Tal vez recuerde esa escena en la película Buscando a Nemo (2003) en la que los peces Marlin y Dory asisten a una reunión con unos tiburones. Es una especie de rehabilitación: “Soy un buen tiburón, no una máquina de comer, si voy a cambiar esa imagen, primero debo cambiar yo, los peces son amigos, no comida”, recita Bruce, uno de los personajes que empieza la sesión.
Ese tipo de momentos son los que se suelen ver en las películas y series cuando se habla de una terapia en grupo. A veces algunos van obligados a las reuniones y en otros casos las sesiones no parecen dar mucho fruto. Sin embargo, esa es solo una de las variadas formas que existen de hacer una terapia con otras personas.
Esta última es una herramienta de la psicología que se ha ido formando desde el siglo pasado y que, según los profesionales en salud mental consultados, será fundamental para tratar los traumas que quedarán después de la pandemia.
Nació en épocas de guerra y enfermedad, reseña el artículo Psicoterapia de grupo: revisión histórica (2004), publicado en la Revista del Hospital Psiquiátrico de la Habana. Primero la aplicó el psicólogo Joseph Pratt en 1905 para ayudar a pacientes con tuberculosis en Boston, Estados Unidos, que compartían situaciones tan similares que resultaba liberador contarlas en grupo. Después, en 1920, el ingeniero y periodista Richard Slavson la usó con niños en Nueva York, para tratar los comportamientos neuróticos prematuros que les quedaron después de ser testigos de la Primera Guerra Mundial.
Los esfuerzos de Slavson, señala el artículo, dieron lugar a la creación de la Asociación Americana de Psicoterapia de Grupo (Agpa, por sus siglas en inglés) en 1942. Desde ahí, la terapia colectiva ha buscado tratar a personas que han enfrentado las mismas situaciones traumáticas con el fin de resignificarlas con el apoyo de los demás y otras herramientas educativas y artísticas. Eso cuenta Alejandra Álvarez, especialista en psicología clínica. “Surgieron cuando los problemas eran tan graves y afectaban a tantos, que no se podía atender de a uno”, (ver Para saber más).
Para el caso de la pandemia, en un análisis publicado en el portal MIT Technology Review a comienzos de mayo, se sugiere que, como sociedad, “estamos atravesando un trauma colectivo”, ya sea por la pérdida de seres queridos o por el rompimiento de un estilo de vida que no volverá.
Procesar todo este estrés podría tardarse años, explica el texto, y podría generar un “tsunami de problemas de salud mental para el que debemos estar preparados”. ¿Cuál podría ser una ayuda? La terapia grupal.
Hablar de lo vivido
Alejandra Álvarez explica que hay diferencia entre el estrés postraumático, tener ansiedad, depresión o solo sentir preocupación y tensión. Para cualquiera de los casos se puede acudir a una terapia grupal como una forma de ayuda, sin embargo, dependiendo de la gravedad del problema será el tipo de terapia.
El estrés postraumático, anota la psicóloga, son todas las consecuencias personales y emocionales que llegan después de que alguien vive una situación que sobrepasa sus capacidades para enfrentarla. Le sucede a quienes van a la guerra o los que han sido víctimas directas de ella, pacientes que luchan contra enfermedades crónicas o que han sido abusadas, por ejemplo. También llega con la pérdida de seres queridos, con un familiar que tiene una adicción y hasta con ver un accidente fatal. Esos eventos dejan un trauma, que se manifiesta en recuerdos repetitivos, eleva el estrés y a futuro la salud de la persona se puede ver afectada con patologías como insomnio, problemas del sistema nervioso y dolores crónicos.
En el momento en que se vive el evento traumático, la pandemia que atravesamos en este momento por ejemplo, pueden aparecer síntomas de ansiedad, depresión, insomnio. Por eso las terapias grupales se pueden usar mientras se vive la situación, para ayudar y prevenir en que se convierta en estrés postraumático y otras patologías de salud mental, aclara la psicóloga Stephany Muñoz.
¿Quién la necesita?
Otro factor para aplicarla es que sean muchos los que hayan tenido que pasar por una misma situación traumática. Sucede ahora, cuando la humanidad convive con este coronavirus.
Ya la ciencia ha adelantado algunas investigaciones preguntándose quiénes podrían ser lo más afectados psicológicamente con esta situación. La conclusión: médicos y enfermeras que están en primera línea atendiendo a los infectados por covid-19, viendo a algunos fallecer y a otros salir triunfantes de una UCI.
