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¿Por qué un humano vive 79 años y un elefante 60?

Hallan un patrón universal que explica la duración de la vida de las especies.

  • La esperanza de vida de un elefante puede variar según el entorno en el que viven. Varia entre 40 y 65 años. FOTO SSTOCK
    La esperanza de vida de un elefante puede variar según el entorno en el que viven. Varia entre 40 y 65 años. FOTO SSTOCK
09 de julio de 2019
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Es la velocidad a la que se acortan los telómeros –los extremos de los cromosomas–, los que determinan cuánto se vivirá. Un equipo de investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España (CNIO) se preguntó por qué una persona suele vivir hasta 122 años y un ratón hasta cuatro (ver tabla) y encontraron que hay una relación muy clara entre lo que vive cada una y la velocidad a la que se acortan sus telómeros, las estructuras que protegen los genes en los cromosomas.

Esta es la principal conclusión de un estudio que publica la revista Proceedings of the National Academy of Sciences PNAS, en el que los investigadores demuestran, además, que esta relación se puede expresar con una ecuación matemática, una fórmula capaz de predecir con exactitud la longevidad de la especie.

Los investigadores, registra el periódico El Mundo de España, midieron los telómeros en los glóbulos blancos de individuos de distintas edades dentro de cada especie. Tomaron muestras de la sangre de nueve delfines de entre 8,6 y 50 años; 15 cabras de entre uno y 10 años; seis buitres leonados de entre 8 y 21 años, cuatro elefantes Sumatra de entre 6 y 25 años, siete ratones de entre 1,4 y 2,6 años; 15 flamencos de entre uno y 50 años y 8 renos de 1,4 a 10, 5 años del Zoológico Aquiarium de Madrid.

María Blasco, jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa del CNIO y directora del trabajo, señaló que el que exista una relación tan clara entre velocidad de acortamiento de los telómeros y longevidad apunta a que han hallado “un patrón universal, un fenómeno de la biología que explica la duración de la vida de las especies, y que merece más investigación”, según un comunicado del CNIO.

También le dijo al diario español que le hubiera gustado poder analizar otras especies particularmente interesantes por su longevidad, pero no les fue posible debido a que necesitaban varios ejemplares de cada especie y de edades variadas.

La novedad

Hace tiempo que se sabe, gracias en gran parte al trabajo del grupo de Blasco, que los telómeros están en el origen del envejecimiento del organismo. Estos integran los extremos de los cromosomas, dentro del núcleo de la célula, y su función es proteger los genes.

Sin embargo, cada vez que las células se multiplican para reparar daños, sus telómeros se hacen un poco más cortos; a lo largo de la vida puede ocurrir que los telómeros se acorten demasiado y no se puedan regenerar más. Cuando eso sucede la célula deja de funcionar normalmente.

Hasta ahora, no obstante, no se había encontrado relación entre los telómeros de cada especie y su longevidad; hay especies con telómeros muy largos que viven poco, y viceversa.

Los investigadores decidieron comparar no su longitud absoluta sino la velocidad de acortamiento: los telómeros humanos pierden de media unos 70 pares de bases –los ladrillos del material genético–al año, mientras que los de los ratones, unos 7.000 pares de bases, detalla la nota.

“Nosotros demostramos que lo importante no es el tamaño inicial sino el ritmo de acortamiento, un parámetro que predice la longevidad de especie con un alto grado de precisión”, subrayó Kurt Whittemore, primer firmante del artículo.

Esto predice la longevidad de especies mucho mejor que otros parámetros considerados hasta ahora, como el peso corporal –en general las especies más pequeñas tienden a vivir menos tiempo– o el ritmo cardíaco.

“Estos resultados apoyan la idea de que el acortamiento crítico de los telómeros y la consiguiente aparición de daño en el ADN telomérico y de la senescencia celular es un factor determinante de la duración de la vida de las especies”, escriben los autores en PNAS.

El siguiente paso será estudiar especies muy longevas para su tamaño, como la rata topo desnuda o el murciélago.

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