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Es inconcebible que Petro no se pronuncie él mismo sobre el atropello a los derechos políticos y las libertades de las Corinas, sabiendo que ha sido bastante vocal a la hora de protestar por los abusos contra la democracia en otros países.
La tragedia de la democracia de Venezuela no es noticia: hemos sido testigos de la triste decadencia de un país desde cuando Hugo Chávez decidió cambiar la Constitución para que él —o Nicolás Maduro— pudiera quedarse por muchos años en el poder.
Destruyeron todo el sistema de equilibrio de poderes que es la base de una democracia moderna y constitucional: se tomaron los tribunales de justicia y, en algún momento, la Asamblea para manejar el Estado a su antojo.
Y lo peor, echaron abajo el aparato productivo y provocaron una recesión, que obligó a una cuarta parte de los habitantes del país a escaparse, cientos de miles huyendo del hambre.
El chavismo, y sobre todo Maduro, ha hecho de la democracia una parodia. Ha mantenido la fachada de la división de poderes para aparentar democracia: el poder judicial está ahí, el poder legislativo también y hasta poder electoral se inventaron, pero todos están en manos del régimen. De llegar a ser reelegido Maduro este 28 de julio, se podrían completar 30 años de la hoy virtual dictadura.
Justo cuando estaban dadas las condiciones para que por fin una candidata de la oposición derrotara a Maduro y lo sacara del poder sin atenuantes, el régimen se inventó una inhabilidad para excluirla de la carrera electoral. A Maduro, por supuesto, no le sirve que María Corina Machado sea su rival. María Corina no solo obtuvo un contundente 93% de los votos en las primarias de la oposición en octubre, sino que en una encuesta del año pasado sacó un 70% de favorabilidad contra un 8,3% de Maduro.
No valió que la oposición intentara poner a otra candidata en su lugar, a Corina Yoris. El régimen no estaba dispuesto a darle gabela alguna y lo hizo de la manera más burda: le bloqueó a este grupo opositor el acceso al portal de inscripciones del sistema electoral.
Pero si la tragedia de Venezuela no es noticia, lo que sí no podemos dejar de cuestionar es que el presidente Gustavo Petro guarde tan abrumador silencio ante el brutal atropello a todo tipo de derechos en el vecino país. Hay quienes dirán que Petro ya se pronunció a través del comunicado de la Cancillería de Colombia. Y, en efecto, en el mensaje firmado por el canciller Luis Gilberto Murillo se dice que “Colombia expresa su preocupación” por las “dificultades que enfrentaron sectores mayoritarios de la oposición” y precisa que la preocupación se debe a que “podría afectar la confianza de algunos sectores de la comunidad internacional”, —¿solo por eso?
El comunicado es extremadamente diplomático, y casi eufemístico, para el tamaño del atropello. Utiliza el condicional “podría” para no comprometerse. Un comunicado aguado. Que no llama las cosas por su nombre. Maduro es un sátrapa.
Es inconcebible que Petro no se pronuncie él mismo sobre el atropello a los derechos políticos y las libertades de las Corinas. Más aún, teniendo en cuenta que el presidente de Colombia ha sido bastante vocal a la hora de protestar por los abusos contra la democracia en otros países. Hace poco, cabe recordar, Petro hizo un gran ruido en Guatemala, y dijo que de allá solo se movía cuando el presidente Bernardo Arévalo asumiera el poder.
De manera que no tiene mucha presentación que Petro se porte como el policía bravucón del vecindario para unos atropellos y para otros reaccione como un vecino atolondrado y atemorizado, que no es capaz de alzar su voz contra la tropelía que arma el vecino en Caracas.
Cabe recordar que Petro acudió hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que le reconocieran su derecho a participar en elecciones, no obstante que pesaban sobre él sanciones de Procuraduría y Contraloría. Y la misma tesis la sigue defendiendo. ¿Qué tan distinto es el caso de María Corina? Prácticamente nada. A ella la vetaron por una sanción administrativa, que es también discutible.
¿Por qué Petro no defiende los derechos civiles y políticos de María Corina Machado? Una interpretación sería que Gustavo Petro por amistad o por simpatías ideológicas o por conveniencia, le hace pasito a Maduro. Pero hay otra interpretación mucho más agobiante y es que Petro no cuestiona los desatinos de Maduro porque puede estar tentado a seguir esta ruta antidemocrática. Sus pronunciamientos, en los que habla de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, le dan más soporte a esta suspicacia.
Y lo más preocupante es que comienzan a saltar coincidencias. El presidente Petro, en entrevista con El Tiempo, habló de convocar a “cabildos abiertos” para “ejercer el poder constituyente”. Maduro, en 2019, cuando su mandato estaba en vilo, también utilizó la figura de “cabildos abiertos”.
Y no hay que olvidar que cuando el entonces presidente de Perú Pedro Castillo trató de desconocer al Congreso y a la Constitución, Petro salió a defenderlo de viva voz y le pidió a la CIDH medidas cautelares. Por fortuna, este organismo de la OEA se las negó, no le dio la razón a Petro y le dijo que se había aplicado bien la democracia en Perú con la destitución de Castillo.
Uno de los más recientes mensajes de Petro en la red X mantiene viva la preocupación: “La magia de Chávez fue proponer democracia y cambio del mundo. La revolución de hoy es transformar el mundo profundizando la democracia”. Ese concepto de “profundizar la democracia” ojalá sea en el sentido de consolidar la división de poderes y los pesos y contrapesos, y no, como suele hacer el chavismo, sacando a la gente a las calles y manipulando elecciones..