El hecho sin precedentes de que un mandatario estadounidense, en activo o no, haya sido acusado y se enfrente a la posibilidad de un juicio penal, ya se ha ganado su lugar en los libros de historia. Donald Trump se ha asegurado de que así sea y ha abierto la puerta que nos permite ver a un país cada vez más dividido y a punto de navegar por aguas desconocidas.
Son 34 las acusaciones que recaen sobre él por falsificación de registros comerciales, y de todas ellas se ha declarado inocente. No es que vaya a ir a la cárcel, porque lo más seguro es que simplemente tenga que pagar una multa, pero lo que se viene en los próximos meses es una larga serie de entradas y salidas del juzgado, testimonios, ataques y defensas de los cuales el expresidente Trump sacará provecho, porque todo esto va a ocurrir en plena campaña para elegir candidatos a las elecciones del 2024 y si hay alguien que sabe cómo sacarle partido a un escándalo, ese es Trump que tiene como una de sus máximas esa de “que hablen bien o mal de mí, pero que hablen”.
Para empezar, ha convertido este episodio en lo que él y sus seguidores llaman un ataque ilegítimo y se ha posicionado como una víctima de la élite progresista. Lo secundan sus copartidarios del partido republicano que creen que el expresidente está sujeto a un estándar de justicia distinto al de los demócratas. Hablan de una instrumentalización política de todo este caso y cierran filas en torno a él diciendo todo aquello que creen que a sus electores les puede interesar.
Gracias a toda esta historia del proceso judicial, en su campaña se jactan de que han recaudado mucho dinero - se supone que 8 millones de dólares en solo 4 días- y han conseguido ampliar la brecha con el segundo candidato republicano, Ron De Santis, en 29 puntos.
La capacidad de Trump para salir airoso de situaciones que a otros enredarían es asombrosa. Si se le echa un vistazo rápido a su paso por la presidencia, no se puede olvidar que fue investigado por la trama rusa (la posible intrusión del Kremlin para ayudarle a ganar las elecciones de 2016) y fue sometido a dos impeachments, o juicios políticos, de los que salió indemne. Ahora suma, aparte de la imputación en Nueva York, varias investigaciones federales y estatales, de entre las que destacan la retención de documentos clasificados en Mar-a-Lago, su papel para instigar el asalto al Capitolio en 2021 o su intento (con grabaciones telefónicas de por medio) por cambiar los resultados de las elecciones en un estado clave para él como lo fue Georgia.
En el discurso que dio después de presentarse ante el tribunal en Nueva York, y ya desde la comodidad de su mansión en Mar- a- Lago se dedicó a defenderse mediante el ataque. Dijo que el juez Juan Manuel Merchán lo odia, que el fiscal Alvin Bragg es un criminal y que el presidente Joe Biden es un lunático. Fue más Trump que nunca. Su discurso fue una queja constante sobre un país, el suyo, que aseguró “se está yendo al infierno”, y donde, según él, el sistema de justicia ya no tiene ley sino que se usa para ganar elecciones.
Mientras tanto, los políticos demócratas, desde el presidente Biden para abajo, guardan silencio mientras esperan que este caso sirva para que quienes violan la ley, aun estando en altos cargos de poder, sepan que hay que rendir cuentas y responsabilizarse por sus acciones. Será muy interesante observar el papel de los medios de comunicación estadounidenses en la difusión de todo lo que acontezca. Especialmente aquellos inclinados a defender a capa y espada al presidente Trump sin importar las evidencias recolectadas, como quedó claro en conversaciones que se captaron entre periodistas de un canal de televisión que reconocían por ejemplo que el expresidente había perdido las elecciones, pero que por temor a perder sintonía salían al aire sosteniendo la teoría de que los resultados no eran reales.
En definitiva, lo que se observa ahora y se prevé en el futuro cercano, es una polarización mayor tanto social como política. La dinámica estadounidense de los últimos 30 años ha demostrado que mientras no haya amenazas externas, la confrontación interior se da con mucha más fuerza. De ahí que se vengan meses complicados en los que una personalidad como la de Donald Trump puede destacar. Su inclinación natural hacia el conflicto, sus constantes desafíos a través de la red Truth Social y su personalidad beligerante pueden atraer a más electores, y mientras haya votantes, ahí estará el partido para respaldarlo. Dice la experiencia que la suerte puede llegar a agotarse en algún momento, pero por ahora hay Trump para rato. .