Es bastante desalentador para la ciudadanía recibir la noticia de la captura de 19 integrantes de la Policía Metropolitana -que sirve a Medellín y el Valle de Aburrá-, quienes participaban en redes de microtráfico y que, por extensión, eran cómplices de bandas criminales. Pero se matiza el desaliento con la actitud valerosa y transparente del general Rodolfo Palomino López, director de la institución, cuando es él mismo quien sale a poner la cara y a denunciar los desaciertos de unos pocos de sus hombres.
Son incalculables el valor, el significado, la trascendencia y el protagonismo que tienen la Policía y sus hombres en una ciudad como la nuestra, que intenta superar décadas pasadas de violencia e inseguridad urbanas. No queremos repasar lo que va del narcoterrorismo a las oficinas de sicarios, las bandas, las milicias y demás fenómenos y actores de ilegalidad que han golpeado a Medellín y frente a los cuales, sin policías valientes y comprometidos, el destino hubiese sido muy negro.
Hoy Medellín goza de un nutrido pie de fuerza policial que además cuenta con todo el apoyo gubernamental: la tecnología, los recursos logísticos y financieros y la aceptación ciudadana. El esquema de cuadrantes, aunque susceptible de mejoras y ajustes, ha traído la contención de los delitos callejeros.
Todo el contexto tiene el protagonismo y el papel determinante de la Policía Metropolitana, sin duda. Por ello la notoria sensibilidad comunitaria ante la figura de autoridad y respeto que encarnan los agentes de la entidad. Y de ahí el malestar y el reproche por la participación (por acción u omisión) de 19 uniformados en el expendio de drogas en el Centro de esta capital.
Sin embargo, el episodio nos sirve para saludar el papel crítico y los correctivos aplicados desde dentro mismo de la Policía Nacional, con su director a la cabeza, el general Palomino López. “No nos entristece tener que estar haciendo estas capturas, porque con estas le estamos diciendo a Colombia que estamos haciendo una apuesta por la transparencia”. Bien lo subrayó.
Y le creemos, le creemos al general porque ha sido un oficial con las botas puestas, en las carreteras y las calles del país, que conoce las fortalezas y también las pocas debilidades de la institución. Se le siente afrontando una transición obligada que pasa por los aspectos operativos y tecnológicos, pero también por la renovación de los fundamentos morales y éticos de un cuerpo armado esencial para la seguridad ciudadana del país.
Confiamos en que con estas investigaciones internas se estén desactivando las mínimas y pequeñas células que dañan y enferman la imagen de la institución. Y el mensaje es claro: los policías corruptos no tienen cabida ni recibo en las filas y serán combatidos con el mismo rigor con que se ataca a la delincuencia común y organizada en esta región.
Queremos que las capturas y las acciones adoptadas, con el general Palomino en primera línea, sirvan de ejemplo para que cada vez más los agentes entiendan la profundidad y repercusión de sus actos en un área metropolitana que exige de su presencia, disciplina, honor y transparencia a toda prueba, en todo tiempo y lugar.
De estas horas difíciles pasamos al grueso de los días de una Policía robusta, calificada, a la que Medellín le agradece la reducción de los homicidios y de los índices de criminalidad y con la cual, de la mano, es seguro que edificaremos la nueva convivencia por la que trabajan Medellín y su gente.