológicos San Agustín, en San Agustín, Huila; Alto de los Ídolos y Alto de las Piedras en Isnos, Huila; Tierradentro en Inzá, Cauca; Teyuna-Ciudad Perdida en Santa Marta, Magdalena; y Santa María de La Antigua del Darién, en Unguía, Chocó. Tres de ellos son también Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Hay además 23 áreas arqueológicas protegidas que van desde arriba, en Magdalena, hasta Nariño y Guaviare.
Eso sin contar los diversos puntos que no están protegidos ni reconocidos pero que han sido fuente de innumerables tesoros, y los muchos museos que los albergan.
Esto no es casualidad. De acuerdo con Juan Pablo Diez, arqueólogo de la Corporación Sipah, “esa diversidad que tenemos en los hallazgos y esa cantidad precisamente son por la diversidad de factores geológicos y ambientales que tenemos. Colombia es un país multidiverso en materia ambiental”.
Dice que esto puede deberse a que la ubicación del país está en una zona de paso, de tránsito terrestre y marítimo, entre el norte y el sur del continente, “que ha hecho que tengamos sitios tan antiguos como el Tequendama, de 14.000 años, hasta lugares en el Valle de Aburrá de 10.000 años, o en Magdalena Medio con 12.000 años”.
Felipe Lamus Ochoa, profesor instructor de la Universidad del Norte de Barranquilla en Física y Geociencias, concuerda. Dice que además Colombia está situada donde hay una unión de placas tectónicas: “La de Sudamérica donde está el continente, la de Nazca que está subduciendo por debajo del Pacífico, y la del Caribe. Esa interacción entre placas produce la geodiversidad”.
La Tierra, por su parte, ha tenido también periodos que para el humano pueden ser lejanos y que han tenido diferentes especies vivas recorriendo los mismos suelos. “Esa antigüedad de ocupaciones humanas y de otras especies deja huellas, se movilizan, desaparecen, pero dejan vestigios de sus asentamientos”.
Hallazgos y lugares
¿Hay unos más importantes que otros? ¿Hay zonas más ricas en tesoros? Aunque hay regiones del país que se han estudiado más y hallazgos que son más llamativos, los expertos se rehúsan a tener favoritos. “El patrimonio es importante en todas sus dimensiones, pero sí es verdad que hay evidencias con más relevancia estética o simbólica, que atraen más a la gente, y que se han catalogado como líneas de referencia”, agrega Diez.
Esto indica que hay piezas que pueden ayudar a entender otras, que ofrecen más expectativas para la investigación, pero que no quiere decir que sean más relevantes.
“Cada hallazgo es importante porque es único, te va a dar información que no sabías, o te va a complementar una historia de una comunidad. De todos se puede sacar mucha información: puede ser un sitio de vivienda, un sitio funerario, un taller de actividad económica, recreativo y demás... Obviamente hay sitios asociados a un espacio poblacional completo que sobresalen sobre otro tipo de hallazgos”, explica Paula Andrea Gallego Muñoz, antropóloga especialista en Arqueología.
Dice que encontrar un poblado que fue habitado durante muchos años, por ejemplo, permite grandes posibilidades de investigación: distinguir diferentes tipos de vivienda, enterramientos, cultivos, animales, materiales que no son de la zona que demuestran intercambios, entre otros.
Y se sabe que hallazgos seguirá habiendo, y develando secretos sobre una historia en la que no se estuvo presente pero que se puede reconstruir pieza por pieza, como un rompecabezas. Por eso recomiendan la arqueología preventiva, como lo indica la ley 397 de 1997, en los proyectos de construcción, e invitan a que las personas estén atentas a sus pisadas porque, debajo de ellas, puede estar el registro de una vida pasada.
De hecho, si encuentra uno de estos tesoros, debe avisar a cualquier autoridad gubernamental, alcaldías, policía o al mismo Servicio Geológico o al Icanh en las primeras 24 horas y evitar mover las piezas, pues son frágiles o pueden perder contexto. No destruya las piezas ni el sitio en el que las halló y ayude a que se puedan conservar en museos.