Un estudio publicado en la Journal of the American Medical Association JAMA el pasado 23 de marzo alerta sobre este impacto emocional. Encuestaron a 1.257 trabajadores de 34 hospitales en China y concluyeron que más del 70 % experimentó síntomas de ansiedad, depresión e insomnio, sobre todo en las enfermeras en Wuhan.
Ese hallazgo lo relacionan con un estudio hecho después del brote del virus SARS en 2002, que concluyó que las enfermeras en China también fueron uno de los grupos más afectados psicológicamente. Claro, en JAMA se hace la aclaración de que la primera es una investigación limitada porque no se pudo hacer seguimiento en el tiempo de la evolución de los síntomas de los entrevistados y que “solo una investigación a largo plazo lo dirá”.
Aunque la mayoría de personas han enfrentado las consecuencias de la pandemia, al menos en un aspecto de su vida, no todos desarrollarán estrés postraumático, aclara Alejandra. “Una cosa es tener angustia, tensión y preocupación y otra es que con el paso del tiempo la salud se comience a afectar con trastornos de ansiedad y depresión severos que requieran, incluso, ser medicados”, apunta.
Por eso, Santiago Gualteros, psicólogo, terapeuta infantil y magíster en psicología clínica de la Universidad Nacional, dice que las terapias colectivas se tendrán que hacer entre aquellos que perdieron un ser querido y no pudieron hacer el duelo convencional, por ejemplo, o perdieron su trabajo, y enfatiza que es necesario que desde ya el gobierno piense en cómo ayudar al personal de salud. Es costoso, pero advierte el análisis del MIT que “el precio de no hacer nada sería mucho mayor”.
Pone como ejemplo el caso de veteranos de la Segunda Guerra Mundial, que aún días antes de su muerte se despertaban gritando porque nunca hablaron con nadie de lo que experimentaron en la guerra. “Con terapia colectiva ese tipo de episodios se pueden evitar”, enfatiza Gualteros y hace un llamado al autocuidado, es decir, no esperar que las iniciativas de terapias colectivas vengan solo del gobierno o los empleadores. Además de llevar hábitos saludables, que le ayuden a su mente (como la sana alimentación y el deporte), también puede reunirse con familiares, amigos y colegas a hablar sobre los aspectos traumáticos que ha dejado la pandemia en su vida.
Una colcha de recuerdos
La psicóloga clínica Dennys del Rocío García, docente de la Universidad Javeriana, aclara que las sesiones no siempre deben ser dirigidas por un profesional. Claro, están los grupos de apoyo, que buscan complementar la terapia individual y son dirigidos por un psicoterapeuta que modera la sesión hacia la educación.
Esas sesiones se han hecho con víctimas del conflicto armado en Colombia, explica Stephany Muñoz. Las actividades van desde hacer un recuento de la vida con piedras y flores (momentos difíciles y bellos) para agradecer y ver las cosas buenas; hablarle a una silla vacía, para expresar emociones muy guardadas y perdonar a una persona que tal vez nunca se volverá a ver; hasta las colchas tejidas, donde cada uno borda su historia en un pedazo de tela que luego se unen para reconstruir una memoria colectiva.
“Mujeres desplazadas por el conflicto hicieron esa colcha y fue plasmar el dolor en escenarios en los que todos pasaron lo mismo y te van a entender. Imagínate contarle a alguien que terminaste con tu novio y esa persona nunca ha tenido una tusa, por ejemplo, por más que quiera no te va a comprender”, apunta Muñoz.
También están los grupos de autoayuda, que son dirigidos por los mismos pares. Se trata de encuentros periódicos, abiertos y autónomos y su función principal es crear una red de apoyo emocional. Allí no solo se habla de un trauma, también se danza, se escribe, se colorea y se teje “el dolor”.
El análisis del MIT sugiere, por ejemplo, escribir un diario de la pandemia como método de expresión. Después, ¿por qué no reunirse con otros que pasaron lo mismo para que cada uno lea su experiencia? La psicología ha probado el valor de tratar un trauma en grupo, así que no se sienta extraño si lo invitan a una sesión o si siente la necesidad de hablar con otros, finalmente, usted no es el único al que le pasó.
70 %
del personal de salud en China tuvo síntomas de estrés postraumático: estudio JAMA