En las redes sociales y en los bares de Medellín se tejen redes de araña, que aguardan en la clandestinidad para capturar a extranjeros incautos que buscan damas de compañía. Los donjuanes no se dan cuenta de que detrás de las hermosas jóvenes que los seducen, se esconden bandas delincuenciales especializadas en drogar a sus víctimas para vaciarles las cuentas bancarias. Escopolamina, burundanga o benzodiacepina, mezcladas con licor, forman el coctel con el que muchos ingenuos caen inconscientes a sus pies. En la lista de víctimas de estos cazadores sigilosos hay turistas, empresarios y docentes, como el visitante turco Ramazan Gencay, a quien una cita pactada por redes sociales lo arrastró a un triste final en la zona rosa de Medellín.
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