Cuando se firmaron los acuerdos de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc, muchos pensaron que vendrían tiempos de prosperidad para Colombia. Pero a la sombra fue surgiendo una nueva generación de rebeldes que no estaban dispuestos a entregar las armas ni renunciar al narcotráfico ni al terrorismo.
Uno de ellos fue Ricardo Ayala, alias “Cabuyo”, un joven con la guerra tatuada en la piel, que se dispuso a reconquistar los territorios abandonados por la insurgencia en el Norte del departamento de Antioquia. En su sangrienta cruzada arrasó con la paz de las comunidades y entró a la lista de los terroristas más buscados del país.
Para capturarlo, la Fuerza Pública tuvo que lanzar 11 operaciones, que incluyeron bombardeos, francotiradores y espionaje con una joven que pretendía en amores.